Ir por lana y salir trasquilados. Tal podría ser una frase-resumen de lo que le ocurrió a la dirigencia opositora venezolana en 2019: jugaron a establecer un gobierno paralelo, un Poder Judicial paralelo, un Ministerio Público paralelo, una Fuerza Armada paralela… y terminaron el año con dos oposiciones paralelas (una que busca diálogo con el gobierno y otra que pelea a cuchillo contra la camarilla dominante), y con una élite empresarial paralela, que les late en la cueva a los oligarcas y otros especímenes de raza carmoníaca.

 

Los poderes paralelos opositores prometían ser el mecanismo que, por fin, derrocaría a la Revolución venezolana, siguiendo una variante del modelo libio de gobierno de transición. Pero el Poder Ejecutivo paralelo, si bien ha servido para robar cantidades fabulosas de fondos públicos y privados, no ha coronado en el mentado cambio de régimen; el Poder Judicial paralelo se subdividió (le salió un paralelito al paralelo);  la fiscal en el exilio no ha llegado a ser paralela ni perpendicular y ni siquiera tangente; y la Fuerza Armada paralela está integrada por desertores abandonados a su suerte y tratados como parias, no solo en Venezuela, sino también en los países supuestamente aliados del paralelismo.

 

Ese resultado sería, de por sí, un gran drama. Pero se pone peor porque el gobierno parece haber tenido mejor suerte en esa estrategia de montar estructuras alternas para quitarles el piso a sus adversarios. Esta línea de darle a los paralelistas un poco de su misma medicina ha tenido expresión en dos grandes ámbitos: el político y el empresarial. Revisemos:

 

La oposición paralela “minoritaria”, pero…

 

La primer rama alternativa de la oposición surgió en septiembre, cuando un grupo de dirigentes antichavistas, hartos ya de Juan Guaidó y del resto de la camarilla de Leopoldo López y Julio Borges, decidieron dar el paso de sentarse a conversar con representantes del gobierno, al margen -aunque no de manera excluyente- de los intentos de diálogo patrocinados por Noruega.

 

El  «gobierno paralelo» repudió la decisión y calificó a los líderes dialogantes de minoritarios y divisionistas. Pero la iniciativa ha tenido, desde el principio, el atributo de ofrecer resultados concretos. Quedaron en libertad algunos de los llamados «presos políticos», se reincorporó la bancada del PSUV a la Asamblea Nacional y se dieron pasos importantes para designar rectores del Consejo Nacional Electoral.

 

A estas alturas, Guaidó y su combo siguen hablando con desprecio de los opositores que se sentaron en la llamada -también despectivamente- «Mesita», pero habría que hacer muchas cuentas hoy en día para saber que tan mayoritarios son, dentro del espectro opositor, partidos como Voluntad Popular o Primero Justicia. En todo caso, la oposición dialogante, electoralista y pacífica es una realidad innegable, digan lo que digan los de la camarilla dominante.

 

La oposición rabiosa con ventilador

 

La segunda rama paralela de la oposición surgió ya en noviembre, en medio de una marea de mutuas acusaciones de corrupción entre los integrantes del sector dominante y una serie de personajes de diferente pelaje, muchos de ellos por completo desconocidos para el país, pero que han estado participando, en mayor o en menor medida, del festín opositor con los fondos públicos y privados que ha manejado el “gobierno paralelo”.

 

Para tratar de salvar su propia responsabilidad, Guaidó y su círculo más cercano optaron por apuntar dedos acusadores hacia esos otros dirigentes, tildándolos de cómplices de la corrupción del gobierno. Los señalados reaccionaron denunciando otras irregularidades, de mayor envergadura, protagonizadas por los cabecillas de la banda.

 

La rebelión contra los pranes fue de tal magnitud que tuvieron que inventarse una reforma al Reglamento Interior y de Debates de la AN para que puedan votar sin estar presentes los diputados que forman parte de la camarilla.  Con ese subterfugio esperan lograr la reelección de Guaidó como presidente del Parlamento para poder continuar con la jugada del gobierno encargado.

 

Independientemente de lo que ocurra el 5 de enero, la rama disidente de la oposición, fruto de la vieja política de encender el ventilador, es también una realidad cosechada en 2019.

 

El empresariado paralelo

 

Otro interesante fenómeno de paralelismo es el que ha ocurrido este año con el empresariado.

 

Desde tiempos de Pedro Carmona Estanga, la dirigencia patronal había estado siempre por completo alineada con la corporación política que tuviera a su cargo la conducción de la oposición: Coordinadora Democrática, MUD, Frente Amplio y –últimamente- el gobierno paralelo de Guaidó.

 

Esa alineación política hizo posible los paros empresariales de 2001, 2002 (que desembocó en el golpe de Estado y la autoproclamación de Carmona) y 2003 (que fue en concierto con el sabotaje petrolero). También ha servido tal concertación político-empresarial para desatar la guerra económica que, con diversas intensidades, se desarrolla desde 2013.

 

De un tiempo para acá, especialmente en este 2019 de bloqueo económico y medidas coercitivas unilaterales, ha surgido una élite patronal a la que algunos gustan llamar burguesía revolucionaria, mientras otros la califican con denominaciones como boliburgueses o enchufados.

 

Más allá de los nombres y de los debates que la existencia de esa clase empresarial genera en torno a la verdadera vigencia del socialismo, la realidad concreta es que sus integrantes son, en buena medida, los protagonistas de una actividad económica que ha adquirido las características de una ola de surf este fin de año.

 

Los analistas económicos opositores no quieren dar crédito a lo que ven sus ojos y se han apresurado a pronosticar que se trata de una recuperación ilusoria, que no tardará en desplomarse. Sin embargo, los síntomas de que se está forjando una naciente casta empresarial son muy fuertes: tanto que hasta el presidente de Fedecámaras, Ricardo Cussano, ha comenzado a dar declaraciones contemporizadoras muy inusuales en los miembros de esa cúpula. El riesgo de perder el liderazgo del movimiento empresarial podría ser la causa de estas sorprendentes condescendencias. Expertos como son estos dirigentes empresariales en desplumar a los consumidores sin misericordia alguna, quieren también cuidar sus cuotas de poder gremial, no vaya a ser que los nuevos burgueses -tan hábiles como al parecer son- los dejan trasquilados.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)