La ciencia apenas comienza a revelar las repercusiones neurológicas del consumo de pornografía. Pero ya está claro que la salud mental y la vida sexual de sus espectadores están sufriendo efectos catastróficos: de la depresión a la disfunción eréctil, advierte Rachel Anne Barr, investigadora de la Universidad Laval en Canadá.

 

Con la aparición de internet, el uso del porno se ha disparado a alturas vertiginosas. Solo Pornhub, el sitio pornográfico gratuito más grande del mundo, reunió más de 33.500 millones de vistas en 2018.

 

El laboratorio de Rachel Anne Barr estudia el cableado neuronal, la base de los procesos de aprendizaje y memoria. Las propiedades de los vídeos porno lo convierten en un detonante particularmente poderoso para la plasticidad, la capacidad del cerebro de cambiar y adaptarse como resultado de la experiencia, explica la investigadora en su artículo para la revista The Conversation.

 

A largo plazo, la pornografía puede causar disfunciones sexuales, especialmente la incapacidad de lograr la erección o el orgasmo con una pareja real, señala Barr. La calidad matrimonial y el compromiso con la pareja también parecen estar afectados, agrega con referencia a varios estudios científicos.

 

La investigadora explica que el cerebro responde a la estimulación sexual con la elaboración de dopamina. Este neurotransmisor, asociado más a menudo con el sistema de recompensas y el placer, también está vinculado con los recuerdos y la información en el cerebro. Esto significa que cuando el cuerpo exige algo, como comida o sexo, el cerebro recuerda dónde volver para experimentar el mismo placer.

 

«En lugar de recurrir a una pareja romántica para la satisfacción sexual, los usuarios de pornografía instintivamente se dirigen a sus teléfonos y laptops cuando el deseo los viene llamando».

 

En 2017, los investigadores suecos demostraron que ver pornografía no solo trae placer, sino también puede convertirse en una peligrosa adicción.

 

«Las escenas pornográficas, al igual que las sustancias adictivas, son hiperestimulantes y llevan a niveles anormalmente altos de secreción de dopamina. Esto puede dañar el sistema de recompensa de la dopamina y dejarla sin respuesta a las fuentes naturales de placer. Esta es la razón por la que los usuarios comienzan a experimentar dificultades para lograr la excitación con una pareja física», aclara Rachel Anne Barr.

 

No es la primera vez que los científicos llaman la atención a la relación entre la adicción a la pornografía y la disfunción sexual. En 2018, un grupo de investigadores de la Universidad de Brno, reveló que el gusto excesivo por la pornografía influye de manera negativa sobre la potencia sexual masculina.

 

Además de la disfunción sexual, los cambios en la transmisión de la dopamina pueden provocar depresión y ansiedad. Los consumidores de pornografía reportan mayores síntomas de depresión, menor calidad de vida y peor salud mental en comparación con aquellos que no ven pornografía, asegura la investigadora en su artículo.

 

En 2016, un estudio de Max Planck Institution reveló además que existe una relación entre ver pornografía y la reducción en el tamaño del cerebro.

 

(Sputnik News)