Mucho se ha dicho que una de las razones por las cuales la oposición venezolana pierde la mayor parte de sus confrontaciones con el gobierno es porque subestima al presidente Nicolás Maduro y al resto de la dirigencia revolucionaria. 

 

En 2019, eso volvió a ocurrir y nuevamente tuvo el mismo resultado: perdieron.

 

La subestimación tiene varios componentes. Uno de ellos es racial-social-académico. Los dirigentes opositores no pueden entender cómo un individuo mestizo, obrero y sin formación universitaria lleva ya más de seis años ganándoles una partida tras otra en el ajedrez político a los blanquitos de clase media con posgrado.  No terminan de aceptar que ni la «pureza de sangre» ni el estrato social ni la educación “superior» garantizan éxito en el campo de la lucha por el poder, al menos no en la Venezuela actual.

 

Otro aspecto de la misma conducta se refiere a la geopolítica. Los opositores, por contar con el apoyo de Estados Unidos y sus aliados de la derecha de Europa y América Latina, terminan creyéndose que los respalda toda la «comunidad internacional» o, como dijo una de sus voceras, «miles de países». Subestiman entonces el aval que tiene el gobierno en el resto del continente y del mundo, incluyendo naciones que también ostentan rango de potencias planetarias, como Rusia y China. En esa piedra, la oposición se la pasa tropezando.

 

Analizando algunas opiniones que se leen y se oyen de manera recurrente, puede afirmarse que hay otro terreno para las subestimaciones: el de la obra de gobierno. Es frecuente que se afirme que Maduro no ha hecho nada, salvo sobrevivir, aferrarse al poder. Se dice con tal naturalidad que mucha gente termina por aceptarlo como cierto. Pero, ¿es verdad o será que quienes subestiman a Maduro en términos personales y políticos, también se empeñan en negarle cualquier logro?

 

Cuando los dirigentes, analistas e influencers de la oposición aseguran que el gobierno de Maduro no tiene obra alguna están ignorando (por citar  solo un notable ejemplo) nada menos que la continuidad de la Gran Misión Vivienda Venezuela. 

 

Se dirá que es una típica estrategia opositora, esa de ignorar lo bueno que haga el adversario en el gobierno. Cierto, pero lo interesante de mirar acá es cómo esa actitud le impide al antichavismo evaluar apropiadamente su situación y la del contrincante.  Si hicieran esa evaluación de un modo más o menos objetivo, terminarían admitiendo que los tres millones de viviendas son un factor clave en la preservación de la estabilidad política, a pesar de las potentes arremetidas en contra del gobierno, tanto desde dentro como desde fuera del país.

 

Para sopesar justamente el valor de la GMVV como obra de gobierno y como factor favorable a la viabilidad del proceso revolucionario habría que lucubrar sobre el escenario hipotético de que esas viviendas no hubiesen sido construidas. ¿Qué proporciones tendría hoy nuestro problema nacional en el terreno habitacional? ¿Cuántos barrios inestables nuevos adicionales a los existentes habrían brotado en los alrededores de las grandes ciudades? ¿De qué ideas serían caldo de cultivo las poblaciones allí asentadas?

 

Otra gran subestimación de obra es la referida a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción. La oposición tiene por costumbre descalificar esta política pública en forma general y maniqueista, negándole cualquier mérito, sin considerar la conjetura de que los CLAP han sido para el gobierno de Maduro lo que las primeras misiones (Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Sucre, Negra Hipólita, Mercal) fueron para el de Chávez, tras la devastación causada por el  golpe de abril de 2002 y el paro-sabotaje de 2002-2003: un puntal para recuperar la gobernabilidad.

 

En el caso de los CLAP, no solo se ha prestado una invalorable ayuda a la gente afectada por la guerra económica y por las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo, sino que también se ha creado tejido social, incluso en sectores de clase media. Si es opositor, seguramente estará pensando que esto no es cierto, que es mera propaganda gubernamental… En tal caso, habría que preguntarse si acaso no está allí la subestimación, encarnada también en usted.

 

En las últimas semanas de 2019 se observaron dos situaciones específicas de este fenómeno.  La primera fue con la distribución de perniles. La oposición dio por descontado que sería un fiasco, como en años anteriores. Pero esta vez funcionó mucho mejor y quienes apostaron por el fracaso tuvieron que conformarse con criticar fallas menores o por sumarse a campañas de descrédito y terror psicológico basadas en fake news y hasta en ridiculeces como aquella de los sietecueros criogénicos.

 

La segunda situación específica fue la del petro. Los líderes, comentaristas e influencers opositores -una vez más- vaticinaron el peor de los resultados, basándose en la subestimación  intelectual y técnica del gobierno y de su capacidad para sumar al sector privado a la iniciativa. Como quiera que el experimentó salió mucho mejor que lo pronosticado por los expertos, tuvieron que consolarse escandalizando acerca de dificultades propias de cualquier comienzo y aplaudiendo las represalias tomadas por los manipuladores cambiarios en estos inicios de enero.

 

Así pasó el antichavismo el 2019 y así amanece en 2020, en su mismo empeño de siempre de arrebatarle el poder a un enemigo al que menosprecia, negándose a admitir que ese menosprecio lo hace más fuerte y difícil de vencer.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)