La Supercopa de España de fútbol celebrada en Arabia Saudí el último fin de semana tuvo todos los ingredientes que se le pueden pedir a un evento deportivo —goles, pasión, ráfagas de buen fútbol, alternativas, una sorprendente remontada— y una emocionante resolución para la historia futbolística española —el Real Madrid ganó en la tanda de penaltis por 4 goles a 1 tras una emocionante prórroga—. Faltaron los escrúpulos, como en Argentina en 1978, como en tantos otros momentos.

 

Unos antecedentes para olvidar

 

Hace escasamente un año —2 de octubre de 2018— el crítico periodista saudita Jamal Khashoggi —y colaborador en el diario The Washington Post— entró en la embajada saudita en Estambul pasadas las 13 horas. En la mansión situada en una calle arbolada de la capital turca le esperaba un escuadrón de la muerte para asesinarle por lo lacerante de sus críticas. Nada más entrar en el recinto fue estrangulado y posteriormente le descuartizaron. Todo quedó grabado en los micrófonos instalados por la inteligencia turca en la legación saudita, aunque se diría que a día de hoy el asunto de su colega salvajemente asesinado ha caído en el olvidado de los medios de comunicación occidentales.

 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España. «Los futbolistas carecen, obviamente, de responsabilidad alguna en el asunto, pues son profesionales que lo mismo viajan a uno de los lugares más pobres del planeta para fotografiarse con niños desnutridos que juegan a cien metros de un centro de torturas mientras les beneficie, defraudan a Hacienda o publicitan una casa de apuestas».

 

He aquí uno de los orígenes de la celebración de la Supercopa de España en el régimen autoritario saudita, que compra con grandes cantidades de dinero lo que su prestigio desangra en asesinatos, torturas, ejecuciones y bombardeos. No es único. En el origen de esta celebración también podemos encontrar un terremoto mediático acaecido en España poco antes, entre agosto y septiembre de 2018, cuando el Gobierno español dirigido por el socialista Pedro Sánchez decidió vender 400 bombas a Arabia Saudí mientras esta continuaba perpetrando la mayor tragedia humanitaria del planeta en la actualidad: Yemen.

 

Entonces, con Arabia Saudí ofendida por la inicial cancelación de la venta de armas, se retractó públicamente. Isabel Celaá, entonces portavoz del Gobierno, afirmó que las bombas vendidas eran «de alta precisión y no se van a equivocar matando yemeníes»; Margarita Robles respondió que Arabia Saudí era «un país serio»; Josep Borrell —hoy vicepresidente de la Comisión Europea— aseveró que las bombas «dan en el blanco con una precisión extraordinaria»; y el propio Pedro Sánchez se justificó en la necesidad de «defender los intereses de España».

 

En total, Arabia Saudí pagó 40 millones de euros por la Supercopa de España, de los que 6,8 millones de euros han sido repartidos al Real Madrid y al F.C. Barcelona; 4 millones, al Atlético de Madrid; y 2,5 millones, al Valencia.

 

La sombría modernización saudita

 

Mientras los futbolistas arreaban con fuerza y precisión el esférico tras sufridas carreras y pugnas, en Arabia Saudí no paran de crecer las ejecuciones. Pero ellos carecen, obviamente, de responsabilidad alguna en el asunto, pues son profesionales que lo mismo viajan a uno de los lugares más pobres del planeta para fotografiarse con niños desnutridos que juegan a cien metros de un centro de torturas mientras les beneficie, defraudan a Hacienda o publicitan una casa de apuestas —lo primero redunda en su imagen y lo segundo reporta considerables beneficios—.

 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España. «Podemos estimar que casi 200 personas fueron ejecutadas en 2019, lo que no recabó mucho más interés para los medios de comunicación occidentales que la feliz noticia de la expedición de permisos de conducir a mujeres o el reciente permiso para que las féminas puedan entrar en recintos deportivos».

 

En el año 2019 la cifra creció de los 37 ejecutados en abril —un crucificado y 36 decapitados— a los 122 en julio y los 160 en octubre, lo cual se situó en un registro récord —en 2018 fueron 149, de los que la mitad eran extranjeros; y en 2015 se alcanzaron 157, lo que supuso que entre 2015 y 2018 las ejecuciones fueran las más numerosas desde 1992—. Podemos estimar que casi doscientas personas fueron ejecutadas en 2019, lo que no recabó mucho más interés para los medios de comunicación occidentales que la feliz noticia de la expedición de permisos de conducir a mujeres o el reciente permiso para que las féminas puedan entrar en recintos deportivos.

 

A comienzos del año pasado, un estudio de la ONU calculó que en Yemen habían fallecido desde el comienzo de la guerra un total de 233.000 personas, de las que 140.000 eran niños menores de cinco años —la ACLED cifraba los fallecidos en 91.600—. No solo eso, el país ha quedado devastado y posiblemente sea —incluso a medio plazo— irrecuperable, pues las pérdidas entonces se cifraban en 89.000 millones de dólares, cuando su PIB se situaba en 26.914 millones de dólares. Casi cuatro veces el PIB anual en pérdidas. No solo eso, sino que si el conflicto se alargaba a 2022 la cifra de muertos estimada se situaría en casi el medio millón —482.000—. Es decir, casi un cuarto de millón de niños muertos antes de cumplir los cinco años de edad.

 

‘Fake news’ para el postpartido

 

La falta de escrúpulo alcanza límites insospechados, por lo que en un escenario tan tétrico como el relatado, el Partido Popular —partido que solo entre 2013 y 2017 vendió armas a los sauditas por valor de 1.400 millones de euros en pleno conflicto bélico en Yemen y que incluyen una parte de los sobornos de más de 100 millones de euros pagados en los últimos años— y sus medios afines —como El Mundo, Antena 3 o La Cope—, no han tenido otra ocurrencia que pretender convertir a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en una especie de ‘Juana de Arco’ del feminismo por acudir a la final de la Supercopa de España sin velo, algo que es absolutamente normal, pues las extranjeras están dispensadas de tal obligación moral —aunque La Cope mienta sobre esta cuestión al afirmar que «las mujeres extranjeras, al igual que en otros países árabes, están obligadas a cubrirse la cabeza con un velo si desean mostrarse públicamente. Algo que Díaz Ayuso rehusó hacer…»—, como lo demuestran las decenas de visitas de mandatarias internacionales a Arabia Saudí, en las que no portaron velo alguno —el protocolo dispensa a las mandatarias de cubrirse—. Valga como ejemplo la protagonizada por Angela Merkel en 2017.

 

No parece que la situación de la mujer en Arabia Saudí, país que se encontraba situado en el año 2018 en la posición nº 141 sobre 149 países en el Índice Global de la Brecha de Género, sea la mejor para la fabricación y difusión de ‘fake news’ con finalidad propagandística.

 

«Fútbol es fútbol», que decía Vujadin (Boskov)

 

El deporte une, el fútbol educa. Respect. ‘No al racismo’, que dirían la UEFA y la FIFA. Pero sí al desastre humanitario, las ejecuciones, los asesinatos y las torturas si hay dinero suficiente encima de la mesa. ‘Maldini’, uno de los periodistas deportivos más conocidos del panorama deportivo español, afirmaba en Marca que para él había sido «una gran Supercopa de España» mientras la mayoría de futbolistas y medios manifestaban su alegría, tristeza, satisfacción o decepción en función del resultado. Sentimientos que a buen seguro los muertos, heridos, asesinados, torturados, encarcelados o torturados no compartirán. «Fútbol es fútbol», que decía Vujadín (Boskov).

 

El año pasado, Jorge Olguín, campeón del mundo con —y en— Argentina en 1978, explicó en referencia al mundial celebrado y a lo que este ocultó —secuestros, torturas o asesinatos que se producían en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), a escasos metros del estado de River Plate— que «hubiéramos deseado, cuando nos enteramos de estas cosas, que todo el país estuviera detrás del triunfo, pero había muchísima gente que sufría. Lo siento de corazón… Nosotros realmente no teníamos la menor idea, como no la tenía muchísima gente del país».

 

(RT)