Un año entero estuvieron Jesús Reyes y Víctor Hugo Rivera inmersos en el barrio Altos de Lídice, rodando de la manera más imperceptible que pudieron centenares de minutos de la actividad cotidiana de la comuna socialista que lleva el nombre de este sector de la parroquia La Pastora. El resultado es un documental de unos 90 minutos en el que se muestra la gestación de esta criatura, fruto de la organización de la gente. No es una aproximación turística ni propagandística, sino un testimonio transparente, incluyendo las contradicciones que son naturales en estos procesos.

 

Reyes, realizados audiovisual formado en la Universidad Nacional Experimental de las Artes, contó en Cara a cara algunos pormenores de esta experiencia creativa. A continuación, una versión del diálogo: 

 

-¿Cómo fue el trabajo de estar sumergidos en la dinámica del barrio durante más de un año?

 

-Para lograr el resultado que tenemos de una hora y media de documental, sin que el espectador pueda sentir aburrimiento o quiera levantarse, recopilamos material durante más un año. Fue un año de rodaje y otro año de montaje, siempre sumándonos a las dinámicas de los Altos de Lídice y entendiendo que necesitábamos construir un imaginario visual diferente. Siempre hemos hablado de un pensamiento visual independiente y eso lo hemos buscado sumándonos desde el respeto y desde nuestra concepción como artistas y realizadores. La concepción de cada realizador depende de su clase social o de cómo interpreta la realidad. Es algo que decía Eisenstein: la manera en que se construyen las imágenes está determinada por la clase social de la que proviene el cineasta. Nosotros no somos un ente externo de la comunidad, somos gente de barrio, tanto Víctor Hugo Rivera (sonidista) como yo fuimos construyendo el discurso desde el respeto y la dignidad, asumiendo que somos la mano de obra más barata del mercado. Estamos totalmente orgullosos de haber podido aportar a la cultura visual de nuestro país.

 

-¿Cómo se logra captar la autenticidad, que la gente se mantenga espontánea en un escenario donde hay cámaras y luces?

 

-Fue siempre desde el respeto. Como dice Althusser, la técnica deduce una ideología. Lo entendemos nosotros desde que éramos estudiantes y ahora, ya egresados. Debemos mantener al pie de la letra el pensamiento que tenemos. Ni siquiera nos hacemos sentir en la dinámica de la comunidad. No les decimos a las personas que tomen tal postura o que eso que dijo no debe decirlo… En el cine nacional a veces no se quiere evidenciar la contradicción que existe en los espacios. Nosotros creemos que hay que mostrarla porque la contradicción es lo que hace reflexionar y avanzar hacia un país nuevo. La primera secuencia de la película es toda una contradicción, es una pelea porque es la manera que tenemos de ir hacia adelante, es la manera de mostrar el proceso de cómo fue avanzando la comuna. Fue determinante llegar a la comuna cuando se estaba construyendo. Vimos el proceso completo desde una idea hasta los resultados que se buscan, que es el bienestar social para toda una comunidad, la de los Altos de Lídice.

 

-La actividad de las comunas, los consejos comunales, los CLAP ha llamado la atención de muchos realizadores extranjeros, por lo que ha surgido una suerte de turismo audiovisual. ¿Cómo hicieron ustedes para diferenciarse de eso?

 

-Bueno, pelee mucho con Jesús García (vocero de la Comuna Socialista Altos de Lídice) el hecho de que otros realizadores abordaran la misma realidad. Pero hay una diferencia enorme: nosotros pertenecemos a la comunidad, aunque seamos de otros barrios. Un agente externo tiende a ver la cosa como un espectáculo, mientras nosotros no porque buscamos la contradicción. Por ejemplo, los otros realizadores pueden ver la farmacia comunitaria como un gran espectáculo, mientras nosotros tenemos nuestra propia visión, sin competir y siempre respetando a los otros realizadores. La realidad venezolana da para mucho y para todos. Es un tema que está en boga, nosotros no entramos en contradicción con ellos. Por el contrario, estamos agradecidos por sus trabajos porque se muestra la organización del ciudadano venezolano para sobrevivir. En otros países, la gente no se reúne para enfrentar situaciones de crisis como sí lo hacen los habitantes de Altos de Lídice.

 

-¿Algún momento crítico durante ese año de rodaje?

 

-Un aspecto importante es el funcionamiento de la Mesa de Salud. Ella es la que impulsa todos los procesos dentro de la comuna. Incluye alrededor de 30 mujeres, amas de casa, con responsabilidades, con esposos, con nietos… se reunieron y dijeron: “Vamos a echar pa lante esto”. Luego de tener ese ejemplo, otras personas se van sumando a las actividades. Si las personas no ven resultados en la organización, no se suman. Como la Mesa de Salud da muchos resultados, otra gente empieza a sumarse  a los diversos comités. Ese aspecto es entonces muy crítico. Ahora, insisto en que las contradicciones que se dan se muestran en la película. No es color de rosa el trabajo comunitario, hay muchos roces entre las personas, aparece siempre el problema del ego, está la cuestión de la contraloría. Son muchos factores los que afectan el día a día de las personas, pero se tiene que seguir adelante, construyendo, y nosotros estuvimos allí como testigos fieles de esa realidad.

 

-Viendo la película ya hecha, ¿cuál dirías que es la parte más conmovedora?

 

-¡Ahh! Cuando veo la película, siento por toda ella un gran afecto porque en muchos momentos pensé que no iba a ser posible terminarla. Desde que éramos estudiantes debatimos sobre cómo construir una imagen que sea diferente incluso al mismo espacio donde está construida. Nosotros trabajamos siempre buscando la poesía en las imágenes. Hay una parte muy conmovedora, al inicio de la tercera secuencia, que son rostros de nuestra gente. Es imposible que quien los vea no se sienta afligido por esa realidad. Esa parte es muy conmovedora. 

 

-Eres egresado de la Unearte, ¿qué importancia tuvo la formación que te dieron allí para el trabajo realizado en este documental?

 

-Eso tiene dos aspectos: la formación que te pueden dar los profesores, que fue muy buena, excelente, totalmente gratuita. Estuve becado, con Internet gratis, copias gratis, acceso a libros. Fue una oportunidad que se presentó y no la desperdicié. Está también el otro aspecto, que es lo que tú quieres reflejar en tu trabajo. Fuimos siempre muy críticos, desde los tiempos de estudiantes, y hemos visto muchos materiales. Por eso sabemos lo que queremos hacer y lo que no queremos hacer. Es importante seguir formándose porque nos dominan más por la ignorancia que por la fuerza y mientras sigamos formándonos vamos a entender mejor la realidad y vamos a tener una interpretación diferente a la que pueda tener una persona externa, en proceso de formación o sin ninguna formación. Ese es uno de los aciertos de este proceso revolucionario: que le dio oportunidad a muchas personas de formarse. Nosotros, como gente del barrio, no hubiésemos tenido jamás acceso a una escuela de cine, a menos que la pagáramos.

 

-¿Cómo se integran los jóvenes a la dinámica de las comunas, si están bombardeados por un discurso completamente opuesto al del colectivismo y a ayudar al otro?

 

-Es difícil, incluso después de 21 años de gobierno. Seguimos mediatizados por los mismos agentes de comunicación que, simplemente, nos bombardean, y nosotros recibimos esos mensajes y asumimos que son reflejo de la realidad. De la presencia de los jóvenes hay varios ejemplos dentro de la comuna que están reflejados dentro de la película. Uno es el trabajo de Jesús García, quien lleva todo el peso de la comuna, siendo muy joven. Hay otro ejemplo, de una chica llamada Betsy, que en algún momento estuvo encargada de la farmacia… ¡Es que tenemos que hacerlo! Cuando tú entiendes que el país se te va a ir de las manos si no haces algo, aunque sea mínimo, un grano de arena. No todos lo entienden, pero los pocos que lo han entendido, se han sumado a la marcha, y eso está reflejado en la película. Ojalá fuesen más los jóvenes que se sumaran a iniciativas como esa… sin dejar la rumba, claro…

 

-¿Cómo ha sido recibida esta película en el plano internacional y cómo se hace para verla?

 

-No quiero sonar a que soy un resentido, pero al principio mucha gente decía que nadie se iba a interesar en la película porque es muy esteticista. Desconfiaban de nosotros, y es lógico porque somos jóvenes. Si tú ves una reunión del cine nacional, casi todos los que vas a encontrar allí son personas de la tercera edad. Nosotros no tenemos cabida… Pero ahora hacemos temblar al mundo con la reacción a esta película: la pasaron en Chile, la quieren en Rusia, en Nueva York, en Brasil, en Francia, en África, en muchos países latinoamericanos… Aquí tuvo una recepción efectiva y solidaria porque las personas se ven reflejadas en la película. El día que la estrenamos hubo algunos comentarios adversos porque no todo  el mundo está acostumbrado a verse reflejado en una pantalla. Alguna gente se problematiza con el hecho de que somos mestizos, de que ese mestizaje tenemos que asumirlo porque viene de demasiado tiempo atrás. No somos alemanes puros ni tiene sentido querer ver solo a personajes al estilo de Jennifer López o a Marc Anthony en la pantalla. Nosotros traemos la realidad de una manera muy independiente. Logramos la película gracias a la colaboración de muchos amigos de afuera porque si esperamos por alguna institución del cine encargada de financiar los proyectos no hubiésemos podido hacerla porque no significamos nada para ellos.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)