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Contumacia, llaman en el ámbito jurídico al empeño que muestra alguien en seguir cometiendo un delito o falta o incidiendo en un error. Tal es la actitud que han asumido los principales dirigentes de la MUD en sus esfuerzos por lograr que más países se sumen a las sanciones ya dispuestas por Estados Unidos contra el pueblo venezolano.

 

Mientras más los acusan de ser traidores a la patria, más giras políticas realizan Julio Borges y otros integrantes de la élite antichavista para tratar de que las naciones de Europa imiten a EEUU (cosa nada difícil, es lo que casi siempre hacen) en esto de bloquear a Venezuela.

 

Mi segunda politóloga favorita, Eva Ritz Marcano, me dice que los dirigentes de la derecha, luego de cuatro meses de violencia foquista y de dos jornadas electorales muy significativas (la del plebiscito opositor y el simulacro del CNE, el 16 de julio; y, sobre todo, la elección de los constituyentes, el 30 de julio), se convencieron de que su única opción para llegar al poder es que los gringos quiten al gobierno bolivariano y pongan a uno de ellos.

 

Entendieron que ni por la vía de la lucha callejera ni por la medición en elecciones van a cumplir su capricho. Entonces, siendo coherentes, se han ido por el mundo a lloriquear y a pedir que otros países le apliquen el ácido a Venezuela, aunque toda persona medianamente sensata entiende que quien va a pagar por eso es la colectividad nacional.

 

Según Eva, la apuesta de tipos como Julio Borges es que, luego de una etapa inicial de repudio contra ellos por haber actuado de una manera tan desleal, el pueblo estará lo suficientemente desesperado por los efectos del bloqueo de EEUU y otras naciones, y por ello superará el asco y el desprecio que siente y comenzará a mirarlos como su tabla de salvación.

 

“Es bastante vergonzoso, pero estos líderes, que antes se han comparado hasta con Mandela, ahora se han resignado a ser una versión venezolana de Violeta Chamorro”, dijo la experta, recordando que ese personaje es una señora, bastante nula en cualquier sentido, a la que los nicaragüenses le dieron el poder con la esperanza de que los gringos dejaran de torturar al empobrecido país centroamericano. Fue algo así como que el pueblo dijo: “¡De acuerdo, ustedes ganan, para que ya no nos dejen en paz más somos capaces de votar por quien sea… hasta por esa doña!”. No es una manera muy honorable de ganar el favor del electorado, pero está claro que los mudistas no tienen muchas opciones.

 

Tanto Ritz Marcano como otras personas cuya opinión valoro creen que si bien el gobierno podría aprovechar con éxito los efectos iniciales de las sanciones para culpabilizar a la oposición, en un plazo mediano se le podría revertir la situación.

 

El pueblo, llevado a un extremo de dolor, hambre, carencias y calamidades varias podría respaldar una opción electoral de la derecha que se vendiera como la única capaz de apaciguar al imperio y restablecer nuestras buenas relaciones, aunque eso implique la indignidad de convertirnos en otro perrito echando en la alfombra, como bien lo ilustró el presidente peruano Pedro Pablo Kuczinsky, orgulloso (por lo visto) de ser uno de esos canes.

 

“Es cierto que hemos pasado por situaciones terribles, como las de la falta de alimentos desde 2015 y las guarimbas de 2017, sin que el pueblo dé señales de rendirse, pero nadie sabe lo que puede venir cuando se haga sentir lo peor de las sanciones estadounidenses”, dice mi asesora.

 

Aunque me lo imagino, le pregunto a Eva qué persona en particular va a desempeñar el rol de Violeta Chamorro, y ella, con una sonrisa irónica me responde: “Ese papel no se lo quita nadie a Julio Borges”.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])