En medio de todos los temores, las cuarentenas y el acopio de comida, ha sido fácil ignorar el hecho de que más de 60.000 personas se han recuperado del coronavirus que se está propagando por todo el mundo.

 

COVID-19, la enfermedad provocada por el virus, puede causar síntomas de diversa gravedad y es especialmente problemática en ancianos y gente con problemas de salud previos, que podrían sufrir efectos más severos, incluyendo neumonía. Pero en la mayoría de los contagiados, el coronavirus deja apenas síntomas leves o moderados, como fiebre y tos, y la inmensa mayoría se recupera.

 

Según la Organización Mundial de la Salud, los pacientes con casos moderados de COVID-19 se recuperan en unas dos semanas, mientras que aquellos que presentan un cuadro más severo podrían tardar entre tres y seis. En la China continental, donde se detectó por primera vez el virus en diciembre, de las más de 80.000 personas diagnosticadas, más de 58.000 se han recuperado ya.

 

Como la diferencia en su impacto puede ser tan grande, las autoridades médicas globales tienen la difícil tarea de alertar a la población sobre los peligros del coronavirus sin crear pánico.

 

Las consecuencias generales del brote han sido abrumadoras: sacudió los mercados bursátiles de todo el mundo; llevó al precio del petróleo a su mayor caída porcentual desde el inicio de la Guerra del Golfo en 1991, e hizo que Italia e Israel impusieran nuevas restricciones ante la cercanía de la Semana Santa.

 

Pero incluso algunos de los pacientes más vulnerables pueden recuperarse del COVID-19.

 

El padre de Charlie Campbell, Eugene Campbell, de 89 años, fue diagnosticado con el coronavirus y está hospitalizado en Edmonds, Washington. Su doctor es moderadamente optimista, dijo Charlie, apuntando que “en circunstancias normales, le daría de alta, pero estas no son circunstancias normales”.

 

Eugene Campbell llegó al hospital desde Life Care Center, una residencia de ancianos en Kirkland ligada a 19 de las 23 muertes por el virus en el estado de Washington.

 

“Fuimos a verlo ayer y parecía estar bastante bien”, apuntó Campbell, agregando que respiraba con normalidad y que sus signos vitales y sus pulsaciones son buenos. “Podría ser la persona de más edad que se recupera del coronavirus”.

 

Para algunos de los que han estado en cuarentena, la ansiedad y el miedo a ser estigmatizados por amigos, vecinos y compañeros de trabajo les hacen ser reticentes a reconocer incluso el más mínimo impacto en su salud. Los pacientes entrevistados por The Associated Press _todos pasajeros del crucero Diamond Princess que estuvo en cuarentena en Japón_ describieron los síntomas como no más graves que los de un resfriado normal o una gripe.

 

“Ha sido un 2 en una escala de 10”, señaló Carl Goldman, hospitalizado en Omaha, Nebraska, desde el 17 de febrero tras desarrollar una fiebre de casi 39,5 grados Celsius (103 Fahrenheit) en un vuelo desde Japón organizado por Estados Unidos.

 

Goldman se mantiene hidratado con Gatorade. Dice que seguía tosiendo más de dos semanas después de caer enfermo, pero probablemente solo habría faltado un día a su trabajo de haber sido diagnosticado con un resfriado o la gripe. Se mantiene activo caminando por su habitación y trata de cumplir con la rutina que tenía antes del coronavirus de dar 10.000 pasos diarios.

 

“Comprendo totalmente que aquí es donde necesito estar y que tengo que librarme de esto antes de recibir el alta”, afirmó.

 

Greg Yerex, quien fue diagnosticado junto a su esposa, Rose Yerex, en el Diamond Princess, contó que no tenía síntomas y que se sentía tan sano como cualquier otro día.

 

“Si estuviese en casa, estaría haciendo todo lo que hago normalmente”, señaló en una entrevista realizada a través de llamados de Facebook cuando la pareja estaba hospitalizada en Nagoya, Japón. Rose Yerex dio negativo cuando llegó al centro médico.

 

Para Greg Yerex, la salud mental de la pareja fue lo que afrontó el mayor reto durante la cuarentena, aislados de su familia y amigos y privados de cualquier contacto humano directo.

 

“Es como ser un reo”, dijo. “Caminas, te preocupas, te inquietas, te imaginas todo tipo de cosas. No tienes ningún control”.

 

Greg Yerex dijo que él y su esposa, que ya han recibido el alta, tienen previsto acudir a terapia para superar el estrés mental que experimentaron.

 

Otra pasajera del crucero, Rebecca Frasure, sabe cómo se sienten.

 

“No pudo hablar con nadie”, dijo en una llamada de Facebook cuando estaba ingresada en Nagoya. “Tengo una pequeña ventana en mi habitación, pero no puedo salir. El único contacto que tengo es a través de mensajes de Facebook. No le desearía esto a nadie”.

 

Para Frasure, una de las cosas más frustrantes era esperar por los resultados de las pruebas. Los pacientes diagnosticados con el virus deben tener dos negativos consecutivos para poder dejar la cuarentena.

 

Frasure tiene ya el alta, pero está preocupada por ser estigmatizada por su comunidad.

 

“¿Van a tener miedo?”, se preguntó. ”¿Van a criticarme por estar en casa o pensar que traje el virus conmigo?”.

 

 

(AP)