Los ministros de Finanzas europeos de los países cuya moneda es el euro se han emplazado de nuevo para el 9 de abril, dada la esterilidad del encuentro, el tercero desde que estalló la crisis del coronavirus. El presidente del Eurogrupo, el portugués Mário Centeno, presentó al inicio de la reunión un proyecto de plan: utilizar 250.000 millones de euros del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), otros 200.000 millones del Banco Europeo de Inversiones para las empresas, y 100.000 más para ayudar a los países miembros en la ejecución de ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) mediante el sistema de reaseguro de empleo (SURE).

 

Pero el Eurogrupo se ha mostrado incapaz. Las posiciones están encontradas y los polos están claros. En uno está Holanda y en el otro Italia. A la primera le siguen Alemania, Austria y Finlandia, y a la segunda España, Portugal y Francia. Italia y España siguen reclamando la emisión de deuda mutualizada, los famosos coronabonos. Pero, además, los italianos rechazan utilizar el MEDE para obtener liquidez, dado que su memoria reciente asocia este fondo de rescate con la llegada  de «hombres de negro» que controlan la ejecución de un duro programa de reformas y la pérdida real de soberanía del país.

 

Por el momento, las diferencias estriban en las condiciones a las que se supeditaría la ayuda en forma de líneas de crédito. Holanda no está en contra de que una parte del dinero se entregue sin condicionalidad, aunque para la otra habría condiciones y un sistema de supervisión. Pero ni Italia ni España desean aceptar un préstamo al precio de un rescate, con los dolorosos recortes que esto implica.

 

La condicionalidad de toda ayuda parece ser la piedra de toque. Holanda afirma que esta tiene que ser condicionada y, sobre todo, se opone  a la idea de la emisión de coronabonos: «Creemos que eso creará más problemas que soluciones para la UE. Tendríamos que garantizar las deudas de otros países, lo cual no es razonable. La mayoría del Eurogrupo comparte esta opinión y no los apoya», escribió el ministro holandés, Wopke Hoekstra en su cuenta de Twitter.

 

Sobre la conveniencia de los coronabonos, el economista Fernando Luengo explica que el BCE debería monetizar la deuda pública adquiriéndola directamente de los gobiernos, «incorporarla a su balance y convertirla en deuda perpetua a tipo de interés cero», escribe en su blog y en el diario Público, defendiendo que la UE se guíe por criterios de excepcionalidad:

 

«La financiación aportada de esta manera no supondría un aumento de la deuda pública, por lo que el margen de maniobra de los Estados, ahora y en el futuro, mejoraría de manera sustancial», explica.

 

El Parlamento de los Países Bajos ha facultado a Hoekstra para denegar la posibilidad de los coronabonos en cualquier circunstancia. Francia, y también España, proponen una solución intermedia, como la creación de un fondo común de solidaridad, una especie de instrumento con capacidad para emitir deuda. Por otra parte, sorprenden las declaraciones del ministro de Finanzas de Alemania, Olaf Scholz, quien afirma que el acuerdo está prácticamente suscrito a falta de un consenso unánime. «Hemos avanzado mucho, pero no hemos terminado», declaró a los medios, señalando que el acuerdo será suscrito «antes de Pascua».

 

Dimisión sonada

 

Mientras el Eurogrupo se mostraba incapaz de consensuar una postura común, el presidente del Consejo Europeo de Investigación, el profesor italiano Mauro Ferrari, ha dimitido de su cargo. El motivo ha sido que Bruselas no ha accedido a organizar un programa conjunto de lucha a gran escala contra la pandemia de COVID-19. Así se lo hizo saber mediante una carta dirigida el 7 de abril a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

 

(RT)

 

 

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