Las estrategias discursivas de la llamada “prensa libre” y de los influencers opositores en estos días nefastos para su patrono, Estados Unidos, merecerán estudios académicos muy serios en el futuro, cuando pase la pandemia.

 

(Por cierto, decir que medios y comunicadores opositores son pagados por la USAID y otras agencias de EEUU no es, en absoluto, una expresión difamatoria. Debemos recordar que fue el enviado especial para Venezuela del gobierno de Donald Trump, Elliott Abrams, quien reveló voluntariamente que tales “agencias” financian a lo que él llamó “la prensa libre”).

 

Los actores comunicacionales pagados por el imperio han tenido que hacer grandes maromas para mantener su línea editorial contra Venezuela. Veamos algunas de esas contorsiones informativas y de opinión:

 

Los números son falsos

 

Uno de los grandes problemas que han debido enfrentar los integrantes de la “freedom press” y los influencers antirrevolucionarios es el hecho de que la estrategia venezolana contra el coronavirus ha tenido resultados mucho mejores que las de EEUU, Europa y los gobiernos del Grupo de Lima.

 

El hecho de que quienes dirigen estos medios o ejercen su influencia en centenares de miles o millones de seguidores consideren como una circunstancia adversa que a Venezuela le vaya bien, que no haya habido una catástrofe humanitaria, revela su baja calaña moral. Pero ese es otro tema. Lo cierto es que, bajo la premisa de que ese buen resultado es inconcebible, han trabajado sus materiales “periodísticos” y opiniones en dirección a negar la validez de las estadísticas oficiales, a pesar de que son certificadas por la Organización Mundial de la Salud y pese, también, a que sería realmente complicado, esconder una crisis sanitaria de la magnitud que existiría si fuese cierto que el gobierno oculta los verdaderos resultados. Por lo ocurrido en otras naciones, incluyendo EEUU, está claro que es imposible de ocultar una tragedia de esa magnitud.

 

Para generar la matriz del escepticismo sobre las cifras, tienen a su favor la incondicional credulidad de sus audiencias e influidos, quienes están dispuestos a aceptar otros números, aunque carezcan de fuentes y no tengan un respaldo la realidad.

 

No han dudado en utilizar como sustento de sus matrices cualquier fake news, como las fotos de personas que han fallecido por otras causas en la vía pública y que estos “informadores” le atribuyen al Covid-19.

 

Fuera de Venezuela (porque una parte de la “freedom press” opera desde fuera y para el resto del mundo) han utilizado las imágenes dantescas de Ecuador, con cadáveres incinerados en las calles, diciendo que se trata de Caracas u otras ciudades venezolanas.

 

El vaticinio como noticia

 

Otra de las estrategias discursivas de la “prensa libre” y los influencers opositores es una práctica antiperiodística en esencia: darle más peso informativo al pronóstico de lo que eventualmente podría ocurrir que a lo que efectivamente está ocurriendo.

 

Este ejercicio equivaldría a tener enfrente un gran incendio y escribir una “noticia” acerca del incendio que, según unos expertos, se va a producir dentro de unos días en otro lugar.

 

Así, las informaciones sobre los tremendos impactos del coronavirus en EEUU, Europa y los países del Grupo de Lima quedan en segundo plano, frente a las profecías que anuncian un balance apocalíptico en Venezuela a corto plazo.

 

Como apoyo de este tipo de maniobras comunicacionales, sus ejecutores cuentan con el descaro sin límites de los funcionarios de EEUU y otras naciones, dispuestos a mentir y manipular desembozadamente. Tal fue el caso de Carrie Filipetti, subsecretaria de Estado para Cuba y Venezuela, quien en pleno estallido de la pandemia en su país, dio una rueda de prensa para vaticinar una hecatombe en Venezuela, que la convertirá, según esa visión, en amenaza para toda la región.

 

Sí… pero no hay gasolina

 

Táctica muy utilizada por este sector comunicacional es abandonar el terreno donde les está yendo mal y atacar desde otro, con la finalidad de desestabilizar y crear zozobra.

 

En estos días, una de estas vías de escape ha sido el problema real que padece el país respecto al abastecimiento de combustible. Entonces se recurre a una falacia de causa falsa, según la cual la política pública contra el coronavirus puede considerarse fracasada porque hay una crisis de gasolina.

 

Algunos son un poco más sutiles y mezclan este elemento con los vaticinios ya estudiados. Dicen que lo que se ha logrado hasta ahora se derrumbará debido al caos que está generando la falta de combustible.

 

Como hecho colateral, los medios de la “prensa libre” y los influencers opositores son militantes furibundos de la causa de las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo estadounidense, pero se niegan a admitir que esos factores son la causa principal del actual desabastecimiento de gasolina.

 

Retorno de emigrados: alguien que critique, por favor

 

Las dificultades de los soldados comunicacionales de la derecha se han agudizado debido a la reversión de uno de sus fenómenos emblemáticos: la emigración o, como gustan llamarla, la “diáspora”. La amenaza real del coronavirus en países vecinos y las expresiones de xenofobia más deplorables que se han agudizado con la pandemia, han hecho que una buena cantidad de nacionales haya decidido volver a Venezuela.

 

Se trata de un golpe duro a su matriz de opinión acerca de masas que huyen de la hambruna y la persecución política, pues no se entiende cómo pretenden volver al infierno. Entonces, para no quedar tan mal parados, los medios e influencers al servicio de EEUU se afanan en encontrar errores, fallas e injusticias en el operativo de readmisión. Por ello han buscado desesperadamente alguien que hable mal, que se diga maltratado, que se queje del proceso sanitario y policial que se sigue en la frontera o que cuestione la cuarentena obligatoria.

 

Esta semana encontraron un clavo ardiendo del cual agarrarse: el toque de queda en los municipios fronterizos, medida que les ha permitido volver a sus tradicionales señalamientos sobre autoritarismo y dictadura, ello a pesar de que en estos tiempos de pandemia, hasta en Miami ha habido toques de queda.

 

Especial escozor les ha causado el caso de los venezolanos varados en Miami, que ahora serán repatriados mediante vuelos de Conviasa a México, coordinados por la cancillería venezolana y obstaculizados hasta el cansancio por la administración Trump.

 

La realidad de los hechos conspira contra esos esfuerzos, pues por el contrario, en gruesos sectores de la opinión pública se está criticando al gobierno por tratar con tantas amabilidades a personas que, en muchos casos, se fueron despotricando del país y, en general, militan en la oposición.

 

Comportamientos maníaco-depresivos

 

Como consecuencia de estos esfuerzos adicionales que han debido hacer para criticar a un país que ha tomado las medidas adecuadas de manera oportuna, los medios “libres” y los influenciadores de la derecha muestran síntomas de desarreglos mentales más o menos severos.

 

Algunos se han visto obligados a desdecirse de la manera más flagrante, aunque claro, es algo que nunca admiten. El caso más caricaturesco es el de la influencer que criticó al gobierno de Maduro por ordenar el uso de mascarilla a toda la población, alegando que era una exageración absurda; y luego, cuando se adoptó (muy tardíamente) la medida en EEUU, la aplaudió, diciendo que debe hacerse así porque muchos de los contagiados del coronavirus son asintomáticos y pueden infectar a otras personas.

 

Otros, presionados por sus audiencias, han tenido que recomendar –a regañadientes- que los varados en Miami y otras localidades de EEUU gestionen con “la dictadura” su retorno a Venezuela.

 

En ese mismo espectro de inestabilidad emocional se anotan los personajes ya mencionados, que defienden a capa y espada las llamadas “sanciones” contra Pdvsa, pero lloran con amargura la falta de combustible.

 

No faltan lo que critican la decisión de las autoridades educativas de no reanudar las clases presenciales durante el resto del año escolar, pero hubiesen puesto el grito en el cielo, a nombre de sus propios hijos, si otra hubiese sido la directriz.

 

Ataquen al disidente

 

En medio de la búsqueda exasperada de temas que hagan aunque sea algo de daño al gobierno, algunos llegaron a extremos cuestionables incluso desde el punto de vista de la ética de las redes sociales, como lo es incitar a sus seguidores a que ataquen a un tercero, debido a opiniones consideradas blandas o conciliadoras.

 

Uno de los que experimentó la furia de las huestes de influenciados fue el locutor Gustavo Pierral, quien comentó positivamente el orden existente en la estación de servicio a la que acudió para surtir gasolina.

 

Varios influencers propiciaron que lo lapidaran al lanzar supuestas encuestas acerca de lo que, después de todo, era una simple opinión, emitida como un ciudadano cualquiera. La jauría lo atacó con los más diversos argumentos ad hominem, siendo el más irracional de ellos el de la edad del comunicador.

 

Luego de ser apedreado sin misericordia por haber discrepado de la línea de la “prensa libre” y los grandes gurús de las redes opositoras, Pierral escribió en su cuenta Twitter: “Qué tristeza me da ver que hay tanta gente en Venezuela llena de odio, que insulta , ofende, vacía, les hace falta la palabra de Dios, bajos de espíritu, se han perdido los valores, la justicia, el equilibrio, etc. Eres libre, no me leas , no me sigas, pero yo estoy en Paz y lleno de Dios”.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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