El pasado viernes 17 de abril en la noche, Juan Guaidó conversó, en vivo y públicamente, con el cantante Sebastián Yatra. “Puede que el tiempo nos aleje otra vez/ sin saber dónde estés/ pero el amor es más fuerte”, le canta el intérprete desde Medellín. No lo escuchan los migrantes venezolanos que, a esa hora, están esperando, en la frontera entre Perú y Ecuador, que las autoridades ecuatorianas les den permiso para proseguir, a pie, el camino que los trae de regreso a Venezuela. Mientras, desde Caracas, el autoproclamado balbucea al intentar un dúo con Yatra. Su fracaso es obvio. Apenas se le oye decir “pero el amor es más fuerte”.

 

Con suerte, los migrantes, algunos de los cuales fueron llevados por militares hasta la frontera, no escucharon esta última promesa de amor. Sería demasiado después de los ofrecimientos ilusorios que, por seguirlos, terminaron por llevarlos a quedar atrapados en esa alcabala, en medio de un frío espantoso y de la nada solidaria política de gobiernos de derecha que ahora no los dejan transitar por su territorio. Presidentes que antes auparon una operación de desestabilización contra el gobierno venezolano que hizo partir a muchos hacia destinos inciertos. Hasta Michelle Bachelet, quien participó de esas campañas, pareció espantarse de tanta mezquindad y como alta comisionada de Derechos Humanos urgió a los gobiernos de la región, el pasado 16 de abril, a que permitan el regreso de personas a sus países de origen pese a los cierres de fronteras.

 

Los pocos varados no son los únicos que regresan. Ahora son miles los que hacen el camino de vuelta porque la pandemia los dejó sin trabajo, sin casa, sin nada. También miles los que se quedaron. Muchos siguen movidos emocionalmente por acciones coordinadas y secretas en las que participan buena parte de los gobiernos de América Latina, Estados Unidos y la oposición extremista venezolana. Y es que la situación de los migrantes que se van y vienen se está desarrollando en un contexto de alta complejidad. Veamos.

 

La migración puede ser un caballo de Troya

 

Hasta este sábado 18 de abril, casi 14 mil venezolanos habían ingresado por las fronteras, según indicó el Presidente Nicolás Maduro. Tras cumplir aislamiento preventivo de 15 días, 4.600 ya llegaron a sus estados, gracias a un operativo gubernamental que implicó la movilización de 100 autobuses y cinco aviones de la FANB, de acuerdo con el informe presentado el sábado por el protector de Táchira, Freddy Bernal.

 

Es una gran operación y no es para menos. La atención puesta a los puntos fronterizos busca evitar, en primer lugar, la diseminación del Covid-19 por parte de quienes están regresando. No son pocas las críticas contra ellos, muchos de quienes hicieron coro a la narrativa según la cual la situación de Venezuela es exclusiva responsabilidad del gobierno del Presidente Maduro y ahora regresan para ser recibidos con una dedicación que absorbe buena parte de los pocos recursos con los que cuenta la nación. El miércoles pasado, el primer vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, atajó el disgusto. “Cada quien pudiera juzgar y sentirse incomodo porque viene esa gente que se fueron de Venezuela. Bueno, este es su país… tuvieron sus razones para irse. Creyeron, fueron manipulados, lo que sea, pero este es su país y nosotros no le vamos a responder a ellos como ellos actuaron en algún momento… Ojalá vengan y cumplan su cuarentena para que protejan a su familia”.

 

Cabello da indicios de que no será fácil. El sábado, dos venezolanos llegados recientemente de Colombia fueron detenidos en Villa de Cura, estado Aragua, al negarse a cumplir con la cuarentena. Las alarmas sanitarias se dispararon, las políticas también. Y es que la segunda razón para tanta atención en las fronteras está relacionada con la posibilidad de una penetración de elementos irregularidades que busquen desestabilizar el país o diseminar el Covid-19, creando una situación de descontrol sanitario de proporciones desconocidas. Ya el 6 de abril, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, informó la detención de tres paramilitares y un mercenario –de los entrenados en campamentos de Río Hacha- quienes se colaron entre los migrantes en un intento por ingresar al país.

 

Contaminar o atacar objetivos estratégicos no es un escenario descabellado si prestamos atención a las acciones desestabilizadoras que ya se han desarrollado en Colombia y Brasil, a las operaciones militares anunciadas por Estados Unidos –país que logró la inclusión reciente de Colombia en la Otan- y a la definición de “amenaza híbrida” ofrecida por la analista europea Ana González- Paramo, en su trabajo ¿Crisis migratoria o amenaza híbrida?, de marzo pasado y en el que analiza la situación de las migraciones en Europa. Amenaza híbrida es “una acción coordinada y sincronizada que ataca deliberadamente las vulnerabilidades sistémicas de los estados democráticos y sus instituciones, a través de una amplia gama de medios (políticos, económicos, militares, civiles y de información). Tiene por objetivo influir en los diferentes mecanismos de toma de decisiones del adversario para favorecer o alcanzar los objetivos estratégicos del atacante. Estos van desde erosionar la confianza en sus instituciones a generar desconfianza en el sistema democrático o socavar la cohesión social”.

 

Los migrantes sirven de excusa a Colombia

 

“Se llama Pedro, es venezolano y paga en efectivo”. Así se inicia la nota que, el 10 de abril, publicó el diario El Tiempo de Colombia, en la que se refleja bastante bien la campaña sistemática contra Venezuela. ¿El fin? Hacer creer, con fuentes anónimas, que el gobierno del Presidente Maduro ejecutó una operación por la que contrataba autobuses, “engatusaba” a venezolanos que están viviendo en ese país y los llevaba hasta la frontera para que la “salten”. Más inverosímil que esta supuesta operación son los presuntos objetivos, según “fuentes de inteligencia” citadas en el trabajo: presionar para que le sea otorgada a Venezuela ayuda internacional o que “estén invitando a la repatriación de venezolanos en éxodo, ante los anuncios y movimientos de barcos de Estados Unidos” o “una estrategia electoral ante la presión de elecciones presidenciales”.

 

Dirigida a satanizar la respuesta del Presidente Maduro a la pandemia, esta falsa noticia, publicada por uno de los medios neogranadinos más influyentes, quedó anulada el 14 de abril. Ese martes, 200 venezolanos fueron trasladados de Cali a Cúcuta a través de un “corredor humanitario” coordinado por el alcalde de Cali. No fue “Pedro” quien pagó los costos de esta movilización, sino la propia alcaldía. Un día antes, la ministra del Interior de Colombia confirmó que más de 33 mil migrantes venezolanos ya habían regresado a su país a través de estos corredores temporales que permiten el tránsito pese al cierre de carreteras. Tanta bondad no fue gratuita y, una vez más, la migración venezolana le sirvió al gobierno de Iván Duque para pedir dinero en el extranjero. Así quedó claro en un comunicado del Ministerio de Salud, de esos mismos días, en el que se hace un “llamado urgente a la comunidad internacional para incrementar los recursos destinados a apoyar los esfuerzos de Colombia en la atención integral de los migrantes provenientes de Venezuela y las comunidades de acogida, especialmente en la superación de la emergencia generada por el Covid-19”. No es la primera vez. Y seguramente tampoco la última.

 

La “diplomacia humanitaria” de Guaidó

 

El miércoles de la semana pasada, el grupo extremista de Guaidó hizo pública la aprobación, por parte de su supuesta Asamblea Nacional, de un fondo “para la liberación de Venezuela y riesgo vital” que contará con 80 millones de dólares, obtenidos del robo de las cuentas del Estado venezolano en el Citibank, cuyos dineros fueron trasladados ilegalmente a la Reserva Federal de Estados Unidos.

 

Hasta el sábado, no se había informado si parte de esos recursos serán utilizados por los representantes del grupo en el extranjero, algunos de los cuales, ostentando supuestos cargos de “embajadores”, están triangulando ayudas de empresas privadas y de gobiernos para hacer proselitismo entre venezolanos de bajos ingresos que decidieron quedarse en el exterior.

 

Una revisión rápida a las cuentas en redes sociales de algunos de estos “embajadores”, hecha el 17 de abril, arrojó lo siguiente: El 5 de abril, Carlos Vecchio se vanaglorió de haber liberado a 567 venezolanos que estaban presos en Estados Unidos por razones migratorias y fue atacado por seguidores que aseguraron que el mérito fue de la periodista Patricia Poleo, verdadera protagonista de la iniciativa. En Colombia, Tomás Guanipa está haciendo una vaca para “ayudar a venezolanos en alta vulnerabilidad” y para ello abrió una cuenta en una plataforma de recaudación de fondos, pero hasta el 17 de abril apenas habían ingresado 566 mil pesos de los casi 200 millones que aspira recaudar.

 

Carlos Scull en Perú está repartiendo bolsas de comida, financiadas por empresas privadas y por una fundación evangélica estadounidense llamada Buckner International. El asunto ha generado confusión, pues la oficina de la ONU en ese país está haciendo lo mismo entre la comunidad venezolana. En Panamá, Fabiola Zavarce fue específica al informar que donó 3 mil botellas de agua a la policía de ese país, pero no precisó los detalles de su “coordinación de ayudas” a los venezolanos.

 

Las representantes guaidocistas en Brasil y Chile se conformaron con retuitear las informaciones los gobiernos de esos países. En Ecuador, René De Sola, no se anduvo por las ramas y el 4 de abril emitió un comunicado en el que informó que “nos encontramos a la espera de soluciones y respuestas sobre iniciativas que puedan favorecer a nuestra población más vulnerable ante esta difícil situación, una vez se logren los resultados que deseamos lo informaremos a nuestros compatriotas por los canales oficiales”.

 

Mientras los pocos venezolanos varados en la frontera de Perú esperaban por seguir camino para su casa, los poderosos intereses económicos, políticos y militares contra Venezuela se juntan en una nube gris de manipulaciones supuestamente “humanitarias”. Pero el amor, definitivamente, es más fuerte.

 

(Taynem Hernández / LaIguana.TV)

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