Sir Richard Branson tiene el agua al cuello: el magnate que elevó la discográfica Virgin a holding de ámbito internacional, está viendo cómo su imperio se resquebraja. Virgin es un conglomerado que incluye línea aérea, hoteles y cruceros, sectores especialmente golpeados por la crisis mundial de la COVID-19. Ante el colapso inminente, Branson no le queda más remedio que echar mano de Necker, su isla privada.

 

La caribeña isla de Necker, en las Islas Vírgenes Británicas, ha sido el hogar de Branson durante casi 40 años. Apenas un islote, estaba deshabitado hasta que la compró para levantar allí un hotel de lujo: según la prensa inglesa, alojarse en ella cuesta la absurda cifra de 45 mil 500 euros la noche.

 

A sus 175 empleados acaba de dirigirse por e-mail para ponerles sobre aviso: llegado el caso, y está cada día más cerca, deben estar preparados para cambiar de vida.

 

El magnate no ha recibido el apoyo gubernamental que esperaba para rescatar las compañías Virgin Atlantic Airways y Virgin Australia Holdings y no parece suficiente su compromiso de inyectar 250 millones de dólares deshaciéndose de buena parte de su colección de arte, joyas y diversas propiedades en Londres.

 

El índice Bloomberg le calculaba en febrero una fortuna en torno a 5 mil millones de dólares. Hoy la cifra se ha reducido a menos de la mitad y a números en una pantalla: con el mundo entero en estado de hibernación, la mayor parte de ese dinero no existe.

 

Richard Branson nunca ha sido un empresario común sino el espejo en el que se mira Elon Musk, dueño de Tesla: a sus 70 años, puede presumir de ser el primero en establecer una compañía de turismo espacial y de haber tenido una lista inacabable de invitados ilustres: la princesa Diana de Gales, Kate Winslet, el príncipe Harry, Mick Jagger, Ron Wood, Harrison Ford, Mel Gibson, Kate Moss, Mariah Carey, Robert de Niro y el expresidente Barack Obama, entre muchos otros.

 

(La Vanguardia)