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No es una broma. Y es que tras estar detenido desde el pasado 22 de marzo, el editor del Grupo Sexto Poder, Leocenis García, ha publicado una enigmática carta, cuyo destinatario es él mismo.

 

Luego de haber violado todas la prerrogativas que se le otorgaron, con una medida cautelar sustitutiva de libertad, y haber faltado unas siete veces a su presentación a tribunales, García ha tenido que pagar calabozo.

 

En su escrito, el autor se felicita por mantener su entereza y no frustrar sus sueños, al tiempo que se pide no reprochar ni a sus amigos por abandonarlo, ni a sus enemigos por atacarlo. Una carta para él mismo en momentos de ¿angustia?, ¿dolor?, ¿locura?

 

“En defensa de los sueños vuelve tus ojos al perdón, porque el día final sólo los soñadores han de ver las cosas poderosas edificadas bajo el imperio de la fuerza del espíritu”, se ha dicho a sí mismo García, en una especie de espaldarazo para sí mismo.

 

Acá la carta íntegra:

 

Estimado Leocenis:

 

Te escribo por primera vez, rendido a los muchos años, obligado por el destino, he sido consciente de tus pensamientos, decisiones y tus empedernidas ideas por la libertad, la igualdad, la democracia y todo cuanto en justa demanda del pueblo, los padres de la democracia anhelaron.

 

Me ha tocado –no sin quejarme en reiteradas ocasiones- compartir arrastrado por las circunstancias y las pasiones a las cuales te ha arrastrado tu osado espíritu, contestatario ante el poder y ante cualquier circunstancia, tus sueños por accionar, sin mediar palabras, la pobreza inmisericorde, al vacío de los silencios, de los niños honrados por la injusticia de nuestra sociedad.

 

Y arrastrado por las olas del destino, me toca ahora hablarte de tú a tú, de Leocenis a Leocenis, y no solo lleva tu nombre feliz y danzarina va atravesándote ante otros soñadores, otro Leocenis hasta que un día te alcance, y vendrá, estoy seguro, con una inscripción lapidaria “no se deben detener los sueños ni con la fuerza, ni con la envidia”.

 

A ti mientras media la llegada de ese día. Y como antesala a tu destino comparto tu quinta prisión en paz.  Destinada más allá de los horrores de la sombra, y habiendo encontrado el fin último del ser humano. Perdonar el látigo de la envidia, perdonar el gusto del odio, pero soñé todo, echar los odios al mar profundo, de donde nunca jamás han de volver a llenar nuestro espíritu y nuestra nación.

 

Sigue pues con tus balas de tinta, clamando por el día que abiertamente se nos niegue, donde no nos conduzca a la prisión, el día pronto por llegar donde el hombre y las mujeres de nuestra nación, sin renunciar a sus ideas, entiendan que no hay sentimiento más primitivo comparado con el odio.

 

Estimado Leocenis, has exhibido muchas veces, unos palmares de hombre creyente en la fuerza del espíritu. Haces bien en perdonar. Las evocaciones religiosas, es una fuerza más poderosa que uno. Estoy seguro, esa fuerza existe.

 

Leocenis, te escribía, para confesar ante la opinión implacable de nuestro pueblo, que esta atraviesa contigo, con tus ideas, con tu siempre entusiasta y aventurero deber de escalar la montaña y no sido fácil.

 

La suma de los días me ha enseñado, en honor a la verdad, a naufragar en tempestad de la vida. Aún en los días más duros de la tormenta, sabiendo que al final como en el himno de la libertad entonado por los padres de la democracia “el supremo autor” un sublime aliento ha de infundirnos.

 

Entonces a tus amigos, los pocos grabados en tu barco, hazle un tiempo siempre en lo más sagrado de tu corazón. Y perdónales sus ausencias, porque están ocupados en menesteres más urgentes. Y a tus enemigos sigue perdonándolos, pues el corazón es demasiado pequeño para llenarlo de odio. Los sentimientos viles, responsables de las ruinas de nuestra humanidad, de los hogares sin techo y de las mesas sin pan.

 

En defensa de los sueños vuelve tus ojos al perdón, porque el día final sólo los soñadores han de ver las cosas poderosas edificadas bajo el imperio de la fuerza del espíritu.

 

En asunto pues, es entre la bala y el diálogo, calificado así por Malcon X. El asunto es entre el plomo o la plata, advertido por Numa Quevedo, Ministro de Wolfgang Larrazabal. El asunto es entre “el mundo es de los valientes” del ilustrado general Pedro Carujo, «el mundo es del hombre justo», dicho por José María Vargas.

 

Estimado Leocenis, los sueños, sueños son. Decía el poeta y como lamentándose. Pero los sueños, sueño son, y pueden cambiar el mundo. Quien mata un sueño, mata el mañana.

 

Mucha suerte, Leocenis, en este cautiverio, te escribe tu amigo de vida: Leocenis.

 

(LaIguana.TV)