¿Cómo será el mundo después que se controle el Covid-19? Nadie puede decirlo a ciencia cierta, pero las mentes lúcidas tienen algunas ideas. El intelectual venezolano Luis Britto García, por ejemplo, piensa que las cuarentenas que han debido cumplir millones de seres humanos en todo el planeta deberían servir para entender que, con los recursos tecnológicos disponibles hoy, buena parte de las tareas puede desempeñarse a distancia.

 

 “Llevo tiempo señalando que el 70% del PIB global es producido por el sector terciario de la economía, vale decir, administración, finanzas, comunicaciones, educación, entretenimiento, actividades que en su gran mayoría se pueden desempeñar a distancia. La cuarentena debería ayudar a que se tomara conciencia de este hecho y se evolucionara hacia el trabajo a distancia, medido por resultados y no por marcar tarjetas en una oficina, con lo cual se disminuiría el diario éxodo insensato de millones de personas desde las periferias de las ciudades hasta sus oficinas en el centro, se ahorraría en combustible y transportes y disminuirían el estrés, la contaminación y el calentamiento global”, dijo.

 

Según su punto de vista, las nuevas perspectivas impuestas por la cuarentena deberían modificar, por ejemplo, el trabajo del sector cultural, que esencialmente opera con la recopilación, análisis, transformación, creación y divulgación de información, tareas que en su mayoría se pueden realizar a distancia.

 

Por supuesto que este sería el desarrollo positivo, pero existe el riesgo de uno negativo, que tiene que ver con la extensión ad infinitum de la jornada laboral, bajo la excusa de que el trabajador se encuentra en su casa a disposición del patrono. “De hecho, antes de la pandemia ya algunos jefes habían adoptado otra modalidad del trabajo a distancia, extendiéndolo a las dieciséis horas del empleado fuera de la oficina –señaló-. Les parece muy divertido llamar a medianoche, o a la hora que fuere, para pedirles a sus subordinados información o ponerlos a trabajar en lo que fuere, con lo cual el trabajador tiene una jornada de 24 horas. Ese abuso no debe institucionalizarse y ya fue prohibido en los países escandinavos”, puntualizó. 

 

Peligros que asechan

 

En cuanto al campo específico de lo que, en términos marxistas, se llamaría la superestructura,  Britto García teme que en el escenario de la pospandemia se acentúe el control de las fuerzas políticas retrógradas asociadas con la maquinaria cultural, comunicacional y de redes.

 

“Basta mirar alrededor para solo encontrar personas profundamente embobadas con el contenido de la pantalla de un celular. Leí hace poco una estadística según la cual en los países desarrollados cada persona gasta cuatro horas diarias por lo menos en las redes sociales. Media jornada de trabajo. Algunas de dichas redes superan el millar de millones de miembros. Más que comunicar información, la obtienen sobre sus adeptos, y compilan sobre ellos expedientes completísimos para dominarlos o neutralizarlos”, comentó.

 

“Esos aparatos hacen circular una imagen del mundo compuesta de fake news y banalidades. De allí a que se constituyan como especies de partidos políticos o mejor como partidos mediáticos no hay más que un paso. De hecho los partidos políticos ya están recurriendo al big data para ganar el poder en las elecciones; ni pensar lo que estarán haciendo para conservarlo. La industria cultural hegemónica se fundirá con los gobiernos retrógrados para que estos puedan mandar sin mandar, vale decir, explotar y destruir a las masas haciéndoles creer que se las deja hacer su voluntad. Esto es crucial en tiempos en que  la progresiva automatización hará que las máquinas ocupen más de la mitad de los empleos, dejando grandes mayorías excluidas en condición de indigencia e informalidad.

 

El reto de ponerse al día

El prolífico escritor fue interrogado sobre lo que deberían hacer los sectores contrahegemónicos para hacer frente a la andanada de cambios que podrían precipitarse en la pospandemia, habida cuenta de la crisis económica del capitalismo neoliberal.

 

“Ponerse al día con los avances de la informática, con las plataformas 2.0 y los sistemas 5-G. En ello les va el poder. Pero antes de eso,  comprender que existen medios de comunicación distintos del contacto personal, por ejemplo el libro. Sólo cuando  descubran que existen el libro y otros impresos, podrán quienes hablan de desarrollo cultural contrahegemónico progresar hacia cosas más complejas como la radio e incluso, quien sabe, si la informática”.

 

Indicó que en algunos sectores con poder de decisión la ignorancia es tan extrema, que se piensa que el trabajo cultural no es trabajo y que por tanto no debe ser remunerado. “De allí la plaga de la eventología: se supone que todo creador cultural debe protagonizar semanalmente, en forma gratuita y en persona por lo menos tres o cuatro eventos que le quitan tiempo para sus tareas creativas e incluso para sobrevivir. También es considerado muy gracioso encomendarle para que cumpla solo, ad honorem y sin apoyo, tareas que requerirían una división de un ministerio. A nadie se le ocurre pedirle eso a un albañil o a un funcionario. Esos sacrificios se hacían con gusto y orgullo cuando éramos una izquierda perseguida y en proceso de exterminio; pero lleva dos décadas en el poder un movimiento revolucionario que podría comprender que el trabajo intelectual es trabajo; y que una vez realizado no es imprescindible que el creador deba ir a contar en persona ante un público todos los días lo que hizo, porque para eso escribe libros, graba, maneja internet, pinta, compone, esculpe”, enfatizó.

 

Recomendó tomar el lado favorable de las enseñanzas de la cuarentena. “Si se logró que el aparato administrativo y el educativo siguieran funcionando a distancia, podría ser que se comprendiera que el campo cultural ha seguido funcionando siempre, y eso que no le permiten la ‘cuarentena’ que es indispensable para crear. Parece que en cuanto un creador demuestra talento para algo, en lugar de apoyarlo y divulgar su obra no se les ocurre nada mejor que impedirle que trabaje en eso, imponiéndole una agenda de reuniones y eventos públicos gratuitos que no le deje tiempo para nada. Aclaro que para mí es sector cultural el conjunto de  creadores que producen su obra por el gusto y el deber de hacerla; no el estrato que sin crear absolutamente nada relevante ha vivido de todos los gobiernos pasados y presentes, y seguirá haciéndolo de los venideros.  Ni una sola obra se ha creado en una asamblea, pero muchas se han dejado de crear por asistir a ella”, subrayó.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

 

 

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