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La desigualdad mediática: Obama sanciona a cibernautas… ¡Maduro que ni lo piense!.– El debate sobre el control de internet y de las redes sociales es tan falso, mentiroso e hipócrita como el que se refiere a la libertad de expresión y a la democracia en general. La forma como la maquinaria comunicacional informa sobre ese debate es una muestra de la tremenda desigualdad mediática que reina en el mundo.

 

Los gobiernos de las potencias capitalistas toman medidas cada día más restrictivas e intervencionistas con respecto a los espacios digitales, flagrantes violaciones a la libertad individual, chantajes y coacciones a sus propios ciudadanos y a los del resto del planeta, pero, de la manera más descarada, se proclaman a sí mismos como los grandes adalides de la ciberdemocracia y se dedican a lanzar acusaciones contra otras naciones.

 

Los poderosos no tienen empacho al mentir y manipular: saben que una sociedad global idiotizada por las mismas poderosas maquinarias ideológicas (incluyendo las corporaciones que manejan el internet y las redes), se traga el cuento.

 

Bastaría con hacer algunas comparaciones para comprobar lo que ocurre. Veamos un ejemplo simple: luego de la ola de rumores sobre robo y asesinato de niños, difundida criminalmente por las redes sociales, la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, opinó que era necesario normar el uso de esos sistemas masivos de comunicación, pues obviamente pueden convertirse (mal utilizados) en un arma de destrucción masiva. El presidente Maduro ha anunciado que algunas personas son investigadas y podrían ser procesadas penalmente por dirigir la campaña de runrunes digitales.

 

Ardió Troya. La oposición se desbocó a denunciar que existe un proyecto para silenciar a la ciudadanía que se comunica a través de Twitter o Facebook. Desde los grandes centros imperiales, las organizaciones rabiosamente no gubernamentales que dicen defender la libertad de expresión, se declararon en estado de alerta ante lo que se pinta como un zarpazo del rrrrégimen venezolano contra la ciberlibertad. Los medios masivos se sumaron a la “protesta”.

 

Mientras tanto, el emperador Obama ha emitido otro de sus ukases, una orden ejecutiva para crear un sistema sancionatorio contra los ciberataques. Igual que en su decreto sobre Venezuela, esta orden declara una emergencia nacional y autoriza al Departamento del Tesoro a congelar cuentas y bloquear transacciones de cualquier entidad (superpotencia, país, paisito, supercorporación, empresa, empresita, organización, grupo, grupito o hijo de vecina) que ose “ciberatacar” a Estados Unidos. Por supuesto que el “sistema de sanciones” incluye también penas corporales contra aquella persona que sea declarada ciberdelincuente, a la que el Imperio logre echarle el guante. Y, naturalmente, serán las agencias de EE.UU. y sus tribunales los que decidan, de manera inapelable, quién es culpable de esos delitos.

 

La orden ejecutiva es presentada por la prensa capitalista como una acción justa y soberana de un Estado que tiene derecho a defenderse de las fuerzas oscuras que usan los avances tecnológicos para causar daños a la sociedad. El Washington Post llega incluso a afirmar que la medida es aplaudida porque ha sido, por largo tiempo, un clamor de los sectores vinculados a la actividad digital. Las agencias de noticias no reportan la opinión de nadie que esté en contra o que tenga dudas. Ninguna ONG defensora de la libertad digital aparece expresando siquiera alguna preocupación de que los funcionarios encargados de administrar el sistema de sanciones puedan actuar arbitrariamente.

 

Un diario venezolano que publica la información, la ilustra con una foto de Obama, muy elegante, en la flamante oficina oval, con un documento en una carpeta muy bonita. Seguramente es una foto emitida por la oficina de Relaciones Públicas de la Casa Blanca. El metamensaje es claro: cuando Estados Unidos o algún gobierno europeo toma medidas como esta, lo hace de manera legítima y soberana, en respuesta a países u organizaciones malvadas que quieren hacerles daño a sus bellas democracias. En cambio, cuando las autoridades de un país como Venezuela apenas se atreven a plantear un debate sobre una posible regulación o advierten sobre personas que serán sancionadas por usar delictivamente las redes, de inmediato se le califica como un intento de censura contra la ciudadanía, como otra tropelía de un Estado forajido.

 

Así funciona la desigualdad mediática mundial en uno de los debates más falsos, hipócritas y mentirosos del momento.

 

(Por: Clodovaldo Hernández / [email protected])