El martes 19 se prendieron todas las alarmas. En el reporte diario se presentó un número que, por alto, no fue creíble. 131 casos confirmados de Covid 19 en una jornada, no fue un dato digerible para un país que, en el momento, tenía 74 días en cuarentena. Con la cifra se anunciaron también medidas radicales que nos trajeron a la realidad. Tras dos meses de contención, la pandemia inició su travesía más peligrosa en Venezuela.

 

En medio de focos que se detectan y se atacan, la causa más importante de este brote es clara. 62% de las personas diagnosticadas en la última semana son migrantes venezolanos que vienen de regreso desde Colombia, Brasil, Ecuador o Perú. Precisamente los países que encabezan, junto con Chile, la lista de naciones con mayores casos de contagios.

 

No es cualquier cosa. Este viernes 22 de mayo, la OMS advirtió que Suramérica se está convirtiendo en el “nuevo epicentro de la enfermedad”. Es decir, Venezuela está rodeada por el caos que genera la pandemia. “El principal desafío es que no venga, con nuestros connacionales, la curva exponencial”, advirtió este viernes el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez.

 

La posibilidad de un contagio intencional

 

Contener el riesgo no es fácil. El gobierno nacional no puede –por imperativo moral y constitucional- impedir el ingreso de los venezolanos que, enfrentando distintos peligros, han decidido regresar a la patria. Es por ello que desde el martes se radicalizaron las medidas adoptadas en las zonas fronterizas: cuarentena obligatoria de 14 días en campamentos temporales para los que ingresen, toque de queda en todos los municipios limítrofes e instalación de hospitales militares de campaña para atender en sitio a los migrantes. Está por verse cómo lograrán las autoridades imponer los protocolos de seguridad sanitaria a todos los funcionarios que están laborando en estos puestos fronterizos, y cuya tasa de contagio está aumentando aceleradamente.

 

Con el importante incremento de los llamados “casos importados”, han revivido también los temores de acciones de contagio intencional. Y no es para menos. El miércoles 20, el Presidente Nicolás Maduro denunció planes del gobierno de Colombia para contagiar a los migrantes que caminan hacia Venezuela. “Esa es la orden que ha dado (Iván) Duque en una reunión infausta, dando órdenes para que se logre contaminar de coronavirus a Venezuela”, dijo el mandatario, al relatar testimonios según los cuales los contagios podrían haberse producido en autobuses que extrañamente fueron dispuestos por autoridades colombianas.

 

Parte de esos transportes podrían haber sido facilitados por alcaldes y gobernadores neogranadinos, según el director de Migración Colombia, Iván Francisco Espinosa, quien, de acuerdo con una nota del portal Infobae del 12 de mayo, aseguró que 25.000 migrantes regresaron a Venezuela en “un plan voluntario coordinado por autoridades como alcaldías y gobernaciones”.

 

Pero para la agencia española de noticias Efe, la coordinación y el financiamiento no es tan claro. En una nota difundida el primero de mayo se asegura que “en las últimas semanas han salido de distintos lugares de Colombia con destino a Cúcuta autobuses repletos que nadie sabe quién paga, para llevar venezolanos”.

 

Qué es un arma biológica

 

La denuncia del primer mandatario implica una acción de guerra con arma biológica, de acuerdo con las definiciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) . “… se entienden como armas biológicas aquellas que alcanzan los efectos pretendidos por medio de la contagiosidad de microorganismos patógenos y otras entidades tales, incluso virus, ácidos nucleicos infecciosos y priones. Tales armas se pueden utilizar para atacar seres humanos, otros animales o plantas…”, se indica en una guía del organismo de Naciones Unidas, editado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el año 2003.

 

En el documento se admite la dificultad de comprobación de tales ataques “por la ausencia de información confiable que verifique” un evento de tal naturaleza. También se relata la larga historia de las investigaciones militares enfocadas en el cultivo, en laboratorio, de agentes infecciosos y en la planificación de este tipo de ataques, dirigidos no sólo a la liquidación del enemigo sino también al debilitamiento de sus capacidades de defensa. “Una de las propuestas contemplaba crear focos de una enfermedad contagiosa que, luego, se diseminaría por sí misma a otras partes de la población objetivo que no estaban expuestas inicialmente al agente biológico en cuestión”.

 

Los ataques a Cuba

 

 Si algún país sabe del uso de armas biológicas por parte de Estados Unidos es Cuba. En un documento, preparado en el año 2011 por un grupo de profesores de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, se hace un inventario de los ataques biológicos infringidos por los gobiernos estadounidenses contra ese país entre 1971 y 1996. Allí se afirma que “El terrorismo biológico, un engendro de las grandes potencias imperialistas y usado contra muchos pueblos del planeta, ha devenido opción implacable contra Cuba por los gobiernos de Estados Unidos de América y no ha sido una excluyente contra su propio pueblo en el que ha cobrado un gran número de víctimas”.

 

En el estudio se listan 21 ataques biológicos dirigidos contra la producción agrícola y ganadera, así como también contra la población. En este último caso, se refiere la epidemia de dengue de 1981, cuando 350.000 personas, en su mayoría niños, resultaron enfermas, muriendo 150 de ellas. “Se comprobó en las investigaciones pertinentes que esta forma de dengue correspondía a la cepa `Nueva Guinea’ 1924 (serotipo 02), única en el mundo en ese momento, con lo cual se demostraba que constituía una cepa de colección, es decir elaborada en laboratorios”.

 

La evidencia científica no fue lo único. Ese mismo año, el líder de la organización contrarrevolucionaria Omega-7, Eduardo Arozena, aseguró, durante el juicio que se le siguiera en Estados Unidos, que ese país había sido el responsable de la introducción de la cepa de dengue que causó la epidemia. Incluso confesó que él mismo sirvió de transporte de “gérmenes” a la isla para un ataque biológico no reseñado en el documento.

 

En 1984 las autoridades sanitarias de la isla detectaron un brote de disentería –en la provincia de Guantánamo- que ocasionó la muerte de 18 niños. Entre los primeros afectados se encontraban dos personas que “habían participado en una actividad festiva dentro de la Base Naval de Guantánamo, donde ingirieron alimentos y bebidas contaminadas”.

 

En marzo pasado, un grupo de médicos iraníes, especialistas en enfermedades infecciosas y neumonología, dirigieron una carta pública a los presidentes del medio oriente en la que solicitaron la destrucción de los laboratorios biológicos estadounidenses que se encuentran asentados en la región, al alegar que existen suficientes pruebas de que el Covid-19 fue producido en laboratorios del país del norte.

 

“Dada la controversia planteada sobre el papel de Estados Unidos en la producción del nuevo coronavirus, resulta imprescindible tener en cuenta el negro historial de Washington en el uso de las armas biológicas, para llegar a una decisión correcta e integral en esta situación, con el fin de preservar las vidas humanas”, se asegura en la carta en la que se enumeran parte del arsenal de armas biológicas desarrolladas por los estadunidenses.

 

Contextualizada, la denuncia del Presidente Maduro no luce descabellada. Sobre todo, si se toma en cuenta la alianza que Brasil y Colombia mantienen con Estados Unidos en su guerra contra Venezuela y el fracaso de las operaciones militares convencionales del último año.

 

(LaIguana.TV)

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