Se preguntaba en estos días el director de LaIguana.TV, Miguel Ángel Pérez Pirela, ¿en manos de quién está la oposición venezolana?, y se respondía que en las manos de asesinos y psicópatas.

Los hechos ocurridos a lo largo de los últimos años y, en particular, los de las últimas semanas, así lo demuestran. “Esa gente habla de matar como quien habla de tomarse un vaso de agua”, dijo Miguel.
Ahora, profundizando en esa idea, cabe preguntarse cómo es que una camarilla política de esa calaña encuentra eco en una porción importante (habría que medir de qué porcentaje se trata) de la militancia opositora. Y cómo logra que otro trozo (tal vez mayor) de dirigentes y de militantes, se haga el loco con esas actitudes.

Podemos lanzar una conjetura: para lo primero, la claque de asesinos y psicópatas se apoya en un núcleo duro del oposicionismo que está dispuesto a tolerar cualquier desaguisado, a racionalizar cualquier barbaridad y a considerar legítimo cualquier crimen, todo sea por estar contra el chavismo.

 

Para lo segundo, es decir, para lograr el silencio cómplice o el apoyo bajo cuerda de los otros sectores opositores (salvo excepciones), la pandilla utiliza el aval de un poder imperial igualmente mafioso, que se impone a punta de sanciones, de extorsiones y de sobornos.

 

Asociado estrechamente al núcleo extremista (podría afirmarse que es una de sus causas y que se retroalimentan) está la “freedom press”, la falsa prensa libre pagada con dinero de la USAID, el brazo dizque decente de la CIA. Los operarios de estos medios y los influencers que también cobran lo suyo, son piezas fundamentales para el evidente éxito que ha tenido el deplorable trabajo de convertir a una parte de la oposición -que se dice democrática, decente y pensante- en aplaudidores de una banda de criminales sin escrúpulos.

 

(La diferencia entre los escuálidos silvestres pertenecientes a este peligroso segmento y los agentes de la freedom press es que los primeros, en su mayoría, lo hacen de gratis. Pero ese es un tema aparte).
Veamos algunas conductas que demuestran que Venezuela cuenta con un segmento opositor capaz de respaldar, obviar, legitimar o racionalizar cualquier cosa que haga o deje de hacer la secta que ha tomado el control del bando opositor hace ya casi año y medio.

Sí matarás (siempre que la víctima sea chavista). Se trata de una doctrina férreamente sembrada en la mente de estas personas por la mencionada banda de políticos psicópatas y por los medios viejos y nuevos. Comenzó a gestarse desde principios de siglo, tuvo un pico en 2002, otro en 2004, uno más en 2013; una expresión monstruosa en 2014 y se convirtió en doctrina oficial de la oposición extrema en 2017, el año de los linchamientos, de los quemados vivos y de aquella proclama del “Sociólogo del Matero”, de que todo vale para neutralizar a los chavistas, incluso lanzarles objetos contundentes cuando vayan marchando.

Este antimandamiento de la Ley de Dios se despoja de todo antifaz y de todo tapaboca cuando se produce algún evento significativo, llámese golpe de Estado, tentativa de magnicidio, intento de invasión, disturbios de diversa intensidad o concierto en la frontera.

La camarilla llega a disponer de tal nivel de tolerancia y alcahuetería que tiene el tupé de escribir en un contrato con una empresa de mercenarios con experiencia en Irak, y con lujo de detalles, cómo es que piensan asesinar, bombardear, torturar, reprimir y sembrar minas. Ponen todo eso en un documento, lo firman y la gente “decente y pensante” (derechos de autor de Carola Chávez); las doñas y los dones que van a misa y rezan antes de dormir; los defensores de derechos humanos que arman un lío internacional cuando a un opositor le dan un paraguazo, ovacionan la acción bajo la premisa de que es para rescatar la democracia de las garras de la barbarie. ¡Vaya forma de hacerlo!

(Segundo tema al margen que quedará para otra ocasión: muchas de las ONG de defensa de derechos humanos tienen una poderosa razón para mirar para otro lado. ¿Adivinan? Sí, la USAID y sus generosos aportes a la democracia).

Por supuesto que en esa especie de licencia para matar que se conceden a sí mismos tiene mucho que ver el estado del mundo, el escenario internacional en el que estamos viviendo, caracterizado por un retroceso generalizado en materia de desarrollo humano, especialmente en el campo de los derechos. El capitalismo hegemónico ha logrado la patética meta de establecer que tiene derecho a asesinar a individualidades o a diezmar pueblos enteros, tan solo para imponer su lógica económica y los modelos políticos que les sirven a sus intereses. Países enteros han sido borrados del mapa, triturados, divididos en varios pedazos y convertidos en feudos corporativos. Ese enfoque geopolítico se reproduce en la escala de las relaciones internas de un país. En nombre del neoliberalismo, de la empresa privada y de la mano invisible del mercado se puede eliminar a seres humanos que se opongan al modelo impuesto.

Narcoamigos para luchar contra la narcodictadura. La aquiescencia (hay una palabra más precisa, pero es altisonante) de los supuestos luchadores por la democracia con las conductas obviamente desviadas de sus líderes llega también a extremos surrealistas cuando se habla de drogas. Indicios irrefutables y declaraciones de los involucrados en la Operación Gedeón evidencian que Juan Guaidó y sus secuaces han estado encompinchados con toda clase de delincuentes, paramilitares, descuartizadores de personas y, como lugar común, reconocidos actores del negocio del narcotráfico. Es decir, que con el discurso reiterativo de que Venezuela es gobernada por una narcodictadura, se apela a las bandas de narcos para derrocarla. Cuando se le hace notar a algún militante del núcleo duro opositor acerca de esta contradicción, casi siempre reacciona negando los hechos y poniendo los ojos en blanco.

Son muchas las situaciones que podrían agregarse en esta lista, pero dejémosla hasta aquí por hoy, pues cohonestar magnicidios, asesinatos selectivos, represiones masivas y relaciones peligrosas con capos del narcotráfico son suficiente material para una reflexión. Pero no nos olvidemos de la actitud del otro sector opositor, ese que se cuida de no apoyar abiertamente a la camarilla asesina y narcovinculada, pero se hace de la vista gorda; ya sea porque le tienen miedo a los jefes imperiales y a sus consentidos locales o ya sea porque algún “impulso” les llega de los cientos de millones de dólares que el clan ha saqueado de los fondos públicos, en concierto con el gobierno imperial y otros que le siguen los pasos. Alguna vez habrá que analizar a fondo este comportamiento que, además de encubridor, es marcadamente cobarde y que explica también por qué la oposición ha estado y sigue en manos de asesinos.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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