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El embajador de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Roy Chaderton, respondió en carta abierta al abogado y político opositor, Alberto Arteaga, quien criticó la postura del diplomático luego que este hiciera un polémico comentario en televisión sobre la violencia que ejerce la oposición en las calles.

 

Chaderton, en su compromiso con el pueblo venezolano, expresó sus disculpas abiertamente, señalando: «que en ningún caso estaban dirigidas al sector miamero de nuestra clase alta, sólo a la oposición de gente decente y racional que propicia la solución de nuestros problemas por la vía electoral dentro del marco de la Constitución Bolivariana».

 

A continuación la carta íntegra que emitiera el embajador, Roy Chaderton:

 

Recordado y apreciado Alberto:

 

En los años comunes de universidad y durante nuestra experiencia compartida en el Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas de la UCV, así como durante nuestra etapa de postgraduados pero también de vecinos en San Luis, cuando coincidíamos temprano en la mañana en procura de los diarios, o revistas que nos proveía la Sra. Isabel, en su kiosquito encrucijada, junto a la entrada del edificio Los Helechos, donde habitaba Ramón Guillermo Aveledo, te valoré como una persona muy decente.

 

Hoy, afortunadamente, con sensibilidad de orgullo ajeno, puedo decir que no me equivoqué, y que las diferencias políticas generadas por la nueva historia de Venezuela no han hecho mella sino más bien han consolidado ese criterio respetuoso de nuestros decursos que se alejan de nuestros discursos.

 

Lo adjetivo y lo sustantivo de tu racional y fraternal carta abierta exhiben una condición humana y de hombre público que muchos en el Gobierno Bolivariano quisiéramos encontrar en la oposición. Cuánto avanzaríamos en nuestro país si el verbo de quienes adversan al Gobierno sirviese para alertarlo sobre errores cometidos o por cometer. La credibilidad es un tesoro político que nadie debe malgastar. Una vez perdida no se recupera. Desafortunadamente, la locura, los bamboleos y las recurrentes aventuras bajo variados disfraces han agotado las reservas éticas y de credibilidad de los opositores, sea por pusilánimes, o por inconsecuentes.

 

Un mal chiste, como tú lo llamas, o un ejercicio de humor negro, como lo llamo yo, sí puede ser una explicación valedera. Toda mi vida he practicado el humor negro como un estimulante recurso intelectual y una forma de comunicación, sin embargo, en estos días, quizá por no ser el mejor cazador, se me escapó la liebre. Si al momento de mi comentario inapropiado, hubiese venido a mi memoria el recuerdo del joven Kluiverth Roa, jamás habría utilizado la desafortunada imagen de una persona asesinada por un policía, como era la costumbre en los tiempos de la IV República.

 

Como puedes deducir de estas líneas, no estoy alegando en mi favor mi propia torpeza, todo lo contrario, la estoy reconociendo como un acto personal absolutamente desvinculado del Gobierno del Presidente Maduro, que no tiene responsabilidad alguna en mi inapropiado comentario, como tampoco la tienen los jóvenes combatientes del programa televisivo Zurda Konducta.

 

Admitiré mi falta, en público o en privado, cuantas veces sea necesario. De la manera más sencilla, sin autoflagelación, no para complacer a una jauría de morbosos que descalifican la condición humana para expresar su opinión. Qué paradójico: todo un escándalo mediático ante un inoportuno comentario, y cuánto ruido, también mediático, para hacer sorna y difamar ante el martirio de los muy comprometidos militantes de la Revolución Bolivariana Eliécer Otayza, o Robert Serra, o de los jóvenes oficiales, suboficiales, fiscales del Ministerio Público, periodistas, policías y niños exterminados por mercenarios; de las decenas de campesinos o dirigentes sindicales asesinados en el Sur del Lago, en Aragua, Carabobo, o en el Distrito Capital; o de quienes murieron por no recibir asistencia médica oportuna al quedar entrampadas en las guarimbas, o jóvenes motorizados degollados por la inventiva tecnológica de malandros de alta clase o generales de ópera bufa retirados.

 

Llama la atención la explosión mediática nacional e internacional como reacción ante mi metáfora – equivocada, pero sin consecuencias indeseadas – perversamente desproporcionada si se le compara con el silencio, el ocultamiento o la defensa de las palabras de un candidato presidencial derrotado que lanzó a la calle a sus enloquecidos seguidores para que descargasen su iracundia, con el resultado de 11 muertos chavistas, entre ellos niños, sin que nadie reconociese que eso fue mucho más grave que un error de la imaginación o una licencia literaria apresurada. Otra palabra «mágica» fue «la salida», lenguaje golpista codificado para sembrar de fuego y muerte las calles de San Cristóbal, Valencia y Caracas. En el primer caso, nadie está siendo sometido a la justicia y, en el segundo, los pocos sometidos a ella son defendidos cual niños mimados, como almas pías que «apenas» hubiesen generado 43 muertos (sic) en las filas bolivarianas y de la propia oposición.

 

Apreciado Alberto, tú me has mencionado a la figura egregia de quien fue mi primer maestro en relaciones internacionales, pero también en el compromiso con la justicia social. Generalmente evito mencionarlo con nombre y apellido para no causar escozor en su ilustre y respetable familia, que presumo no ve con buenos ojos la alternativa bolivariana y mi asunción del compromiso con los valores cristianos tal como los entiendo y percibo, pero siempre lo tengo presente hasta donde no coincido con aspectos de su legado de gigante. Con el entendimiento de la doctrina social de la iglesia, con él o por él, subí cerros o bajé a quebradas sin cámaras, en Caracas, en contacto con los excluidos, con los más pobres, porque, sin darme cuenta, ya era un socialista cristiano.

 

Llamo tu atención, finalmente, para tus cavilaciones de personaje honesto y hombre de bien, con la invitación a leer los comentarios de los usuarios de El Nacional, a tu carta, donde todos, pero todos, utilizaron para coincidir contigo un lenguaje no sólo difamatorio sino escatológico e inmensamente vulgar, ofensivo a la dignidad de la persona humana, de estercolero, y que revela a un segmento parasitario de la oposición venezolana, que se ahoga irremisiblemente en las miserias del oscurantismo, del odio político y del desprecio social, envenenados con su propia disociación psicótica, inseparables de su lastimosa condición de vasallos del Imperio.

 

Por eso, durante la respetuosa entrevista que me hizo por Unión Radio la inteligente señora Gladys Rodríguez, fui muy claro al afirmar que mis disculpas eran selectivas, que en ningún caso estaban dirigidas al sector miamero de nuestra clase alta, sólo a la oposición de gente decente y racional que propicia la solución de nuestros problemas por la vía electoral dentro del marco de la Constitución Bolivariana.

 

Un fuerte abrazo. Con mi renovada amistad,

 

Roy Chaderton Matos

 

(VTV)