Una vez llegado a aguas venezolanas el tercer buque iraní con gasolina puede considerarse que, finalmente, el gobierno de Trump no aplicó ningún tipo de restricción al desafío iraní. Como se dice en argot beisbolístico, prefirió no hacerle ‘swing’ a la bola y evitó una escalada. Hasta ahora el Gobierno de Estados Unidos no se ha pronunciado oficialmente al respecto y trata de bajarle preponderancia a la arriesgada acción que, si no tiene consecuencias geopolíticas al corto plazo, sí va a generar dudas sobre su actual poder y esas incertidumbres podrían sembrarse en el propio país. Los ojos ya estaban sobre Trump. Y los dos conejos que había puesto en el asador electoral se le han escapado y liado en su contra.

 

Con su jugada, Irán logro producir un acontecimiento ofensivo y concreto. Trasladó el teatro de operaciones del golfo Pérsico hasta el Caribe en una interpelación directa a la política de sanciones de Trump, que ha tenido justo a estos dos países como objetivos privilegiados. Para impedir la escalada, el Gobierno de Estados Unidos tuvo que hacer la vista gorda a todo el andamiaje legal y declarativo con el que Trump ha intervenido en las relaciones del mundo con Irán y Venezuela. Los dos países hoy abren un trasvase que hace al mundo preguntarse por el poder real que puede tener un país que ha visto morir las últimas semanas a 100.000 compatriotas en sus propios hogares: ¿es está inacción de Trump hoy posible solo como consecuencia del coronavirus?¿está enfermo Estados Unidos?

 

El gran derrotado, más que Estados Unidos, es Donald Trump. Concentró todo el diseño geopolítico en un modelo de sanciones que este año electoral debía dar algún fruto con el que obsequiar a los electores conservadores, especialmente judíos y latinos de Miami. Así, con esta operación, Irán le tumba parte de su estrategia geopolítica y electoral, poniéndole en aprietos a seis meses de las presidenciales. El Estado profundo deberá preguntarse si la estrategia de Obama con Irán, basada en un acuerdo para controlar la fabricación de la bomba nuclear, y con Venezuela, en presionar a Maduro y provocar cambios electorales, no sería más exitosa.

 

Estados Unidos sigue siendo el país militarmente más poderoso y no permitirá abandonar esa posición sin antes no utilizar parte de sus recursos.

 

Podría haberse esperado que Trump aprovechara el desafío iraní e interceptara los buques, lo que le hubiera permitido un importante logro para la campaña electoral, así como un fuerte posicionamiento en el territorio americano. Pero ha preferido inhibirse al respecto. 

 

Esta omisión de Trump recuerda el impasse entre Bolton y Trump en tanto, según algunos medios, una de las razones para su despido, en septiembre de 2019, fue su insistencia para que Trump atacará a Irán el día en que este país tumbó un dron norteamericano. Según el propio presidente, habría estado a segundos de ordenar el ataque, pero de improvisto se arrepintió cuando los aviones ya estaban volando hacia su objetivo. Para Bolton, en aquel momento, Trump fue débil. Algo similar podrían estar pensando hoy los halcones.

 

Con la entrada de los buques se demuestra que, aunque las sanciones financieras han hecho mella en las economías internas de los países en cuestión, Estados Unidos no parece estar en condiciones por los momentos de imponer medidas más extremas, como un bloqueo militar, aéreo o marítimo, con lo cual las sanciones administrativas parecen tener débil su soporte militar, que se muestra impotente para aplicar aquello de las «últimas consecuencias». Las medidas administrativas de Trump para aislar estos países han perdido su brazo fuerte. Menos países le tendrán miedo.

 

Trump deberá intentar, antes de noviembre, un acontecimiento para tratar de recuperar el respeto. No nos apresuremos, Estados Unidos sigue siendo el país militarmente más poderoso y no permitirá abandonar esa posición sin antes no utilizar parte de sus recursos.

 

Con los ejercicios militares con fuego real que practicaron las fuerzas armadas de Estados Unidos en el golfo Pérsico entre el 19 y 21 del mes en curso, Estados Unidos trata de devolver preponderancia al teatro de operaciones del golfo, en contraposición con una escalada en pleno mar Caribe, históricamente considerado como parte del patio trasero. Craig Faller, jefe del Comando Sur, lo había explicado hace pocos días de la siguiente manera: «¿Cuál es el interés de Irán en Venezuela? (…) Yo siento que lo están haciendo para realmente ganar parte de nuestro territorio, y en el territorio de nuestros vecinos».

 

Todavía ningún funcionario de peso ha declarado sobre el arribo de los buques. Pero por los momentos, más que rescatar la frase ‘América para los americanos’ de la doctrina Monroe, este hecho de mayo del 2020 parece hacer emerger lo que desde Norteamérica podría llamarse el «lejano Caribe», una estratégica franja del «patio interno» que se encuentra totalmente insubordinada.

 

¿Qué tan radical es Trump? ¿Es un fanfarrón incapacitado para confrontar una situación geopolítica como la que deja el coronavirus? Los lobbies en cuestión le presionarán para que tome decisiones radicales contra estos países, algo tendrá que cederles.

 

Sólo cabría esperar dos situaciones para Trump en lo que resta del año: o produce un acontecimiento que cambie la percepción de debilidad que tiene actualmente Estados Unidos o tendrá que entregar el poder a Joe Biden en noviembre. Con medias tintas, Trump ya no es Trump: así que tendrá que inventar algo.

 

Venezuela: una bocanada de oxígeno

 

En Venezuela el triunfo de Maduro es doble. Por un lado, elude al bloqueo y envía una señal de que puede vencer la asfixia financiera que le ha diseñado Estados Unidos. Por otro, en la medida en que distribuye la gasolina a los ciudadanos venezolanos, quedará como un hecho que controla el poder real en el país, a diferencia de un Guaidó, que pedía que los buques fueran interceptados sin ofrecer alguna salida desde CITGO, por ejemplo, la petrolera venezolana que opera en Estados Unidos y de la cual tiene el control. 

 

La oposición que antes estaba monolíticamente unificada en torno a la salida rápida de Maduro, hoy tiene sentimientos encontrados

 

La pérdida de Estados Unidos también es doble en Venezuela. Evidencia la debilidad de toda su política de sancionar al gobierno de Maduro y resta impulso a un gobierno paralelo, el interinato de Guaidó, que hace menos de cuatro meses relanzó desde Washington y Europa.

 

La oposición venezolana queda colgada de la brocha porque sus sectores radicales, que la han cooptado desde el autonombramiento de Guaidó, pidieron a Estados Unidos interceptar los buques, a pesar que sus propios seguidores están en las largas colas para comprar gasolina. Por ende, la oposición que antes estaba monolíticamente unificada en torno a la salida rápida de Maduro, hoy tiene sentimientos encontrados. Las mayorías opositoras ven con alivio que pueda haber llegado gasolina y volver a la cotidianidad, así sea por un tiempo. Cada vez más líderes y partidos se preguntan si no era más seguro acudir a las pasadas presidenciales del 2018, que fueron saboteadas por la oposición radical y la administración de Trump. En todo caso, el camino escogido no ha producido victoria alguna, por el contrario ha atornillado a Maduro en el poder.

 

Acciones como la operación Gedeón ya ponía a la oposición radical venezolana contra las cuerdas en la diplomacia y la mediática internacional, ya que resultó un hecho injustificable y Guaidó no pudo deshacer su responsabilidad. La virtualidad de su gabinete no le impidió verse prácticamente disuelto. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que presidentes aliados atendían más el tema a Venezuela que a sus propios países. Ya ninguno le guarda tiempo para atenderle y aplicar un mecanismo violento no figura entre los escenarios más probables. A Guaidó ya no le quedan cartuchos.

 

Después de flamear el éxito oficial, el Gobierno de Venezuela se enfrenta a su situación original: el país con mayores reservas de petróleo, con refinerías instaladas para la exportación de gasolina, está sumido en una parálisis total que ha provocado protestas, saqueos y cuantiosas pérdidas económicas. Todo debido a los errores del gobierno en el manejo petrolero y el acoso externo, que le deja en la penosa situación de tener que depender de una importación riesgosa.

 

La carta bajo la manga sería que la alianza con Irán no solo incluya importación de gasolina, sino un trabajo profundo en las refinerías que le permitan nuevamente activar algunas de ellas.

 

De la misma forma, se espera un incremento de la gasolina,  que actualmente es totalmente financiada por el Estado, lo que puede traer un fuerte impacto en el precio de los alimentos y el transporte. Este es un tema recordado en el país, debido a que aumentar el precio de la gasolina ha sido el peor escollo de cualquier gobierno.

 

Irán ha crecido

 

Las sanciones contra Irán están siendo aplicadas desde 1987. Pero en 2006 fue el propio consejo de seguridad de la ONU el que las aprobó de manera unánime por negarse a suspender su plan de enriquecimiento ilícito de uranio. Con Obama se logró un acuerdo nuclear, pero en 2018 Trump rompió dicho acuerdo.

 

Trump necesita una victoria en política exterior que se vea real y no meramente simbólica, y Venezuela e Irán siguen siendo los principales enemigos en la lista.

 

La debilidad geopolítica con respecto a Irán estriba actualmente en que Reino Unido, Alemania y Francia decidieron rechazar desde 2018 la salida de Trump del acuerdo nuclear con Irán. Una situación que fue vista por muchos expertos como una brecha entre Estados Unidos y Europa. A esta tensión se sumará en pocos días la anexión de Cisjordania por parte de Israel, planificada para la primera semana de julio. Para entonces el Medio Oriente se va a recalentar. El movimiento israelí va a trastocar intereses europeos y árabes. Ya no es pensable un escenario como el de 2006. La hegemonía de Estados Unidos ya no es la misma, el mundo ha comenzado a quedarles grande y, paradójicamente, América también.

 

El escalamiento este año comenzó los primeros días de enero, cuando el asesinato del general y héroe iraní Qassem Soleimani fue reivindicado por Trump. La respuesta de Irán no se hizo esperar por medio del lanzamiento de misiles hacia bases militares norteamericanas en Irak. El objetivo de Trump con esta operación quirúrgica fue la de poner a Irán en el centro discursivo en un año electoral y solidificar, así, su alianza con los sectores conservadores y el lobbie judío. Ya en abril ocurrieron varias situaciones de riesgo en el golfo pérsico entre barcos militares de Estados Unidos e iraníes que culminaron con una amenaza de Trump, quien instruyó a su marina a «destruir» a las lanchas iraníes que «acosen a nuestros barcos en el mar».

 

Irán espera ahora la ofensiva norteamericana en el golfo pérsico y paralelamente va estrechando su alianza con Venezuela, haciéndole más lejana a Estados Unidos esta zona de América. 

 

Parecía muy evidente que el tema de Irán asistiría como protagonista en la campaña por la reelección presidencial. Hoy no hay claridad en cómo podría ser utilizado en la campaña, al menos todavía no hay presas que exhibir. Si el lema de la campaña volviera a ser ‘Make America Great Again’ sería mejor no mencionar a Venezuela ni a Irán en los discursos, porque más bien muestran empequeñecimiento. La noción de América que ha construido Trump luce quimérica. Y es bastante probable que no deje eso así para el evento electoral y se anime a reconquistar su lugar, así sea a punta de codazos. Trump necesita una victoria en política exterior que se vea real y no meramente simbólica, y Venezuela e Irán siguen siendo los principales enemigos en la lista.

 

(RT/Ociel Alí López)

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