El aire falta, la tráquea se cierra y las palabras apenas tienen fuerza para salir de la boca. Es lo que sucede si alguien presiona su pierna contra una tráquea. Es lo que sintió George Floyd, un afroestadounidense de 46 años mientras era maltratado por el Derek Chauvin, un policía de Mineápolis, que desoyó el clamor de Floyd por su vida y lo torturó por ocho largos minutos. 

«No puedo respirar», dijo una, dos y todas las veces que la asfixia se lo permitió antes de caer inconsciente en la acera, mientras tres policías más observaban la escena sin intervenir y los transeúntes registraban en video la atrocidad. Cuando lo llevaron al hospital, era tarde: fue declarado muerto a los pocos minutos y en breve, Mineápolis y otras ciudades estadounidenses ardían por los cuatro costados. Una herida abierta se hacía nuevamente visible. 

Acaso Will Smith tiene razón y en Estados Unidos «el racismo no está empeorando, solo es que ahora se está grabando» y la posibilidad de que un asesinato por violencia racista no trascienda, es cada vez menor. 

Sin embargo, George Floyd no era una estrella de Hollywood oscarizada como Smith y su clamor de auxilio fue desoído y hasta minimizado. Chauvin, el policía que le segó la vida, dijo que Floyd había sido detenido porque intentó pagar en una tienda con un billete falso de veinte dólares. 

Sin embargo, más allá de su versión, no hay nada que compruebe la veracidad de esa acusación. Por lo contrario, las piezas audiovisuales del triste evento difundidas por la red, muestran a un Floyd tranquilo, que no opuso resistencia alguna al arresto, algo que se comparece con lo que sus familiares, amigos y compañeros de trabajo han dicho sobre él durante los últimos días. 

La vida de Floyd transcurrió hasta 2014 en Houston. En sus tiempos de estudiante secundario, destacó como jugador de fútbol americano y baloncesto en los equipos de la secundaria Jack Yates, localizada en uno de los barrios con mayor proporción de afrodescendientes de la ciudad. Entonces, sus compañeros estimaron que su carrera deportiva podría tener un futuro promisorio. 

En los Estados Unidos, uno de los mecanismos de ascenso social más reconocidos entre las minorías, es la carrera deportiva y George Floyd parecía tener las condiciones para construir una en grande. 

Jonathan Veal, que fue condiscípulo de Floyd en sexto grado, todavía recuerda el impacto que sintió cuando se cruzaron por primera vez: «Tenía unos 12 años y ya medía casi dos metros. Nunca había visto a alguien tan alto antes». Ya desde entonces, según Veal, decía que «quería tomar el mundo, tener un impacto global». 

De esos tiempos también corresponde la memoria de Donnell Cooper, otro excompañero que todavía recuerda sus espectaculares jugadas en el fútbol americano y lo describe como alguien de «personalidad tranquila, pero un espíritu hermoso«. 

La estatura de Floyd hizo que se decantara finalmente por el baloncesto. Soñaba con llegar a la NBA y aunque ello no sucedió, estableció lazos fraternos con algunos astros de este deporte, como Stephen Jackson, quien fuera campeón de la liga con el equipo San Antonio Spurs, con quien además compartía un increíble parecido físico. 

«La primera pregunta que hicimos: ‘¿Quién es tu papá, quién es tu papá?’ Y fue a partir de ahí que dijimos que éramos hermanos gemelos. Siempre salíamos juntos, cada vez que iba a Houston, era mi primera parada para recogerlo», rememoró Jackson, luego del asesinato de Floyd. 

La estrella está indignada por lo sucedido y compartió su disgusto con sus seguidores en Instagram: «Me enfada tanto que después de todas las cosas por las que pasaste y de que te comportaste lo mejor posible, te borraron así», escribió. 

Después de la secundaria, durante la década de 1990 asistió a la Universidad de Texas A&M Kingsville, pero su carrera no prosperó como él esperaba. No obstante, tanto la asociación de alumnos como la institución compartieron mensajes de condolencias para su familia y allegados. «Enviamos nuestras más profundas condolencias a la familia y amigos de George Floyd», reza el mensaje de la fraternidad Javelina Alumni. 

Cuando la carrera en el baloncesto de Floyd no cuajó, este intentó hacerse un sitio en la escena local del hip-hop, pero su fracaso deportivo, según le relató Christopher Harris, un amigo de larga data a medios locales, derivó en una gran frustración que le hizo perder el rumbo. En 2007, tras asaltar una vivienda en Houston, fue acusado de robo a mano armada y condenado a cinco años de cárcel. 

Trascendió que tuvo una hija, que ahora tiene seis años y vive con Houston con su mamá, una mujer llamada Roxie Washington, quien lamentó amargamente el incidente. «Es cruel como murió, se lo han robado a mi hija», dijo. 

A los 40 años y queriendo empezar de nuevo, fue animado por Harris a probar suerte en Mineápolis, donde se desempeñó como conductor y guardia de seguridad, entre otros oficios. «Estaba buscando comenzar de nuevo, un nuevo comienzo», comentó Harris. «Estaba contento con el cambio que estaba haciendo». 

En malhadada coincidencia, fuentes locales señalaron que Floyd y su asesino trabajaron en un local llamado El Rodeo Club. Al respecto, Maya Santamaria, propietaria del sitio, aseveró que no podía confirmar que se conocieran, aunque admitió que Floyd había sido su empleado y el agente Derek Chauvin laboró allí como parte de la seguridad por más de 16 años. 

A pesar de dedicarse a esa clase de trabajos, la enorme complexión de Floyd contrastaba con su bonhomía, algo a lo que aludió Brian Molohon, director ejecutivo de Harbour Light, un refugio para personas sin hogar del Ejército de Salvación en el que Floyd prestó servicios cuando arribó a la ciudad: «no tengo dudas de que George, como muchos otros trabajadores de albergues en nuestra comunidad, tenía un corazón que se preocupaba por las personas y nuestra comunidad«, expresó. 

Posteriormente, se hizo con dos empleos: durante el día, conductor de camiones; en las noches, guardia de seguridad en Conga Latin Bistro, un restaurante latino en el que encajó rápidamente y le fue otorgado el mote de «Big Floyd«. 

Jovanni Tunstrom, dueño del lugar, lo recuerda como una persona «siempre alegre». «Tenía una buena actitud. Bailaba mal para hacer reír a la gente. Traté de enseñarle a bailar porque amaba la música latina, pero no pude porque era demasiado alto para mí. Siempre me llamó ‘Bossman’ (jefe). Le dije: ‘Floyd, no me llames jefe. Soy tu amigo'», añadió. 

Sin embargo, la llegada de la pandemia de Covid-19 supuso el fin de estos buenos tiempos para George Floyd. Como cerca de otros 40 millones de estadounidenses, perdió su empleo luego de que el restaurante decidiera cerrar sus puertas por la cuarentena, mas de acuerdo con Christopher Harris, Floyd estaba, de hecho, a la búsqueda de otro empleo y hablaron de ello el pasado domingo. Entonces, Harris le compartió la información de contacto de una agencia de empleos temporales. 

«Estaba haciendo lo que fuera necesario para seguir adelante con su vida», aseveró. Adicionalmente, insistió en que le parecía increíble que Floyd echara mano de la falsificación para pagar por unos comestibles. «Nunca supe que hiciera algo así». 

Por su lado, su hermana Bridgett Floyd le explicó a diversos medios estadounidense que George era una persona «creyente» y «temerosa de Dios», más allá de cualquier fallo cometido. 

Obviando el confinamiento y la grave crisis sanitaria a causa de la pandemia de Covid-19. la brutalidad policial de la que fue objeto George Floyd ha desatado una ola de protestas violentas en varias ciudades de los Estados Unidos y enconadas reacciones en contra del racismo. 

Así, la indignación se ha impuesto por encima del miedo al contagio y a la muerte y ante el temor de que el crimen, como tantos otros en los que la policía ha agredido y hasta asesinado a afroestadounidenses, quede impune, miles se echaron a las calles para exigir justicia. 

«Él rogó por su vida. Él suplicó por su vida. Cuando te esfuerzas tanto en confiar en este sistema, un sistema que sabes que no está diseñado para ti, cuando buscas constantemente la justicia por medios legales y no puedes conseguirla, comienzas a tomar la ley en tus propias manos», remató Christopher Harris, algo con lo que, seguramente, muchos afroestadounidenses coincidirán. 

(LaIguana.TV con información de BBC)

George Floyd, de 46 años, era padre de una niña de 6 años