Cuando entró en la organización criminal era conocida como «La Peque», era apenas una adolescente de 15 años, que se había convertido en madre soltera. Era pobre, no tenía recursos para alimentar a su hijo y decidió dedicarse a la prostitución, entorno en el que conocería a las mafias del narcotráfico mexicano y de grupos criminales como el Cártel de Los Zetas.
 
Se hace llamar «Juana», a secas. Dice que nación en el estado de Hidalgo, cerca del Distrito Federeal -la capital mexicana-. Como prostituta comenzó a relacionarse con los narcos, sicarios y criminales del mencionado cártel y así fue como se involucró directamente con la estructura delincuencial de la organización.
 
Su primer encargo para el Cártel de Los Zetas fue como «Halcón» (informante), Juana ayudaba a conseguir información relevante para la organización criminal mientras trabajaba como prostituta. En ese medio se ganó la confianza de enemigos de Los Zetas y así fue  como consiguió convertirse en espía.
 
No tardó mucho en involucrarse en la acción criminal del cártel, luego de fungir como espía el siguiente encargo fue asesinar, y así se convirtió en sicaria.
 
Así fue como Juana dejó de ser «La Peque» convertirse en «La Cleopatra», apodo que le colocó la organización una vez se convirtió en sicaria. Bajo ese mote, La Cleopatra, ha sido reconocido como una de las mujeres asesinas que participó más activamente contra las fuerzas del Estado durante la llamada «guerra contra las drogas» que decretó el entonces presidente Felipe Calderón -quien ha sido vinculado a las mafias del narcotráfico- y que desató una ola de masacres en todo el territorio mexicano, así como desapariciones, sicariatos y desplazamientos forzosos contra comunidades inocentes.
 
La «guerra contra las drogas» que continuó hasta enero de 2020 fue catalogada por el actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador, como una de las peores tragedias vividas por los mexicanos, razón por la cual la dio por terminada.
 
Redes sociales, armas y baños de sangre
 
A Juana le encantaba mostrar su poder en las redes sociales, no temía mostrar su rostro ni su armamento de guerra. Cuando posaba en las fotos, subía imágenes en las que sobresalía su cabello rojo y armas de alto calibre.
 
Su cara joven e inocente era el gancho para distraer y atraer a su rivales, quienes ni se imaginaban que con apenas 20 años era catalogada como una de las mujeres más peligrosas de México, no tanto por la cantidad de hombres a los que asesinó sino por la crueldad con la que lo hacía.
 
Detenida en 2016, confesó haber matado al menos a cinco hombres. A todos les arrancó la cabeza, pues decía que al hacerlo sentía placer.
Pero no sólo los decapitaba, también desmembraba a sus víctimas y luego sostenía relaciones con los cuerpos mutilados mientras se bañaba en la sangre que expulsaban.
 
En medio del acto sexual y para llegar al orgasmo, «La Cleopatra» sólo se satisfacía cuando bebía la sangre mientras estaba caliente. Un rito que comenzó a experimentar viendo a otros integrantes de Los Zetas, quienes se caracterizan por decapitar, desmembrar y comerse a sus víctimas.
 

¿Cómo se convirtió Juana en La Cleopatra?

Cuando Juana es capturada ya tenía 28 años, 13 de ellos realizando distintos tipos de trabajos para Los Zetas. Al relatar parte de su vida al diario británico Daily Mail, señaló que desde pequeña fue rebelde y después se volvió adicta a las drogas y al alcohol.

Entrevistada en una cárcel de Baja California, confesó que al principio su trabajo consistía en vigilar las carreteras durante alrededor de ocho horas diarias, en las cuales tenía que reportar si pasaban patrullas. Si hacía mal su trabajo, la amarraban y sólo le daban de comer un taco al día.

Cuando eso sucedía, Juana observó varias ejecuciones. En una de ellas vio cuando “le rompieron la cabeza a un hombre con un mazo”, un crimen que la hizo temer por su vida al imaginar que pudiera terminar de la misma manera. Este tipo de asesinatos era tan cotidiano, que Juana -con el paso del tiempo- se familiarizó con la violencia a tal punto de sentir excitación y afición con la sangre.
 
«Me sentía emocionada por ella, me frotaba con ella, me bañaba en ella después de matar a la víctima”, dijo Juana al mencionado diario, al que también confesó que al estar rodeada de tanto crimen y violencia no sólo la volvió insensible, sino que también desarrolló gusto por beber y bañarse con la sangre de los cuerpos mutilados.
 
Luego de eso, Juana comenzó a tener relaciones sexuales con los cadáveres decapitados, utilizaba las cabezas y otras extremidades para su satisfacción.
 
Una realidad que no sólo es de Juana
 
Juana sigue en prisión sin aún recibir sentencia sobre sus crímenes confesos. Mientras tanto, detalla Daily Mail, que realiza estudios mientras está privada de libertad.
 
Pero la historia de Juana no es la única parecida en México y en el entorno de las mafias del narcotráfico, paramilitares y sicarios.
 
De acuerdo al medio británico, la presencia de mujeres en el sicariato y en el mundo del narco se ha hecho cada vez más frecuente. De hecho, ya existen grupos de asesinas a sueldo que son integrados y dirigidos exclusivamente por mujeres.
 
El medio añade que la gran mayoría de las mujeres que se vinculan a estas organizaciones criminales tienen antecedentes de maltrato familiar, abuso de drogas, alcohol, pobreza, prostitución, y tambié en muchos otros casos, son mujeres que terminan en esta red criminal en contra de su voluntad, obligadas tras ser raptadas y arrancadas de sus familias.
 
Cuando esto ocurre, las mafias criminales integran a las niñas y/o adolescentes en las filas de la organización o las envían a otros países para el tráfico sexual, delito conocido como trata de blancas.
 
Los delitos contra las mujeres se acentúan en las zonas ocupadas por el crimen organizado, donde se registran altos índices delictivos contra las mujeres como homicidio, extorsión, intimidación, violencia sexual y secuestro.
 
(LaIguana.TV)