Octubre de 2006. En Bruselas. Camino a la puerta de aquel despacho, aun dudaba de las palabras adecuadas, de cuál debía ser el tono diplomático que hiciera correcto lo que iba a decir. En dos meses se realizaría la elección presidencial, la Unión Europea (UE) se disponía a “vigilar” el proceso con una misión de observación y ella, novel presidenta del CNE, pretendía discutir las condiciones bajo las cuales el Poder Electoral estaba dispuesto a recibirla.

La reunión con la comisaria de Relaciones Exteriores europea, Benita Ferrero, fue tensa. Días antes, esta política austriaca había asegurado, ante un panel en el que también participaba el opositor Teodoro Petkoff, que Venezuela era víctima de “un cierto neopopulismo… a causa de la pobreza, la desigualdad y otros problemas». La clara injerencia mostraba los prejuicios de Ferrero, a cuyo cargo estaba la designación del Jefe de la que sería la misión electoral.  Los observadores deben respetar nuestra soberanía y no tomar posición por los actores en contienda, le dijo, palabras más o menos, la presidenta. Pero Ferrero hizo caso omiso, se jactó de la “experiencia” en observación electoral y le espetó las muchas misiones europeas que se habían realizado en África.

Tibisay Lucena se sintió, entonces, indignada e irrespetada por el desconocimiento que la comisaria tenía sobre la realidad de Venezuela y olvidó las convenciones. “No estamos hablando de África. Estamos hablando de  Venezuela”.

Así inició ella, un largo camino para imponer la soberanía plena de la patria en sus procesos electorales y acabar con el tutelaje que, sobre las elecciones y sus resultados, se abrogaban países y organismos multilaterales extranjeros para decidir el destino de nuestra nación.

En contrapartida, promovió el principio de igualdad y respeto entre los organismos electorales, cuya mejor expresión es el Programa de Acompañamiento Internacional; la cooperación igualitaria, gracias a lo cual firmó 27 acuerdos de intercambio con países tan distintos como Finlandia, Haití, Suráfrica, Mali y El Salvador; y la integración en la diversidad, que la llevó a auspiciar con pasión la conformación del Consejo Electoral de la Unasur.

Febrero 2007. El escritorio de Tibisay, en su despacho de la presidencia, está perfectamente limpio y con pocos papeles. Su obsesión por el orden y la planificación asusta a esta periodista que se inicia en las lides institucionales. Es una larga jornada de trabajo. O más bien de aprendizaje, gracias a una clase magistral sobre el mundo electoral venezolano con el que trata de apasionarme y de enseñarme la importancia de su proyecto. Aquí estamos construyendo una institución de Estado, un poder público, y a eso debemos dedicarnos, me dice.

En eso andaba ella desde 1999. Cuando como asesora de la Asamblea Nacional Constituyente, participó en el diseño del Poder Electoral; cuando, en el año 2000, desde una oficinita en el CNE, enamoró y reunió a técnicos, con años de experiencia dentro del organismo electoral, y empezaron a levantar proyectos medulares. “Nos encerramos tres días en una oficina para que no nos sabotearan y no salimos de allí sino cuando ya tuvimos completas las nuevas circunscripciones electorales. Allí comíamos y dormíamos”, cuenta ella, todavía hoy, para mostrar el nido de alacranes que era el organismo electoral, entonces segmentado por innumerables parcelas de poder.

Con un promedio de una elección anual, el CNE terminó trabajando como un reloj. En su gestión, ella reestructuró el organismo y reconoció la experiencia electoral de sus funcionarios; ordenó el proceso electoral, sistematizando procedimientos desarrollados en el organismo, y acabó con las “islas” –las parcelas de poder- que impedían la integración de los procesos. Todo dentro de una actividad intensa de consolidación, en la búsqueda constante por lograr que el “Consejo” se adaptara a las exigencias del pueblo y no al revés, que el uso de las tecnologías sirviera como instrumento para blindar la voluntad popular y como profundización de la cultura electoral venezolana y no como tecnicismo.

Así, del CNE salían máquinas de votación pero también libros de poesía; textos en los que se sistematizó la experiencia electoral y libros de fotografía y música. Una línea institucional de trabajo cuya premisa fue promover la identidad venezolana.

Ciertamente, Tibisay apuntaló el carácter técnico del CNE y lo hizo eficaz y eficientemente. Pero no olvidó la más importante de sus características, el carácter político de una institución, en cuyas labores se concreta y define la dinámica democrática del país. Supo escuchar con atención a todos los partidos políticos, incluso aquellos desde los que se ejecutó la ominosa campaña que trató de liquidarla en lo personal. Y tuvo el coraje de decirle que no, a quienes pretendieron imponerle decisiones que burlaban el carácter democrático de los procesos electorales.

Así pasó en la elección presidencial de 2013, cuando no cedió a las presiones, públicas y privadas, de la oposición y su candidato Henrique Capriles Radonski. Ella no solo contestó certeramente las falaces acusaciones de supuesto fraude sino que convirtió la defensa de la institucionalidad electoral en una clase nacional de cultura electoral para que los venezolanos y las venezolanas pudieran defenderse de un complot, montado sobre inexistentes reglas electorales.

En esos días, la casa de Tibisay fue asediada por grupos extremistas que amenazaban con incendiarla. No aceptó sugerencias de mudarse temporalmente. A mi no me van a sacar de mi casa, dijo, al rechazar que la trataran como una “víctima”. Con ese temple, enfrentó la violencia de los extremistas y también la violencia de su enfermedad.

Febrero 2015. Mil 600 músicos celebran el 40 aniversario del sistema de orquestas. El concierto, dirigido por Gustavo Dudamel, es también un homenaje al maestro Abreu. Entre ese mar de gente, que plena el escenario del Teresa Carreño, está también Tibisay, quien toca su violonchelo. Muchos años han pasado desde que dejó de tocarlo pero su amor por el Sistema, y por el maestro, quiebran el silencio de sus cuerdas.

Para ese momento, ya el CNE y el Sistema eran aliados. Tanto que la Casa de la Acción Social por la Música se convirtió en la “sede” de los actos aniversarios del Poder Electoral. Ella unió así sus dos pasiones, elevándole el nivel a la institucionalidad electoral.

Julio 2015. El país está entrando en la campaña para las elecciones legislativas, con lo que la polarización política se encrispa, si es que se puede subir un nivel, en una dinámica violenta que ya acumula decenas de fallecidos. Terca en su lucha feminista, Tibisay logra reunir en un mismo escenario a las mujeres de todos los partidos políticos, para presentarles el Reglamento especial que garantiza la participación paritaria de las mujeres. Aunque a los medios no parece importarle, ella logra romper los odios machistas, uniendo a chavistas y opositoras en torno a la batalla por sus derechos.

Que las candidaturas sean paritarias es una pelea que cazó en el 2005 y que en el 2008 se convirtió en una resolución que rigió las postulaciones de ese año. Pero en el 2009, fue derrotada, cuando su propuesta de consagrar la paridad en la Ley de Procesos Electorales no fue escuchada. Insistente, volvió por sus bríos en el 2015 y en el 2018, juntó al CNE con la Comisión de los Derechos de la Mujer de la Asamblea Nacional Constituyente para articular y promover una ley constituyente de paridad. Y así seguirá. Hasta que lo logre.

Julio 2017. El despacho de presidencia se ha convertido en una sala situacional. Desde allí, Tibisay mantiene comunicación constante con los directores regionales, especialmente con aquellos, cuyas regiones están encendidas con la violencia callejera de la oposición extremista. Cuando recibe la llamada, está revisando las últimas decisiones adoptadas para hacer posible las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Es el director de Táchira, quien le informa que una horda de extremistas ha rodeado la casa de una coordinadora municipal y la están amenazando con incendiarla dentro si no entrega las máquinas de votación. La presidenta del Poder Electoral se comunica directamente con la funcionaria. Le ordena decir dónde están las máquinas y salvaguardar su vida y la de su familia. Luego, llama aquí y allá, articulando un dispositivo de seguridad para rescatarla. Al final, la funcionaria no se deja y no da la información.

Meses después, Tibisay ve, por primera vez, a la coordinadora, junto a las y los ceneistas que fueron condecorados por su compromiso con el país para garantizar la elección. La ve orgullosa y comenta: “¡Ay manita! Es que esa es la estirpe de los venezolanos, somos patriotas y valientes”.

Junio 2020. Cuando este lunes, Tibisay Lucena atraviese las puertas principales del CNE, de camino hacia otras pasiones, los que tuvimos el privilegio de trabajar con ella, recordaremos otras vivencias con las que nos llenó del amor y compromiso de trabajar por nuestro país.

Porque esa mujer, lleva la Patria adentro.

(Taynem Hernández / LaIguana.TV)