«Ya en el siglo XVIII, el pensador francés Jean-Jacques Rousseau nos advertía que una sociedad con grandes diferencias de riquezas es una amenaza continua para las libertades políticas. ¡Qué actual este planteamiento!», expresó el filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela, en un nuevo viernes de filosofía y poesía, la emisión especial con la que cierra la semana el programa Desde donde sea.

En esta ocasión, el segmento filosófico fue una disertación sobre Rousseau, dando continuidad a una línea de estudio que ya ha pasado por Platón, Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes y Alexis de Tocqueville.

«Jean-Jacques Rousseau, quien vivió entre  1712 y 1778, fue un filósofo que escribió obras fundamentales que sustentaron la teoría política, los sistemas políticos aplicados en muchos estados a lo largo de los siguientes siglos, y también una ética política y un pensamiento libertario. Perseguido por sus ideas, fue vetado por la Asamblea de París. Terminó vagando por Europa y murió pobre, pero su legado lo catapultó como uno de los pensadores más importantes en la historia de la humanidad. Planteaba que la educación debe ser más cercana a la naturaleza y la experiencia que a los libros. Filósofo obligado cuando se trata de estudiar la historia del pensamiento y de los sistemas políticos. Se inscribe en la corriente del contractualismo, en la cual también figuran Thomas Hobbes y John Locke», señaló en la introducción de la clase.

Explicó que Rousseau parte de la tesis de que el ser humano originalmente vivía en un estado de naturaleza sin mayores conflictos en el que era un buen salvaje.

«Plantea en su teoría un estado de naturaleza idílico que luego es degenerado moralmente por la civilización caracterizada por la corrupción y la degradación de la sociedad. Es decir que, a contrapelo de Hobbes, postula que el hombre es inocente, independiente, libre, solitario. El apareamiento entre los seres humanos se realiza por encuentros casuales. La relación de la madre con su hijo termina cuando este es independiente y puede asumir su libertad. No posee noción de futuro ni proyección. Vive exclusivamente en el presente. Su objetivo es la sobrevivencia, un concepto que lo acerca a Hobbes. Esos hombres primitivos son egocéntricos, pero esto no trae peligros porque se equilibra con la compasión natural, la piedad ante los problemas de los otros. Los deseos de los hombres son sencillos porque están ligados a sus necesidades básicas. Hay desigualdades naturales como la edad, la fuerza, el cuerpo, pero por la sencillez de las necesidades de los hombres en el estado de naturaleza, y por la abundancia de bienes, no son objeto de competencia».

Según el pensador francés, lo que sucedió luego fue que la especie humana comenzó a multiplicarse y el estado idílico natural se hace conflictivo porque los bienes comienzan a escasear.

«Los individuos se ven obligados a cooperar entre sí -expuso-. Surge una primera sociedad primitiva en la que además nacen el lenguaje y la comparación de los hombres entre ellos. Surge también la envidia entre humanos. Surge la empresa humana. Rousseau destaca la agricultura y la metalurgia que traen con ellas el concepto de propiedad privada. Dice que surge la acumulación y con ella dos fenómenos fundamentales: el poder y la riqueza. También se genera la desigualdad porque unos individuos tienen más que otros. Se produce un primer momento conflictivo porque los que tienen mucho quieren tener más y los que no tienen quieren tener lo que tienen los otros».

En este punto, según el presentador, el pensamiento de Rousseau se acerca al de Hobbes, pues la propiedad privada hace nacer el conflicto violento y la inseguridad. Para enfrentar esa situación surge la idea del contrato social. Con la diferencia de que Hobbes cede el poder al Leviatán y Rousseau  lo hace a la voluntad general.

Rousseau  sostiene en su obra que para regular la relación entre los seres humanos apareció un primer tipo de contrato, con el que él no está de acuerdo, porque le dio más poder a los poderosos, es decir, que acentuó la desigualdad.

«Los individuos renuncian a sus derechos naturales y se los dan al Estado, pero ese pacto es injusto porque si bien garantiza la paz, esto se hace eliminando los conflictos. Rousseau piensa que se sustenta en las desigualdades, en la ambición de los ricos, a la que se opone la envidia de los pobres, un coctel mortal. Se legitima la propiedad de los ricos y se les otorga el poder político mediante el uso de la fuerza. La ley no defiende el bien común, sino los privilegios de los ricos y poderosos».

«De esa acumulación de riqueza y poder surge el progreso científico y técnico, al que Rousseau se opone, en una época en la que los grandes pensadores del Iluminismo le hacían odas, felicitaciones, himnos a esa efervescencia que proviene del Renacimiento y del antropocentrismo, de la visión del hombre como el pico de la pirámide. Rousseau dice que ese progreso científico y técnico no traía un progreso moral. Para él, moral y política tienen que ver con la razón, la racionalidad. Decía que ese progreso no nos ha hecho mejores hombres ni más felices. Rousseau dice que del origen de la ciencia y de las artes surge la ambición, la mentira y la elocuencia del orador; que la avaricia del comerciante produjo la aritmética; y la superstición produjo la astronomía. El resultado es una sociedad artificial e hipócrita, fundamentada en convenciones absurdas y desiguales», prosiguió Pérez Pirela.

La propuesta de un nuevo contrato

Tras formular la pregunta sobre cuál es la propuesta de Rousseau, puntualizó que el francés estaba claro en que no era ya posible regresar al estado de naturaleza caracterizado por el buen salvaje. Pero sí se podía salir del pacto desigual mediante dos vertientes: la educación y un nuevo contrato social.

Su propuesta educativa queda plasmada en el libro Emilio o la educación, que fue vetado por el poder de la época. La propuesta política, desarrollada en El contrato social y en otras obras, ha sido medular en la historia del pensamiento político universal.

«Rousseau plantea un nuevo contrato social, pero exige que los contratantes estén en similares condiciones, en similar nivel de riqueza. Dice que  ‘Nadie tendrá tanto que pueda comprar a otro, ni tan poco que se vea obligado a venderse’. ¡Qué maravilla, qué poder y qué potencia tiene esta idea! Este contrato determina todo el devenir jurídico, político y ético de la modernidad y del mundo contemporáneo. Hasta teóricos contractualistas contemporáneos como John Rawls, en Una teoría de la justicia, coinciden en que debe haber igualdad. Al momento de contratar todos deben tener una especie de velo de ignorancia para que no se sepa quién es rico o pobre, profesional u obrero».

Enfatizó que, como resulta obvio, la desconfianza de Rousseau en la propiedad privada influyó en muchas de las ideas de Marx, pero es justo recalcar que el filósofo galo nunca propuso prohibirla.

«Rousseau nos advierte que una sociedad con grandes diferencias de riquezas es una amenaza continua para las libertades políticas. ¡Qué actual este planteamiento! En el pasado fue la causa del fracaso del pacto ilegítimo e injusto porque los ricos se alejaban de la voluntad general y querían ser desiguales en propiedades y riquezas y también serlo en la ley. Esto alimentaba la envidia de los más pobres. Eso es lo que mutatis mutandis ocurre actualmente en sociedades que son bombas de tiempo», aseveró.

Voluntad general

Continuó desentrañando conceptos fundamentales de la filosofía roussoniana, entre ellos los de pueblo y voluntad general.

«La idea de pueblo para él tiene un poder absoluto, indivisible e irrepresentable. En este soberano es donde debe fundarse el contrato social. El individuo renuncia a sus derechos a favor de toda la humanidad, se somete a la voluntad general. No es la voluntad mayoritaria porque esta puede equivocarse, mientras la voluntad general se funda sobre la recta razón, conduce a la justicia y procura el bien común. Conceptos filosóficos y políticos fundamentales tomados del mundo griego y latino, que pasan por el Renacimiento y llegan con fuerza al siglo XVIII”.

«¿Qué dicta la recta razón? -interroga Pérez Pirela, y contesta-. Rousseau cree que dicta la igualdad y la libertad. Nacemos libres e iguales, en la sociedad nace la esclavitud y la desigualdad, pero la recta razón dicta que debemos recuperarlas. Dice que la minoría elabora las leyes y la mayoría, que carece del poder político, las padece porque en la corrupta sociedad civilizada ni somos iguales ni somos libres”.

Citó un fragmento de otra de las obras de Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres:

“El primer hombre a quien, cercando un terreno, se lo ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso, hubiera gritado a sus semejantes: «¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie!”.

Argumentó que para superar esta sociedad, Rousseau plantea un contrato en el que el pueblo participa para elaborar la ley y, en esa medida, es soberano, mientras que al comprometerse a respetarla acepta estar subordinado.

«El pueblo al mismo tiempo es soberano y súbdito. Obedecer una ley justa, expresión de la voluntad general, nos orienta hacia el bien común y nos hace libres. Hay igualdad política porque todos participamos del poder y libertad civil,  porque nos sometemos a la ley que nos estamos dando. La voluntad general, fundamentada en la recta razón, es el verdadero fundamento de la libertad», resumió.

Al finalizar el segmento, Pérez Pirela destacó la importancia de este camino de divulgación filosófica que está llegando a miles de personas. «La filosofía nos hace ciudadanos más libres y justos que no se dejan engañar por políticos ignorantes y barrigones que nos quieran imponer intereses malsanos», afirmó.

Poesía para cerrar la semana

El apartado poético del programa, comenzó con dos poemas de  Armando Rojas Guardia, una figura de las letras venezolanas que acaba de fallecer.

Fondo negro

Limpia y fría, la noche de diciembre
es la imagen perfecta de mi alma:
Caracas es indiferente,
mientras que yo soy un hueco en el
mismo lugar
donde está flotando los minutos.
En nada pienso ahora. Y nada añoro.
Ninguna obligación. Ninguna agenda. 
Apenas esta ingrávida
para llenar la música 
y lentos cigarros y silencio
y el negro sueño de la paz, vacío.

 Sospecha

 Habría que decir
que dicho todo
aún está todo por ser dicho.
Ni una sola 
palabra
ha roto el círculo.
Si el tiempo
a sí mismo se busca
y no
a lo que pasa vivo
entre las horas,
no hay futuro,
otra vez el circuito recomienza,
sólo brillan
espejos,
la nada poblada de imágenes
iguales,
 el ciclo
y sus etapas:
yo solo
repetido
desde el génesis.

Luego de este tributo a Rojas Guardia, leyó un poema de Eczoida, editora literaria del moderador.

Da lo mismo

Hastío y soledad por dentro
porque el sol para cada uno
sale y se oculta
en horas diferentes.
Porque la vida pasa o nosotros por ella
casi siempre da lo mismo
Algunos de subida
otros de bajada
Así vamos cuando en un punto
un punto exacto
nos encontramos.
Ese instante sagrado
parecido a la muerte
o la felicidad
solo dura eso:
un instante.

Lo que vino antes
y lo que está después
es añoranza y despedida,
búsqueda y apego,
metástasis
de estar cerca o lejos
de esperar lo conocido
para que nos mate
y extrañar lo desconocido
mientras vamos muriendo
en caída libre 
o en ascenso
Casi siempre, da lo mismo.

Por solicitud de un participante, recitó un fragmento de Mi Último Adiós, de José Rizal

Adiós, adorada tierra, región del sol querida,
Perla del mar de oriente, nuestro perdido Edén!
A darte voy alegre la triste mustia vida,
Y fuera más brillante, más fresca, más florida,
También por ti la diera, la diera por tu bien.

En campos de batalla, luchando con delirio,
Otros te dan sus vidas sin dudas, sin pesar;
El sitio nada importa, ciprés, laurel o lirio,
Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio,
Lo mismo es si lo piden la patria y el hogar.

Yo muero cuando veo que el cielo se colora
Y al fin anuncia el día tras lóbrego capuz;
si grana necesitas para teñir tu aurora,
Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora
Y dórela un reflejo de su naciente luz.

Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente,
Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor,
Fueron el verte un día, joya del mar de oriente,
Secos los negros ojos, alta la tersa frente,
Sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor

Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo,
¡Salud te grita el alma que pronto va a partir!
¡Salud! Ah, que es hermoso caer por darte vuelo,
Morir por darte vida, morir bajo tu cielo,
Y en tu encantada tierra la eternidad dormir.

Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día
Entre la espesa yerba sencilla, humilde flor,
Acércala a tus labios y besa al alma mía,
Y sienta yo en mi frente bajo la tumba fría,
De tu ternura el soplo, de tu hálito el calor.

También por sugerencia del público, declamó Poema del amor ajeno, de José Ángel Buesa.

Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo
como queda el perfume más allá de la flor.
Tú sabes que te quiero, pero no te lo digo;
y yo sé que eres mía, sin ser mío tu amor.

La vida nos acerca y la vez nos separa,
como el día y la noche en el amanecer…
Mi corazón sediento ansía tu agua clara,
pero es un agua ajena que no debo beber…

Por eso puedes irte, porque, aunque no te sigo,
nunca te vas del todo, como una cicatriz;
y mi alma es como un surco cuando se corta el trigo,
pues al perder la espiga retiene la raíz.

Tu amor es como un río, que parece más hondo,
inexplicablemente, cuando el agua se va.
Y yo estoy en la orilla, pero mirando el fondo,
pues tu amor y la muerte tienen un más allá.

Para un deseo así, toda la vida es poca;
toda la vida es poca para un ensueño así…
Pensando en ti, esta noche, yo besaré otra boca;
y tú estarás con otro… ¡pero pensando en mí!

 Otra solicitud de la noche fue Paz de Charles Bukowski

Junto a la mesa de la esquina en
El café
Está sentada
Una pareja de mediana edad.
Han terminado de comer
Y están bebiendo una cerveza
Cada uno.
Son las 9 de la noche.
Ella está fumando un cigarrillo.
Luego él dice algo.
Ella asiente.
Luego habla ella.
Él sonríe, mueve la mano
Luego se quedan callados.
A través de la persianas
Junto a la mesa
Parpadea
Una luz roja de neón.

No hay guerra
No hay infierno.

Luego él levanta su botella
De cerveza.

Es verde,
Se la lleva a los labios
Le da un sorbo.

Es una Coronet.

Ella tiene el codo derecho
Apoyado sobre la mesa
Y en la mano
Sostiene el cigarrillo
Entre el pulgar y
El índice
Y cuando ella le mira
Fuera las calles
Florecen
En la noche.

Suerte

Hubo una vez
En que fuimos jóvenes
Dentro de esta máquina
Bebíamos
Fumábamos
Tecleábamos

Fue un tiempo d e
Esplendor
Un milagro

Aún lo es

Solo que ahora
En vez de
Ir hacia el tiempo
Es el tiempo
El que viene hacia nosotros
Y hace que cada palabra
Taladre
El papel

Clara
Rápida
Contundente

Alimentando
Un espacio
Que se cierra.

Walt Whitman también figuró en el recital del viernes.

¡Oh, yo! ¡oh, vida!
De sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios,
de mí mismo que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz,
de los objetos despreciables,
de la lucha siempre renovada,
de lo malos resultados de todo,
de las multitudes afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás,
yo entrelazado con los demás,

la pregunta, ¡oh, yo!,
la pregunta triste que vuelve
¿qué de bueno hay en medio de estas cosas,
Oh, yo, Oh, vida?

Respuesta:
Que estás aquí – que existe la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que tú
puedes contribuir con un verso.

El cierre  fue con un poema del propio Pérez Pirela, titulado Poder, que se inicia con un epígrafe de Napoleón Bonaparte:

“Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”

El poder de tu cuerpo puede sobre mí
El peso de tu escondite
El equilibrio precario de tus senos
El señalar allá de tus pies paralelos
La patafísica hipnótica de tu ombligo
La estopa enredada de tu cabello
rozando mis rodillas de pescados
La parte detrás de tu parte de adelante
donde llego con la punta de mi viaje
El enano de tu dedo gordo y el mío
buscándose en un techo de sábanas
Tu boca de pico de avión
con alas de cachetes
El puñal de tu lengua atacándome por la espalda
La enredadera de tu entrepierna
por donde subo hasta tu balcón
La lava tropical de tu volcán-balcón
El relámpago de tus ojos electrocutándome
La señal nítida de tu sonrisa
a todo color
Tu mentón corroído de tanto pensar
Tus piernas que son puertas
grandes puertas
Ese cuello, escalera
Esas manos, piano sin cola
Esa cola, orégano
órgano y flor
que huelo y huelo y huelo
como quien huele el poder.

Al cierre, agradeció la participación de la audiencia en una nueva cita, en la que se juntan la búsqueda de la verdad, característica de la reflexión filosófica; y el amor por la belleza de la palabra, propia del quehacer poético. «No hay verdad sin belleza ni belleza sin verdad», dijo.

(LaIguana.TV)