El fuego es tanto o más que hace un año, pero ahora pasa casi desapercibido por los medios y parece aprovechar el silencio del activismo ecológico en las redes para avanzar sin control en los bosques bolivianos.

En las semiáridas llanuras del Chaco y la Chiquitanía del sudeste boliviano, las quemas –en gran parte no autorizadas- de bosques y pastizales marcan cifras mayores que las de 2019, cuando Bolivia sufrió uno de sus peores desastres incendiarios, pero curiosamente las alarmas por ahora no suenan.

Un año antes, a principios de agosto y con los incendios en fase inicial, activistas ecológicos, organizaciones no gubernamentales y gobiernos regionales opuestos al entonces Gobierno nacional de Evo Morales ya habían comenzado una campaña de denuncias de «ecocidio», del cual terminarían culpando al líder indígena por haber cedido a las presiones de agroempresarios apurados en convertir bosques en tierras de cultivo.

«Quién sabe por qué, ahora estamos solos. La gente de las ciudades no quiere volver a mirar al desastre de las quemas incontroladas», dijo a Sputnik, por teléfono desde su comunidad rural, el dirigente Jacinto Vergara de la etnia chiquitana del departamento oriental de Santa Cruz.

Respondiendo con poco más que monosílabas, el indígena señaló que los incendios de estos días se parecen cada vez más a los de 2019 «y apuntan para peor, pero no se oyen protestas como las del año pasado» cuando el desastre ganó fácilmente las portadas de los medios e inundó las redes sociales.

«Ocho mil focos de calor más que el 2019, pero ahora los ecologistas están callados, no hay ‘super tanquer’, no hay emergencia, no hay cobertura de medios, ¿qué raro no? ¿Ahora ya no importan tanto los incendios forestales?», cuestionó por su parte esta semana la concejal municipal Rocío Molina, del partido de Morales, de Cochabamba (centro).

En agosto de 2019 corría una campaña electoral que culminaría en la victoria de Morales y su caída en la crisis política de octubre y noviembre.

Este 2020 las quemas vuelven a coincidir con período electoral, pero la ecología parece fuera de agenda.

Focos de calor

Según un informe de la Fundacion Solón de investigaciones culturales y ambientales, Bolivia terminó el mes de julio con «un escenario ambiental perturbante», a causa del aumento interanual de las quemas y la perspectiva de un desastre creciente en el futuro inmediato.

Citando reportes oficiales, la Fundación Solón señaló que los focos de calor en Bolivia aumentaron 16% entre enero y julio de este año en comparación con los siete primeros meses de 2019, pasando de 16.532 a 19.205.

Solón advirtió que las quemas en el bosque chiquitano tenían este año un mayor peso en el balance, representando el 65% de los focos detectados, frente al 50% del año anterior.

Este dato ganaba importancia con la anotación de que ése fue el bosque más afectado por los incendios forestales de 2019.

Este reporte coincidía con otro de la Autoridad de Bosques, que reveló que los incendios de julio y los primeros días de agosto se concentraban en la reserva Otuquis, en el extremo sudoriental que limita con Brasil y Paraguay, donde hasta el pasado fin de semana el fuego había devorado al menos 91.000 hectáreas de pastizales y bosques bajos.

Esa superficie era relativamente pequeña frente a los cinco millones de hectáreas de bosques y pastizales incendiados en 2019, pero la perspectiva es preocupante, señaló Solón, citando reportes de incendios en otras reservas, de los cuales se tenían datos de focos de calor pero no de hectáreas devoradas por el fuego.

«Si a pesar de encontrarnos en una situación de emergencia por la pandemia del COVID-19, el mes de julio nos presenta este panorama tan desolador ¿Qué nos espera para los meses de agosto y septiembre? ¿Cuántos miles de hectáreas en bosques y áreas protegidas, y todos los seres que habitan en ellos, quedaran calcinados por los incendios?», cuestionó el experto ambiental Guillermo Villalobos en el reporte de la Fundación Solón.

Añadió que solo la abrogación de leyes y decretos que autorizan quemas de bosques con fines agrícolas evitaría que Bolivia vuelva a sufrir un desastre ambiental.

Primera reacción

La presidenta Jeanine Áñez lanzó este lunes 3 una iniciativa para enfrentar los incendios, concentrando su atención en Otuquis.

Hasta allí viajó el ministro de Defensa, Fernando López, para anunciar que desde este mes estaban suspendidos los permisos de quemas en todo el país, prohibición similar a la que hace un año fracasó estrepitosamente por la imposibilidad gubernamental de controlar el extenso territorio nacional.

En vez de presentar un plan integral contra los incendios, como había anunciado el Gobierno, López dijo que fue a observar la situación y recabar informes para definir acciones bajo la lógica de «estar un paso adelante».

«Si nadie quema no hay incendios, y no hay causa para quemar, está prohibido», afirmó López.

Pese a la prohibición, el sistema oficial de monitoreo de incendios seguía registrando el aumento incesante de los focos de calor, que solo en los tres primeros días de agosto sumaban 4.896 de los cuales más de cuatro quintas partes estaban concentradas en los departamentos tropicales de Santa Cruz y Beni, como los últimos años.

(Sputnik News)