Este viernes filosófico de Desde Donde Sea, contó con la intervención del destacado filósofo y pensador latinoamericano Enrique Dussel, quien además de ser el fundador de la Filosofía de la Liberación, es el exponente más importante de la corriente decolonial. 
 
La participación de Dussel, explicó Pérez Pirela, obedece a la necesidad de contrastar los temas abordados en ediciones previas, que van desde el Mito de la Caverna, Maquiavelo, el contractualismo de Hobbes y Rousseau, Tocqueville y la lectura crítica del contractualismo contemporáneo de John Rawls, desde una síntesis latinoamericana asentada en la tradición crítica. 
 
El invitado cuenta con una extensa obra filosófica de amplia divulgación en América Latina y el resto del mundo, entre la que destacan los volúmenes Política de la liberación, 20 tesis de política y Ética de la liberación. 
 
El tema seleccionado para la disertación fue la puesta en juego del proyecto civilizatorio de la Modernidad, gracias a la emergencia de la pandemia de Covid-19.  
 
La ética de la vida
 
El conductor señaló que en su obra, Dussel desarrolla nociones en torno al concepto de «voluntad de vida», que se traduce en el entusiasmo por querer vivir y que se articula con un poder cuya fuerza reside en la voluntad de un pueblo, sin lo cual no es posible lograr ninguna transformación profunda de las sociedades. 
 
Asimismo, destacó que aparte de Enrique Dussel, ninguna otra figura de la Filosofía Contemporánea se ha encargado de abordar el problema de la vida en tanto problema filosófico y más específicamente, como problema ético. 
 
Con base en este comentario, Dussel precisó que si bien el debate sobre la ética formaba parte de las discusiones de los filósofos contemporáneos, figuras como Rawls o Jürgen Habermas, en apego a la tradición neokantiana, sustentan sus apreciaciones en principios formales. Por ello, aseguró que «La teoría de justicia de Rawls es neokantiana (…) y por eso ha podido haber un diálogo entre él y Habermas», puesto que se trataría de «una discusión entre neokantianos».
 
Para aclarar este punto, mencionó que el filósofo alemán Immanuel Kant, en su Crítica de la razón práctica, propone un principio de validez: «obremos de tal manera que tomemos de la máxima de la voluntad, una ley universal». En palabras más simples, esto quiere decir que cualquier práctica humana podría universalizarse, empero, para Kant hay una equivalencia entre validez y bondad, lo que acaba significando que todo aquello que es válido es necesariamente bueno para las personas y al revés: todo lo bueno es válido. 
 
La preocupación, refirió el pensador, no es nueva para él. Entre los años 1989 y 1993 sostuvo largos debates con Karl-Otto Apel, figura relevante dentro de la filosofía alemana y maestro de Habermas, perteneciente a la llamada tercera generación de la Escuela de Frankfurt y uno de los proponentes, junto a Apel, de la llamada ética del discurso. 
 
En medio de esos intercambios, cayó en cuenta de que el principio de validez –estar de acuerdo- no puede ser el principio fundamental de la ética y para refutar sus tesis, se valió en primera instancia del fuerte principio vitalista que atraviesa la obra de Karl Marx, pero además viajó a contrapelo del vitalismo –entendido como voluntad de poder– de Friedrich Nietzsche, que es fundamental dentro del así denominado pensamiento posmoderno y que, muy sintéticamente expuesto, supone que unos pueden vivir a costa de la vida de otros.
 
En tiempos contemporáneos, ilustró, esto ha ocurrido con los nazis, quienes planteaban la superioridad de la raza aria y a partir de ello, exterminaron a otros pueblos que consideraban inferiores, pero también se expresa en la conducta de Trump en relación con la vacuna contra la Covid-19, pues el gobernante ha asegurado que desea que esté disponible solamente para los estadounidenses. 
 
Esta posición contrasta grandemente con la que ha mostrado Rusia, quien ha dicho que ya tiene una vacuna –algo que Dussel puso bajo sospecha– y que la pondrá a disposición de la humanidad gratuitamente.  
 
Volviendo sobre su polémica con Apel y Habermas, relató que estos niegan explícitamente la existencia de un principio ético universal basado en la materialidad, que es la afirmación de la vida. En contraste, además de negar la voluntad de poder nietzcheana, Dussel recupera «del primer Schopenhauer» la idea de voluntad de vida, pues no hay prácticamente ningún otro filósofo que apoye la Ética en la vida. 
 
Por ello, continuó, en su obra «Ética de la liberación» inicia advirtiendo que su ética es una ética de la vida puesto que, materialmente, representa la fuerza del pueblo que quiere vivir, no al Estado o las instituciones. 
 
Para cerrar este punto, ejemplificó esta noción apelando a la resistencia que ha demostrado el pueblo de Irak, tras casi dos décadas de intervención militar estadounidense. En su opinión, pese a toda la destrucción que ha dejado tras sí esta guerra, el pueblo iraquí no dejó que Estados Unidos se instaurara en el imaginario como el buen salvador que fue a poner paz y por lo contrario, le impidió alcanzar una victoria militar. Vaticina que, más pronto que tarde, el ejército invasor se retirará sin haber cumplido su propósito fundamental: implementar su dominio a partir de la supresión de la voluntad. 
 
La Covid-19 pone a la filosofía en el centro de la discusión contemporánea
 
La aparición de la pandemia de Covid-19, de acuerdo con Miguel Ángel Pérez Pirela, le ha conferido a la Filosofía un papel estelar dentro de las discusiones contemporáneas, en tanto el debate sobre la vida, su alcance, sus significados y el papel que han de jugar el Estado y sus instituciones para garantizarla.
 
Para iniciar la discusión sobre este aspecto, trajo a colación el concepto de biopoder desarrollado por el filósofo francés Michel Foucault –quien, desde su perspectiva, planteó el ejercicio del poder «de una manera instrumental, casi sociológica– y las preocupaciones del contemporáneo Giorgio Agamben, en relación del uso de la pandemia como excusa para la instauración de un Estado fuerte y autoritario, que coaccione las libertades de los ciudadanos.  
 
Dussel puntualizó que, en data reciente, el filósofo Jorge Zúñiga defendió una tesis en Frankfurt sobre el principio vida, mostrando que los desarrollos de Foucault sí contienen  una biopolítica, pero que responden al orden neoliberal. Así, el poder que tiene un dominio sobre la vida, requiere necesariamente que ésta se defina instrumentalmente.  
 
Asimismo, comentó que en el tercer tomo de su Política de la Liberación se muestra que la biopolítica de Foucault es una necropolítica –es decir, la administración de la muerte por parte del Estado, en este caso, neoliberal, lo que, aseguró, es una idea novedosa. 
 
En la antípoda de ese pensamiento, insistió está lo que ha logrado elaborar a partir de las construcciones de los pueblos latinoamericanos y justamente, esta contingencia que supuso la aparición y diseminación del nuevo coronavirus, demuestra que la vida es una experiencia universal contra el pensamiento débil posmoderno y muestra, en la práctica, lo que ha dicho desde hace muchos años ha afirmado la Filosofía de la LIberación, pues el virus pone en vilo la vida. 
 
A su parecer, las prácticas derivadas de la Modernidad, nos condujeron a una suerte de encrucijada, pues hoy, en la pandemia, «la naturaleza se levanta contra el ser humano y le dice: ‘te vas a suicidar'». 
 
Respecto de la postura de Agamben, más que temor sobre el virus, opinó que el italiano le teme es al Estado autoritario, mas precisó que «de lo que no se ha dado cuenta que no hace falta un Estado mínimo», como sostienen los neoliberales,»sino un Estado fuerte, porque el mercado no soluciona el problema del virus», que ha sido producido por efecto de las acciones de las trasnacionales de la alimentación, que en nombre de la ganancia, son capaces de matar a la humanidad. 
 
La Covid-19: golpeadora estrella del proyecto moderno
 
El siguiente ámbito a ser discutido fue la capacidad exhibida por el SARS-CoV-2 para poner en vilo el proyecto fundante de la Modernidad en todos sus ámbitos y en este caso, Pérez Pirela aludió a la crítica descolonial, que plantea al cogito cartesiano –»yo pienso, luego existo»– como puente necesario entre el proceso de conquista y el imperialismo, moderno, vinculándolo con los efectos visibles de la pandemia en la vida humana, que pueden valorarse como «golpes» a los modelos político, ético y económico dominantes. 
 
Para Dussel, se trata de una expresión de «lo invalente complejo, porque el ser humano es un ser que piensa. Cuando se lee la obra de Descartes, el interesado tropezará desde el inicio con la idea de que «el yo es un ángel» al que no le interesa tener un cuerpo, por lo que la consecuencia de esta tesis es que el «yo» se constituye en un ser-máquina, que tiene un dominio absoluto –y exterior– de la naturaleza y no uno «yo» que surgió de ésta.  
 
Por tal razón, explicó, hay una Antropología –comprendiéndola como concepción filosófica del ser humano– dualista y una sacralización del «yo» frente a la naturaleza, que se impone por maltrato sobre el resto de las especies vivas, aunque un recorrido incluso superficial permite, en su opinión, constatar que el ser humano es un efecto de la evolución de la vida en La Tierra –que data de hace unos cuatro billones de años–, mientras que el primer Homo Sapiens apareció hace apenas 200.000 años. 
 
De allí que se oponga a la idea derivada del cartesianismo según la cual la naturaleza es un objeto de conocimiento, sino que, antes bien, «estamos dentro», una metáfora que han reflejado adecuadamente las cosmogonías de los pueblos originarios de América, paulatinamente desplazadas e incluso, desmerecidas, luego de la conquista europea. 
 
Empero, figuras como el filósofo marxista italiano Antonio «Toni» Negri, han recuperado esa noción de unidad del ser humano con la naturaleza. En su caso, comentó, lo hizo a partir de los decires de San Francisco de Asís, a quien se le atribuye, entre otras cosas, la facultad de comunicarse con los animales. 
 
Para Dussel, en este ámbito, el gran problema de la Modernidad es que «aceleró el tren de la revolución tecnológica», a la cual no pueden negársele beneficios, pero que dejó de lado los posibles efectos negativos que tales transformaciones de la vida humana, particularmente en lo tocante a la relación con el entorno natural que nos rodea. 
 
«El virus es una especie de argumento que puso en cuestionamiento el proyecto, el orden moderno vigente», dijo para dar por finalizado su comentario.
 
El mercado y el Estado mínimo no son solución para la pandemia
 
Miguel Ángel Pérez Pirela estimó que en la actualidad está puesta en juego la forma de organización social más plausible para luchar contra la pandemia, que en su emergencia, tomó a gran parte del mundo apostando por el Estado mínimo e incluso, desde las posiciones más conservadoras, abogando por la imposibilidad de la existencia de una moral «y de una idea fundamental de bien». 
 
La realidad, continuó, es que en medio de la crisis, la empresa privada desapareció del escenario e incluso partidarios del Estado mínimo, como el presidente francés Emmanuel Macron, acabaron por reconocer la necesidad de la intervención estatal en áreas estratégicas, como la sanitaria.  
 
Para el filósofo de la liberación, gobernantes como Macron «creyeron que el mercado iba a solucionar todo, pero no es así». Y el panorama es todavía peor si se considera que las grandes trasnacionales farmacéuticas aprovechan la enfermedad para generar ganancias, pues antes que perseguir la sanación de las personas –que, de ocurrir, es efecto secundario–, se embarcan en la producción de fármacos que garanticen la rentabilidad, lo que dicho de otro modo significa que si no hay ganancias, no habrá ni vacunas ni medicamentos contra esta enfermedad –al menos para la mayoría de la población–, como para tantas otras que azotan a la humanidad. 
 
En contraposición, un país pequeño como Cuba, que ha priorizado los aspectos sanitarios y farmacéuticos, pese a enfrentar graves limitaciones, cuenta con 9 médicos por cada 1.000 habitantes, mientras que Estados Unidos, donde el sistema de salud está privatizado, dispone de 2 galenos por cada 10.00 personas. 
 
El éxito de la isla en la atención de la pandemia, responde, según el criterio de Dussel, al hecho de que el país, desde tiempos de Fidel Castro, invirtió en la formación de médicos comunitarios de manera masiva y en la investigación en biotecnología, dos ámbitos en los que no hay duda del liderazgo cubano. 
 
Por otro lado, con respecto al papel del Estado en la gestión de estos ámbitos estratégicos, insistió que deben estar en manos de «un Estado que regule y no destruya el mercado», lo que «supone una revolución» que viaja a contramarcha de la lucha por la vuelta a la normalidad en la que buena parte del planeta ha cifrado sus esperanzas.
 
Esta apuesta, opina, puede ser muy peligrosa, porque de no cambiar de fondo nuestra relación con la naturaleza, que es el problema real, aparecerán otras pandemias similares o acaso más letales.

 

¿Cómo debe ser el Estado latinoamericano para luchar mejor contra el virus?
 
En alusión a la advertencia que formulara Agamben sobre la instauración de un Estado de excepción permanente bajo la excusa de la lucha contra el virus, Pérez Pirela inquirió a Dussel sobre la forma que debe adoptar el Estado en América Latina para luchar contra la pandemia. 
 
Para el pensador, el confinamiento que ha impuesto el virus le ha ofrecido condiciones para pensar sobre el punto y lo fundamental, desde su óptica, «es el debilitamiento del Estado y la entrega de todo el poder al mercado», una lógica, que, sin embargo, ya expusiera claramente Marx en El Capital y que está «más presente que nunca». 
 
Sobre la alerta de Agamben, destacó que éste «no se entera que desde la conquista, América Latina está en un Estado de excepción permanente», pues jamás hemos gozado de un Estado de Derecho, en tanto pasamos de ser colonias a neocolonias, con breve interrupción durante los procesos emancipatorios de inicios del siglo XIX. 
 
Por eso estimó que en América Latina es obligante contar con un Estado que responda a la voluntad de vida de los pueblos, que logre una fuerte resistencia frente Estados Unidos y Europa, que hoy ejercen el papel de Estados fuertes frente a nuestras naciones, como ocurrió, por ejemplo, con la instauración de «la dictadura de Bolsonaro», que, en su parecer, no es más que la resulta de la voluntad de poder del Imperio estadounidense.  
 
En contraste, el modelo de Estado que propone «ha de ser fuerte, democrático, no populista y sí popular» y alejado de la idea de «cambiar al mundo sin tomar el poder», pues estima que no se puede cambiar al pueblo sin ejercer el poder, porque la sede del Estado es el pueblo y no las instituciones. 
 

(LaIguana.TV)