Durante más de cuatro décadas, el narcotraficante colombiano Miguel Antonio Meneses logró evadir a la justicia. ¿Su estrategia? Mantenerse alejado de los excesos y excentricidades que caracterizan el comportamiento de los jefes de las mafias de tráfico de drogas y optar por una vida sencilla en La Herradura, su pueblo natal, ubicado en el departamento de Cauca, Colombia, reseña el diario El Tiempo. 

Empero, entre 2014 y 2017, el capo habría salido de sus predios habituales para consultar a una «asesora espiritual» de la región, quien le dio el visto bueno para que abandonara su país natal en compañía de su familia y estableciera su «negocio» en San José de Costa Rica. 

«‘Don Miguel’ viajó a Guapí en Cauca, entre 2014 y 2017, de manera frecuente. En ese lugar se encontraba su asesora espiritual, como él la llamaba, y fue quien al parecer le dio vía libre para trasladarse a Costa Rica», le dijo un investigador de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (Dijin) que participó en la captura del narcotraficante y fue entrevistado por el medio colombiano para su reporte.  

La apuesta parecía lógica, toda vez que luego de cuatro décadas dedicado al tráfico de cocaína, había logrado establecer nexos con los cárteles mexicanos, organizaciones delictivas que controlan el trasiego de estupefacientes hacia los Estados Unidos.  

«En Costa Rica, ‘Don Miguel’ vivía cómodamente, sin excentricidades, su único lujo era un carro de alta gama. Allí consolidó sus nexos con carteles mexicanos, lejos de imaginar que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) le venía siguiendo la pista a una red de narcotraficantes que estaba utilizando de plataforma países centroamericanos para trasladar cocaína de Colombia a Estados Unidos», precisa El Tiempo.

Sin embargo, antes de abandonar su patria, el capo quiso borrar todo rastro de su existencia y  valiéndose de «artimañas», fingió su muerte, logró que en una Registraduría de Barranquilla se cancelara su cédula de identidad y se sometió a procedimientos quirúrgicos para alterar su apariencia física, de manera tal que cuando la DEA emitió la orden internacional de captura en su contra, a fines de 2019, Miguel Meneses estaba otra vez en Colombia, pero bajo otra identidad y oficialmente aparecía como fallecido.  

De acuerdo con el director de la Dijin, la treta les «obligó a diseñar una estrategia, primero para verificar su muerte», que tras «un arduo trabajo investigativo», lograron corroborar que «no era verdad». Ya al corriente del timo, las autoridades emprendieron su búsqueda, con miras a practicarle procedimientos que permitieran identificarlo.  

El funcionario añadió que después de unos meses, informantes de la DEA y la Fiscalía alertaron a las autoridades que Meneses se alojaba en una finca de su propiedad ubicada en la población de Alcalá (Valle), donde fingía ser el administrador del sitio. 

Según reseña El Tiempo, que tuvo acceso al expediente judicial, el inicio de la carrera criminal de alias «Don H», como también se le conocía, pues solía marcar los envoltorios de cocaína que se producían en sus laboratorios con esa letra, «se remonta hacia los años 80, en su pueblo natal La Herradura de Almaguer, (Cauca), en donde empezó su vida en el narcotráfico, valiéndose de un químico experto en producción de cocaína de nacionalidad estadounidense enviado por el cartel de Medellín». 

Asimismo, las autoridades a cargo del caso le comentaron al diario que «‘Don H’ diseñó una completa estrategia para el envío de la cocaína desde Suárez y Buenos Aires (Cauca) hacia los municipios costeros de López de Micay, Timbiquí y Guapi (Cauca). Allí, la embarcaban en lanchas tipo go-fast hacia países de Centroamérica y el destino final era Estados Unidos». También se le vincula con el grupo guerrillero ELN. 

Actualmente, Miguel Antonio Meneses, de 61 años, está apresado en Colombia y espera por la ejecución de su extradición hacia los Estados Unidos, puesto que una Corte de Dallas (Texas) «lo solicita por delitos conexos con el narcotráfico». 

(LaIguana.TV)

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