El periodista opositor radicado en Madrid y columnista del diario El País, Ibsen Martínez, publicó el pasado 10 de agosto un artículo de opinión intitulado «Venezuela: oposición irrelevante y pospandémica», en el que, amén de mantener su ya conocida postura foribundamente antichavista, vacía un conjunto de críticas relativas a las actuaciones del todavía diputado Juan Guaidó y del sector de la oposición que encabeza, señalando sin ambages sus fallos y reconociendo, incluso a pesar suyo, que «el juego sigue vivo» para el presidente Nicolás Maduro.

«La grave emergencia alimentaria y las crecientes cifras de contagio y muerte nublan, a ojos de la mayoría de los venezolanos, la tragedia de una oposición sumida en una casi absoluta irrelevancia».

Así inicia el lapidario texto: tachando a la oposición venezolana –que, a efectos del escrito de Martínez, solamente incluye al sector antidemocrático aglutinado en torno a la figura de Guaidó– de irrelevante.

La artillería del opinador se enfila de inmediato hacia la fracasada Operación Gedeón, con la que se pretendía asesinar a Maduro y a otros altos personeros del Gobierno Bolivariano –para Martínez, «la dictadura»– e instaurar un régimen de facto tutelado por Estados Unidos y a este respecto, se refiere a la reciente sentencia que recibieran los exboinas verdes, Luke Denman y Airan Berry, a quienes les fueran imputados cargos por terrorismo, tráfico ilícito de armas y concierto para delinquir.

Expone que los mercenarios «Denman y Berry son todo lo que queda de una delirante estrategia militar opositora, desplegada con gran aparato desde enero de 2019 por una coalición de fuerzas en apoyo del legislador Juan Guaidó y orientada a propiciar un pronunciamiento del Alto Mando venezolano que derrocase al dictador Nicolás Maduro» y concluye el párrafo con lapidaria frase: «ese pronunciamiento jamás se concretó».

Más todavía: a la fallida estrategia adelantada por el Proyecto Guaidó para hacerse del control de las Fuerzas Armadas, Ibsen Martínez añade al sombrío panorama de este sector político, la posibilidad de que Donald Trump, principal apoyo del grupo, resulte derrotado en las elecciones de noviembre, así como la negativa de «27 formaciones políticas, grandes y pequeñas», a no participar en los comicios parlamentarios del mes de diciembre, a los que mienta «fraude electoral».

Por ello, se pregunta, «¿con qué cuentan Juan Guaidó y sus seguidores en combate contra un Nicolás Maduro probadamente dispuesto de encastillarse a cualquier precio?».

Valoraciones aparte de lo que corresponde a las acusaciones contra Maduro, del lado del guaidosismo, la conclusión parece ser evidente: sin el control de las Fuerzas Armadas, sin Trump en la Casa Blanca y sin representación en el parlamento, no le queda nada, porque, como precisa algunos párrafos más adelante, «la provisión constitucional que legitima la presidencia interina de Guaidó cesará a fines de este año».

Advierte Martínez, asimismo, que «el tiempo de las grandes movilizaciones que Guaidó supo inspirar con ánimo de ‘conmover’ a los cuarteles ya pasó. No es posible avivar de nuevo aquel espíritu de enero de 2019» en medio del contexto pandémico, con lo cual, los recientes llamados del todavía diputado a la movilización masiva contra las elecciones parlamentarias, se traducen en otro intento equivocado para conseguir alguna ascendencia en las masas. Y lo mismo sucede, estima el periodista, si se consideran las «tuiteras zalamerías» con las que Juan Guaidó procura, de cuando en cuando, ganarse el favor de los militares.

Dicho de otro modo, el gobierno ficticio de Guaidó no ha cumplido con ninguno de los objetivos que se trazó en enero de 2019 y el saldo, indica el columnista, es que «Guaidó preside un virtual Gobierno en el exilio sostenido con recursos de Washington».

Sin embargo, en el párrafo siguiente, aclara que no son precisamente los fondos estadounidenses los que han financiado a Juan Guaidó y a su grupo, pues reconoce que «la titularidad de grandes activos petroquímicos en ultramar mueve apetencias bursátiles que, sin duda, han contribuido a su sostén» y agrega una demoledora acusación acerca de la probidad de los personajes: «se trata de un singular Gobierno que sin ocupar Miraflores ya ha cosechado señalamientos de corrupción».

Frente a esta debacle del Proyecto Guaidó, Maduro, que «nadie contaba en 2013 con que (…) se sostuviese siquiera seis meses», es presentado por el autor, no sin reticencias, como el gran vencedor de la contienda, pese a las difíciles circunstancias que le ha tocado enfrentar.

«En cuanto a Maduro, aun con la industria petrolera desguazada al punto de no tener ya un solo taladro en operación, maniatado financieramente por las sanciones estadounidenses, contando ya casi únicamente con el saqueo del Arco Minero guayanés, el juego sigue vivo para él», escribe al respecto, a lo que suma que el apoyo del gobierno ruso, traducido en «líneas de crédito» y de Irán, que «desafía sin embargo el patrullaje naval americano en el Estrecho de Ormuz y envía sus tanqueros» a Venezuela, han resultado decisivos.

Martínez concluye su texto con una especulación y con una pregunta, acaso retórica: «Un noviembre de Biden puede traer a la dictadura alivio a las sanciones; ¿qué traería para Guaidó?». A juzgar por lo que expuso previamente, solo le traerá irrelevancia, dada la imposibilidad de seguir justificando el «gobierno interino» que dice ejercer.

(LaIguana.TV)