“El existencialismo parte del principio de que si Dios no existe, el hombre tiene que crear su propia existencia. La libertad del hombre recomienza todos los días. No existe un predeterminismo que lo obligue a hacer algo. La libertad se fundamenta en la conciencia y crea la angustia”.

Estas ideas fueron el punto de partida de la reflexión acerca del existencialismo de Jean-Paul Sartre, tema central del Viernes de filosofía, del programa Desde Donde Sea, que modera Miguel Ángel Pérez Pirela.

“La grandeza de Sartre y por lo que a mí en lo particular me inspira es que ha sabido mezclar de la mejor forma la escritura racional de sistemas filosóficos coherentes, profundos, y al mismo tiempo los ha desarrollado en el plano literario. Creó  L´être et le néant (El ser y la nada, en 1946), y creó también su correlativo en literatura, La nausée (La náusea, en 1938). Es decir, que llevó sus contenidos de forma binaria entre la literatura y la filosofía dura, muy dura, porque su gran referente, a pesar de ser francés, fue el alemán (Martín) Heidegger y la filosofía fenomenológica de (Edmund) Husserl”, dijo el filósofo y comunicador.

“Para 1964 comienza a correrse la voz de que va a ganar el Premio Nobel de Literatura. Envió una carta rechazando el galardón por ser un fenómeno burgués. Llegó tarde la carta, pero luego decidió no recibirlo. Al contrario de su amigo primero y adversario después, Albert Camus, que sí lo aceptó. Se convierte en uno de los principales pensadores del siglo XX, al punto de que en Francia existe una expresión que se le aplica, que es maitre a penser, un maestro del pensamiento, lo que los italianos llaman capo fila, el primero de su clase”.

“Sartre fue transversal a los hechos más importantes del siglo XX, como la Segunda Guerra Mundial. En los primeros años fue hecho prisionero por los alemanes. Logró salir del campo donde había sido recluido a través de un permiso especial, lo que genera una gran polémica en su biografía. Desde pequeño no veía por un ojo y estaba perdiendo la visión en el otro, por esa razón pudo salir, alegando que se estaba quedando ciego. La forma como llegó a París, en medio de la ocupación nazi, hizo que la Resistencia Francesa lo mirara mal. Tampoco les gustaba que fuera especialista en Heidegger, considerado ideólogo del nazismo, y actor del mundo nazi. Los apuntes de las clases que dio sobre este filósofo fueron la base para El ser y la nada, su obra fundamental. Se pronunció sobre la guerra de liberación de Argelia contra Francia; y estuvo en Mayo del 68, cuando los estudiantes salieron a protestar. Tuvo una relación  dialéctica con el Partido Comunista de la Unión Soviética. A veces estuvo cercano y otras fue muy crítico. Fue cercano a las causas revolucionarias internacionales. Fue un  personaje de su tiempo y determinó muchísimo el pensamiento de su época. Cualquiera que quería pronunciarse sobre algún tema polémico, primero se preguntaba qué opinaba Sartre”.

“Entre sus relaciones más polémicas, teórica y filosóficamente, es la que tiene con Dios. Dostoyevski decía que si Dios está muerto, todo le está permitido al ser humano porque toda la mirada moral y ética está fundamentada en la existencia de Dios: los diez mandamientos, las tablas de la ley, los pecados. Sartre dice que no es así. Sí, Dios está muerto, pero no todo está permitido. Hay que luchar contra las injusticias del mundo, pero a través de la libertad. El concepto de libertad es el concepto fundacional de la filosofía y la literatura sartreana”.

“Sartre es un  intellectuel engagé, un intelectual implicado, comprometido con su época. No lo fue en su primera etapa, con una Francia ocupada no demostró compromiso político, pero mientras avanzó en edad, entendió teórica y pragmáticamente que el intelectual también debía tener un rol de compromiso, fundamentado en la idea de libertad”, acotó.

Pérez Pirela enfatizó en la confrontación de Sartre con muchos fundamentos religiosos. “La religión cristiana e, incluso, el existencialismo cristiano, dice que el ser humano es un proyecto anterior a su propia existencia. Antes de ser existencia, somos esencia, el proyecto al cual estoy llamado a ser. Sartre refuta ese planteamiento: ningún proyecto, ningún deber ser, ningún elemento teleológico (del griego telos: fin, objetivo), ningún proyecto finalístico antecede a la existencia humana. Con eso rompe toda la filosofía cristiana que planteaba que Dios determinaba mi esencia, mi deber ser moral, y luego venía mi existencia. Sartre dice que el hombre, antes de ser esencia, es existencia. La existencia precede a la esencia. Rompe, descabeza toda una tradición filosófica. Dice que el hombre no es, sino que se hace a través de su libertad cotidiana. El verdadero proyecto del hombre es su existencia. Este es el fundamento metafísico, ontológico de la filosofía de Sartre”.

Explicó que en el existencialismo se plantean dos categorías: el ser en sí y el ser para sí. “El ser en sí es esta taza, este libro, esta lámpara, es decir, un ser inmóvil, inmutable, sin proyecto, sin devenir, no tiene pasado ni futuro, solo es movido si una fuerza externa lo mueve. Los seres en sí son las cosas, los objetos, no tienen conciencia, y allí entramos en la epistemología, la filosofía del conocimiento: si este libro o esta taza no tienen conciencia, no tiene libertad y, por tanto, tampoco tiene responsabilidad ni pueden angustiarse. En la otra categoría estamos los seres humanos: el ser para sí (pour soi en francés) se basa en la libertad absoluta y allí nace el concepto de angustia, que se plasma en su libro literario La náusea. Cada gesto de un ser para sí constituye el presente, es decir que, lo quiera o no, siempre está obligado a elegir, a decidir, incluso cuando no decide, está decidiendo. Esto nos lleva al gran aporte de Sartre para la libertad: los seres humanos somos lo que hacemos. Alguna gente dice ‘yo voy a ser…’, ‘llegaré a ser…’, pero el ser se define por lo que uno hace. Si somos lo que hacemos,  la libertad se encuentra al centro, en la capital del ser humanos. Para Sartre estamos condenados a ser libres. Hasta cuando no elegimos, en realidad elegimos. Aquí surge un concepto muy interesante, el de la mauvaise foi,  la mala fe, que es inventarse un determinismo, concebirse como un ser en sí y no como un ser para sí, y de esa manera no ser libre. «Somos vomitados por el mundo», dice Sartre, y de allí la imagen de la náusea. Y viene una frase espectacular: ‘Es absurdo nacer y es inútil morir’. Nadie le preguntó a su mamá y a su papá ‘¿cuándo voy a nacer, quiero nacer, ¿será que me hacen?’.  No, un día aparecemos en el mundo, sin saber de dónde venimos, pero estamos aquí, y después que nos acostumbramos a estar aquí, entonces nos morimos. ¿Ven qué bella es la filosofía? No es, como dicen algunos, algo aburrido y para nerds. Sobre todo, sirve mucho para ser libres y tener conciencia, para no andar caminando solo porque, como dice mi papá, vemos a los otros caminar. Para dejar de ser borregos y banales, para darle profundidad a la vida”. 

Señaló a otro de los grandes intelectuales a los que Sartre contradijo: Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis decía que era necesario buscar nuestro inconsciente a través de la palabra. Sartre consideraba que no era necesario buscar nada, que cuando nos miramos al espejo sabemos muy bien el excremento que somos, pero nos hacemos los locos, preferimos decir que no nos damos cuenta. En La náusea, él asegura que la determinación del bien y el mal dependen de la mirada de los otros. Pone el ejemplo de algo que ocurre en el parque Luxemburgo, muy cerca de La Sorbona. Se pregunta si alguien hace una mala acción allí, y nadie lo ve, ¿es mala la acción? Entonces, es la mirada del otro lo que carga de una implicación moral, de bien o mal, la acción realizada”.

Precisó que en El ser y la nada se colocan los cimientos del existencialismo. Luego, en su discurso de 1946, El existencialismo es un humanismo, que después se volvió un libro, un gran clásico del existencialismo, Sartre lo divide en existencialismo cristiano y existencialismo ateo, al que él se une. “Si Dios ha muerto, estamos condenados a ser libres y esa condena nos provoca angustia. ¿Por qué? Porque evidentemente una figura de Dios nos da seguridad y nos hace la vida más fácil. En situaciones duras nos abrigamos en una figura divina. En el momento de una enfermedad o una muerte, lo primero que hacemos es rezar. El más ateo, a la hora de las chiquitas, mira pa’ rriba. Dios nos da seguridad porque nos dice qué debemos hacer. Existe una esencia previa a nuestra existencia. ¿No será Dios un cobijo para escapar a la angustia de ser libre?”.

“¿La libertad angustia? –se pregunta Pérez Pirela, y responde con un ejemplo- En una venta de camisas hay un solo modelo. No hay para escoger. Ese determinismo me quita la angustia de la libertad. La semana después hay 300 tipos de camisa y tengo dinero para llevar una sola. Escojo la azul con flores, pero al llegar a la casa pienso ¿y si me equivoqué en la elección? La libertad angustia porque se fundamenta en la elección, en la conciencia. Ante decisiones más trascendentales, como la carrera que voy a estudiar o la pareja con la que voy a vivir, la angustia es mayor, se nos pone chiquito el juego”.

Relató que Sartre fue también un gran  escritor de obras de teatro. En una de ellas Huis clos, traducible como A puerta cerrada, dice que  L’enfer c’est les autres (el infierno son los otros). “Argumenta que si las relaciones con los otros están viciadas, ellos son para mí el infierno. Es otro de los grandes fundamentos el existencialismo”, resaltó.

Insistió en la idea central de la corriente filosófica encabezada por Sartre. “Si somos algo es porque antes de serlo, existimos. El ser humano se encuentra determinado y obligado a elegir. La existencia humana es una pasión inútil. Cuando preparas un café, esa acción determina a toda la humanidad y cambia el mundo, por pequeña y cotidiana que sea, porque el hombre es el responsable de todos los hombres. Toma ideas de Kant, quien decía que era necesario actuar como si cada acción fuera a ser elevada a rango universal. Lo que haga un ser humano se vuelve un imperativo categórico, es decir, que todo el mundo va a hacer lo mismo. De ese modo, Kant piensa que la gente no va a actuar mal, porque cuando lo haga elevará la acción a rango universal, todos deberían hacerla. Si yo le estrello la taza en la cabeza a mi perrita, todos los hombres deben estrellarles las tazas en la cabeza a sus perros. Bajo ese mismo enfoque, para Sartre, el hombre no es otra cosa que lo que él se hace de sí mismo. Es responsable de todos los hombres, es responsable de sí y de toda la humanidad. Cada acto del hombre es un acto de toda la humanidad. A contrapelo de una silla, una taza o u a lámpara que son pura esencia, son seres en sí, que carece de conciencia. Los seres humanos somos seres indefinidos que nos construimos a través de nuestras acciones y actos. Nos volvemos esencia, proyecto, destino”. 

Como recapitulación de lo dicho, expresó: “No hay Dios, entonces no hay nada predefinido. No venimos al mundo con una misión, sino con una libertad total. Existimos y luego creamos un propósito de la existencia. Por esta condenado a ser libre, el hombre se angustia. Sartre decía que por eso ninguna religión te tiene que imponer lo que debes hacer, en nombre de Dios; ningún gobierno te tiene que imponer lo que debes hacer, en nombre del poder;  y ningún sistema económico te puede imponer lo que se debe hacer en nombre del capital. El existencialismo es un sistema filosófico que aparta la religión, la política y la economía y coloca en el centro al ser humano. Lo difícil es cargar con la angustia de la libertad, que es un proyecto que solo termina con la muerte”.

En la parte final de su disertación, Pérez Pirela reconstruyó a grandes rasgos el mundo en el que vivió Sartre. “Hay que aclarar que hubo un existencialismo se puso de moda en París y toda Francia, después de la Segunda Guerra, y frente a esa corriente, surgió el existencialismo real, el de Jean-Paul Sartre. Pero no seamos ingenuos ni aburridos. Sartre, como se dice popularmente, se tripeó su vida y su libertad. Él era el capo fila, el representante más importante del existencialismo, pero también se metió en la moda y en la banalización. Esto coincide con la Europa de posguerra, con el jazz que llega de Estados Unidos a la Francia liberada, a través de Miles Davis, Thelonious Monk, Ella Fitzgerald y todos los afroamericanos que llegaron a tocar jazz libre y se encerraban en lo que llamaban las cuevas, locales subterráneos, debajo de los cafés parisinos, en Saint Germain des Prés, en el barrio latino. Allí pasaba noches enteras escribiendo en libretas. Allí se encontraba, por ejemplo, con Boris Vian, trompetista y escritor francés, o con Merleau Ponty, con quien fundó una de las más importantes revistas francesas. Sartre siempre estuvo acompañado por Simone de Beauvoir, a quien conoció en la  École Normale de París, la más importante de la ciudad. Desde el primer momento y durante 50 años tuvieron una relación abierta, en la que cada quién tenía sus otras parejas para ‘relaciones sexuales mínimas y secundarias’, les decían. Ella terminó siendo una de las grandes representantes del feminismo verdadero, no de las modas vacuas y sin contenido que andan por ahí. Eran vecinos de apartamento, nunca vivieron juntos. Cuando Sartre ya no podía escribir por sus problemas de la vista y solo podía dictar, ella estaba a su lado. Sartre tuvo relaciones con importantes y muy bellas mujeres y amistad con grandes filósofos y escritores de la época, como Alberto Camus, con quien terminó enemistado. Fue crítico del gobierno del general Charles De Gaulle y se puso de parte de los estudiantes de 1968”.

Para finalizar este segmento del programa, dijo que una hora es poco para resumir la vida y la obra de Sartre, un personaje digno de estudio por sus muchos libros, tratados, bellas novelas y obras de teatro. “Es uno de los grandes pensadores y actores de eso que conocemos hoy en día como la libertad”, sentenció.

En la interacción con el público se refirió a la filosofía como un deporte extremo y aclaró que la intención en el programa es compartir conocimientos y reflexiones, no poner en cuestión las creencias religiosas de cada persona. Recomendó analizar a fondo, estudiar la obra de Sartre, para comprender mejor su visión de Dios. También destacó la importancia de respetar los libros, no usarlos como artefactos decorativos sino adentrarse en ellos.

Viernes de poesía

Luego de la sección filosófica, como es costumbre, Desde Donde Sea tuvo un tiempo de poesía. En esta oportunidad, la declamación comenzó con un poema de la editora de LaIguana.TV y de los textos literarios de Pérez Pirela, Eczoida Ruza, titulado Fuera de mí:

Hoy me descubrí
mirando el amanecer
desde la ventana de un hotel
lujoso de Caracas.

Mi compañero corrió
con sutileza la cortina
para ver cómo el sol
tocaba mis pezones.

Yo, con los ojos puestos
en un edificio moderno
estaba caminando
muy lejos de allí
contigo de la mano.

Luego, el moderador leyó dos poemas de su autoría, ambos inéditos. El primero se denomina

Los domingos te extraño más:

 No sé si es por los pajaritos roncos, que cantan las mañanitas,
o por mi perra somnolienta echada de lado,
o por las copas sucias del sábado;
pero lo cierto es que los domingos te extraño más,
por sus horas a deshoras,
o por el sol que siempre está como más cerca,

acaso por mis amigos con resaca;
pero los domingo te extraño más.

Y quiero aclarar que no es por malponer los martes o jueves,
ni los miércoles,
ni siquiera mis sábados de gloria;
pero los domingos te extraño más.

Te extraño los domingos
tan lunes y tan martes;
Te extraño miércoles y jueves.
Los viernes también te extraño.
Pero los domingos,
los domingos,
te extraño más
y, a este punto, intuyo
que sea porque los domingos,
estos domingos míos,
son algo así,
como parquímetros del alma.

El segundo poema de Pérez Pirela se titula Extrañar:

No se extraña a cualquiera,
sobre todo a extraños.
Extrañar es un ejercicio de las entrañas,
no se extraña a extraños.

Aunque precisamente
por eso te extraño hoy,
yo a ti,
que te volviste una extraña,
para mí.

Extraña que hoy,
de pronto,
extraño

Por solicitud de la audiencia, recitó Musa de Roberto Bolaño:

Musa
Era más hermosa que el sol

y yo aún no tenía 16 años.
24 han pasado
y sigue a mi lado.

 A veces la veo caminar
sobre las montañas: es el ángel guardián
de nuestras plegarias.
Es el sueño que regresa
con la promesa y el silbido.
El silbido que nos llama
y que nos pierde.

En sus ojos veo los rostros
de todos mis amores perdidos.
Ah, Musa, protégeme,
le digo, en los días terribles
de la aventura incesante.
Nunca te separes de mí.
Cuida mis pasos y los pasos
de mi hijo Lautaro.
Déjame sentir la punta de tus dedos
otra vez sobre mi espalda,
empujándome, cuando todo esté oscuro,
cuando todo esté perdido.
Déjame oír nuevamente el silbido.

Soy tu fiel amante
aunque a veces el sueño
me separe de ti.
También tú eres la reina de los sueños.
Mi amistad la tienes cada día
y algún día
tu amistad me recogerá
del erial del olvido.

Pues aunque tú vengas
cuando yo vaya
en el fondo somos amigos
inseparables.
Musa, a donde quiera
que yo vaya
tú vas.

Te vi en los hospitales
y en la fila
de los presos políticos.
Te vi en los ojos terribles
de Edna Lieberman
y en los callejones
de los pistoleros.
¡Y siempre me protegiste!
En la derrota y en la rayadura.
En las relaciones enfermizas
y en la crueldad,
siempre estuviste conmigo.

Y aunque pasen los años
y el Roberto Bolaño de la Alameda
y la Librería de Cristal
se transforme,
se paralice,
se haga más tonto y más viejo
tú permanecerás igual de hermosa.

Más que el sol
y que las estrellas.

 Musa, a donde quiera
que tú vayas
yo voy.

Sigo tu estela radiante
a través de la larga noche.
Sin importarme los años
o la enfermedad.
Sin importarme el dolor  
o el esfuerzo que he de hacer
para seguirte.

Porque contigo puedo atravesar
los grandes espacios desolados
y siempre encontraré la puerta
que me devuelva
a la Quimera
porque tú estás conmigo,

Musa,
más hermosa que el sol
y más hermosa
que las estrellas.

Para el cierre, leyó Tu compañía de Roque Dalton

Cuando anochece y tibia una forma de paz se me acerca, es tu recuerdo pan de siembra, hilo místico, con que mis manos quietas son previsoras para mi corazón

Diríase: para el ciego lejano ¿qué más dará la espuma, el polvo?

Pero es tu soledad la que puebla mis noches, quien no me deja solo, a punto de morir. Somos de tal manera multitud silenciosa…

La lectura de otros poemas solicitados, incluyendo uno de Aquiles Nazoa, no fue posible porque el programa se interrumpió por causas técnicas.

(LaIguana.TV)