Friedrich Nietzsche se propuso demoler a martillazos el sistema filosófico imperante en la Europa de su época, el siglo XIX, edificado sobre las bases de Sócrates, Platón y el cristianismo, alegando que ese sistema había colocado la vida real y cotidiana del ser humano en un lugar secundario.

El aporte del célebre pensador alemán fue esta vez el tema de la disertación semanal de Miguel Ángel Pérez Pirela sobre su especialidad académica, en los Viernes de Filosofía.

«Friedrich Nietzsche es un filósofo que va a dejar perplejo a más de uno. Estructuró todo su pensamiento alrededor de una frase por demás polémica: ‘Dios ha muerto’. ¿Quiere decir que mató a Dios o lo enterró? No. Es lo que vamos a analizar», expresó.

Recapituló los autores analizados hasta ahora en esta sección de su programa Desde Donde Sea: Platón, Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, John Locke, Alexis de Tocqueville, John Rawls y Jean-Paul Sartre, disertaciones que se han complementado con las entrevistas a los intelectuales latinoamericanos Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel y Atilio Borón.

Para dar algunos aspectos biográficos del personaje, indicó que Nietzsche nació en Prusia (Alemania) en 1844 y murió en 1900, se crió entre mujeres.  Fue seguidor de Schopenhauer, y comenzó estudiando teología en Bonn, pero cambió a Filología clásica. Con 20 años contrae sífilis, lo que se sumó a unos terribles dolores de cabeza que sufrió toda la vida y a la parálisis en una pierna, causada por la caída de un caballo. Fue amigo y admirador del músico Richard Wagner, aunque luego se distanciaron.

«Como observación casi metodológica, debo advertir que, al contrario de Sartre y Hobbes, Nietzsche no crea un sistema filosófico racional, teórico. Se opone a ello en sus críticas al lenguaje y el concepto. Escribe en términos literarios y aforísticos. Lo que se puede decir de su obra son interpretaciones de esos aforismos. Eso hace más ardua su interpretación -explicó Pérez Pirela-. Pensadores contemporáneos como Paul Ricour, uno de los grandes filósofos franceses (tuve la oportunidad de recibir sus clases en Europa) lo coloca entre los maestros de la sospecha. En ese grupo elitesco, están nada menos que Freud y Marx».

«Según los biógrafos, Nietzsche termina loco, hablando con los caballos. Aunque yo también hablo con mi perra, Estelita, con mi gato, Félix, y conmigo mismo… Platón diría que hablar con uno mismo se llama pensamiento, así que tan loco no estaba», comentó.

«Dios ha muerto»

Para comenzar a adentrarse en la obra de Nietzsche, advirtió que algunas de sus más conocidas afirmaciones no deben ser tomadas literalmente, sino empleadas como punto de partida para la reflexión. «Si dice que  Dios ha muerto, no salgamos nosotros a protestar y decir que es falso, que Dios vive… Estamos hablando de filosofía, no de fe. En la filosofía, Dios es una categoría. Pensarlo en términos racionales no quiere decir llegar al ateísmo. Lo que sostiene este pensador es que podemos tomar a Dios como excusa para no vivir nuestra propia vida. Es algo para analizar dialécticamente».

Precisó que el planteamiento central de este autor es que hasta su tiempo, el hombre estaba sometido a la esclavitud de la moral cristiana, una camisa de fuerza que le había sido impuesta y que no le dejaba ser libre. 

«En La gaya ciencia y Así habló Zaratustra, dijo la frase ‘Dios ha muerto’. Después de la muerte de Dios, el hombre ha de ocupar su lugar. Nace su idea del superhombre, que no es Superman ni ningún superhéroe de Marvell», observó.

«Debemos entender que no habla de Dios, sino de los que toman a Dios como excusa para crear una moral y acabar con la libertad. Es del Dios creado por la Europa occidental para crear a su vez una moral que nos hace esclavos. Propone al superhombre, que en inglés sería supermán, pero los traductores han preferido llamarlo overman, y en alemán es Übermensch. No es un hombre biológico que va a nacer, sino una categoría moral», dijo.

«Si nos deslastramos de la imagen y de la cultura de Dios que construyó la Europa en decadencia, encontraremos la serenidad y la dicha. Nietzsche explica que la tradición europea viene de Sócrates y Platón y por eso los cuestiona, vinculándose así al nichilismo (en italiano) o nihilismo, que viene de la raíz latina nihil, la nada. En el nihilismo se prescinde del sentido de la ilusión de la historia. Niega todo aquello que pretenda imponernos desde arriba un sentido superior determinista de la vida y una moral. Nietzsche es vitalista porque coloca en el centro de la discusión la vida del ser humano. Nadie puede imponer una moral basada en el más allá, que te diga que tienes que anularte hoy en procura de un futuro improbable», subrayó.

A su juicio, Nietzsche nos llama a liberarnos de la ilusión de la historia. Nos invita a deshacernos de todo lo preconcebido, dejando todas las opciones abiertas para su realización como ser humano. La suya es una crítica medular al Vaticano, a una institución que comenzó a crear estructuras y sobreestructuras basadas en Cristo y terminó convirtiéndolo en un rubio, europeo y olvidando su esencia.

«Esa superestructura, ese ropaje, esos vestidos que se le colocaron a Cristo en su figura de divinidad y, en general, todos los determinismos judeocristianos, son  cuestionados por Nietzsche en Así habló Zaratustra y en El anticristo. Para hacerlo, se apoya en los griegos presocráticos, pues responsabiliza a Sócrates y a Platón del rumbo que se tomó luego. Para Nietzsche, el nihilismo tiene un componente bueno y uno malo. El malo es que termina siendo la enfermedad del ser humano. ¿Ustedes no han sufrido la angustia de no creer, de sentirse vacíos, de no tener perspectiva? Nietzsche dice que esa enfermedad surgió porque la cultura occidental se ha vuelto decadente y arruinada y es por culpa de Sócrates, Platón y el cristianismo. Antes de Sócrates, el mundo griego se dividía en dos valores: el espíritu apolíneo (razón, claridad, moderación) y el espíritu dionisíaco (éxtasis, embriaguez, desenfreno, lo irracional). Sócrates tomó lo apolíneo y lo elevó al rango de dogma, e hizo que lo dionisíaco fuera visto como culpable, moralmente malo. Postuló la moral, la virtud, la cualidad del areté, del virtuoso (de donde sale la palabra aristocracia, gobierno de los mejores). Sócrates apuesta por la razón, la claridad y la moderación. Nietzsche dice que, en cambio, lo mejor de la vida y la vida misma está en el éxtasis, la embriaguez, el desenfreno, en lo irracional».

Nietzsche también acusa a Platón de haber generado la distorsión iniciada por su maestro, Sócrates. «Recordemos que Platón divide el mundo sensible (el que tocamos y olemos) y suprasensible, el de las ideas, que para él es la verdadera realidad. Una taza no es real, para Platón, sino una aproximación a la idea de la taza en cuanto tal, que existe solamente en la entelequia, en el mundo real, que es el de las ideas. Eso enerva a Nietzsche, lo saca de sus casillas porque entiende que la metafísica de Platón expulsa la vida cotidiana, el hic et nunc, como le decían los latinos, al aquí y ahora. Nietzsche cuestiona eso, porque vende valores que no existen, que no podemos palpar, son entelequias. Platón plantea el bien y la justicia como valores fundamentales, pero Nietzsche responde que esas ideas platónicas no se vive en lo cotidiano, no se pueden tocar».

«Al cristianismo lo critica porque convirtió en religión las ideas platónicas. Dice que la hipocresía del cristianismo es que ubica un ser superior que no es de este mundo. Predica valores que no se basan en la vida, anula la vida en nombre de un más allá, es un resentimiento contra la vida, con la finalidad de llegar al más allá. Según Nietzsche, ‘el cristianismo no es más que un platonismo para el pueblo’, muy parecida a la frase de Marx sobre la religión como opio del pueblo. Plantea que deben caer todas las estructuras de la moribunda e hipócrita cultura occidental europea, vacía, estéril, decadente. El cristianismo europeo es una moral decadente. Hay que negar esta metafísica porque es una moral de esclavos. No plantea que Dios ha muerto en términos literales, sino que critica la moral socrática, platónica y cristiana,  que para él, ha muerto. Ha dejado al hombre occidental enfermo de nihilismo, de nada, de vacío, de que nada tiene  sentido», reiteró.

Añadió que Nietzsche se propuso demoler las viejas estructuras y por eso habló de la filosofía del martillo. «Quería romper a martillazos las morales hipócritas del cristianismo y de la cultura occidental. Proponía una filosofía que le caiga a martillazos al edificio del saber tradicional por colocar la razón por encima de la vida».

«En otro de sus libros, La genealogía de la moral, dice que nuestra moral es de esclavos y resentidos porque menosprecia la vida y piensa que las acciones más elevadas no pueden ser obra de los hombres, sino del más allá, de un ser superior que no es de este mundo. Para él, la gran defensa que debe plantearse es la del mundo real, el de los sentidos, que queda aplastado por la moral cristiana, por unos valores falsos que nos obligan al sacrificio y la obediencia, que son antinaturales y  han trastocado, han puesto al revés los valores reales y los ha sometido». 

Al explorar los orígenes de esta religión occidental y de su moral decadente, Nietzsche opina que se encuentran en el miedo de los hombres a sí mismos, la debilidad humana que lo obliga a explicar todo lo real fuera del mundo real. La realidad a través de un mundo metafísico, inventado, superior, que necesita a Dios para justificar su existencia. Critica que la religión cristiana hace que la vida terrenal no tenga sentido. El resultado es la alienación, que consiste en poner al ser humano en manos de un ser ajeno, de un más allá, de una metafísica, de un Dios inventado por la cultura occidental».

Pérez Pirela volvió sobre el tema del nihilismo para señalar que Nietzsche plantea el nacimiento del último hombre, la creación del tecnócrata, del hombre que se pone a sí mismo en el puesto de Dios. «Si Dios ha muerto, el peor hombre es el que quiere ponerse en el puesto de Dios, a nombre de la ciencia y la técnica. Es el más despreciable. El lado positivo  del nihilismo, es el superhombre, aquel que acepta la muerte de Dios, no necesita valores falsos, acaba con la metafísica, con el más allá, con la religión como promesa de que si te anulas en este mundo, en el otro te va bien. Se opone al lenguaje porque un concepto mata la realidad. Por eso el no daba conceptos, sino aforismos. El superhombre es aquel que acepta la muerte de Dios, pero no hace de sí mismo a Dios, ni coloca a nada ni a nadie en su lugar».

Ahondó en el concepto de superhombre, como categoría moral de liberación de las amarras metafísicas y teológicas cristianas del mundo occidental. Nietzsche crea la Metáfora de las tres transformaciones para explicar el superhombre: primero está el camello, que es la moral invertida, el más allá, la trascendencia, la voz que te dice ‘no vivas tu vida, anúlate para que vayas al más allá’. Luego está el león, que destruye la moral cristiana, es crítico, pero no ha superado la muerte de Dios. Y el tercero es el niño, el que intenta, el que toma la vida como una afirmación, ‘yo vivo’, es el creador espontáneo de su propio juego, que el mismo inventa. No espera que ningún papa, sacerdote o pastor le dé instrucciones. Para Nietzsche, el superhombre es representado en la vida del niño porque es autónomo y libre de valores del pasado. Crea una nueva tabla de valores. Este es el aspecto propositivo de Nietzsche, no se queda en la crítica, sino que hace una propuesta vitalista, que coloca la vida en el centro de la discusión. Asume los nuevos valores basados en la vida, no en un Dios del más allá.

Se refirió a otra de las categorías fundamentales de la filosofía nietzscheana, la voluntad de poder. «Toda fuerza impulsora es voluntad de poder, que no quiere apoderarse de nada, es pura creación, puro devenir, puro cambio. El mundo es pura  mutación, transformación por lo que no podemos seguir los fundamentos y valores impuestos por una moral anterior. Esta voluntad de poder es tomada por los nazis y Hitler, pero Nietzsche no la concibió como una idea política, aunque los nazis se apropiaron de ella”.

La idea del rebaño

Otro aspecto de la obra de Nietzsche que Pérez Pirela quiso destacar es la idea de la moral del rebaño. Este punto fue analizado por el filósofo y comunicador venezolano en su libro Perfil de la discusión filosófico-política contemporánea. “Nietzsche se opone al rebaño, trata de sacar al hombre del rebaño. Yo siempre cito acá a mi papá, quien dice que hay gente que camina porque ve a los otros caminar. Es significativo que un obrero ha tenido las mismas intuiciones que Nietzsche. Nos convierten en masa, nos quitan el valor autónomo individual. ¿No es así? ¿No hay mucha gente que vive en lo vacuo, en lo banal, siguiendo religiones, modas o tendencias, sin criterio propio?”.

“Nietzsche llevó el ataque un paso adelante y trató de desligarse de esa forma de pensamiento que él define como moral, es decir, cualquier forma de pensamiento que impide el rechazo de lo supuestamente más bajo que hay en nosotros, de nuestra voluntad de poder, para llegar a la autoafirmación más total. Es decir sí”, añadió, citando a Charles Taylor, en su obra Las fuentes del yo.

Otro de los elementos a los cuales da importancia la crítica nietzscheana es el llamado al exceso de prudencia que acompaña la imposición de fines anteriores a uno, la sabiduría práctica como tendencia a la virtud en cuanto determinada por los bienes anteriores, se encuentra siempre mezclada a eso que Nietzsche llama ‘prudencia, prudencia, prudencia, prudencia’ que en su crítica se traduce como ‘estupidez, estupidez, estupidez, estupidez’. La pérdida de eso que él llama ‘el hombre tropical’ en Más allá del bien y del mal, situado en la selva virgen tropical, metáfora con la cual se describe ese terreno individual hecho con visiones personales, es para Nietzsche el punto de partida de la moral. Critica a ese individuo moral que sigue todo eso que le gritan en los oídos, que sigue ciegamente el primer mandamiento que le colocan enfrente. Por eso propone la afirmación del yo, el sí, como salida del círculo vicioso de la moral impuesta y anterior a uno. Representa para él una acción que se realiza a cada instante y que no presupone lo anterior de una moral. Allí se fundamenta la idea del eterno retorno”.

Al abundar sobre el eterno retorno, expresó que es la reflexión sobre el tiempo puesto de forma metafórica, elogio que dice que hay que vivir cada instante de la vida porque en cada instante está fundamentado todo el sentido de nuestra existencia, incluso las cosas más pequeñas. El superhombre quiere que la vida se repita eternamente. La religión cristiana dice que si te portas bien, irás al lugar de premio. El superhombre quiere volver a vivir a plenitud una o mil vidas más, porque ya vivió libremente.

“La indiferencia en relación a la propia autonomía a la que, según Nietzsche lleva el acato de bienes anteriores, se funda en la incondicionalidad del deber moral. Tú debes incondicionalmente hacer esto o aquello e incondicionalmente no hacer esto o aquello. ¿Por qué? ¿Fundamentado en qué? ¿En la moral del rebaño? Nietzsche dice: ‘libérense, no sean parte de un rebaño, sean superhombres”.

“Voy a citar nuevamente a Taylor: ‘El hecho de que exista tanto acuerdo sobre los parámetros y tan profundas divisiones acerca de las fuentes, es una de las motivaciones para la clase de teoría moral hoy ampliamente extendida, que intenta reconstruir la ética sin ninguna referencia al bien’. Todos estamos de acuerdo en los parámetros pero no sobre el origen de esas normas. Nietzsche, con su filosofía del martillazo desmonta toda la parafernalia de las iglesias que terminan aplastando a lo que están defendiendo, la figura de Dios”, remató.

En el cierre del segmento de filosofía, dialogó ampliamente con la audiencia, contestando varias de sus preguntas e inquietudes y leyendo sus puntos de vista, muchos de ellos relacionados con el aspecto polémico de la muerte de Dios.

Poesía

En el segmento dedicado a la poesía, leyó tres poemas solicitados por el público. El primero de ellos fue Hagamos un trato, de Mario Benedetti:

Compañera

usted sabe

puede contar

conmigo

no hasta dos

o hasta diez

sino contar

conmigo

si alguna vez

advierte

que la miro a los ojos

y una veta de amor

reconoce en los míos

no alerte sus fusiles

ni piense qué delirio

a pesar de la veta

o tal vez porque existe

usted puede contar

conmigo

si otras veces

me encuentra

huraño sin motivo

no piense qué flojera

igual puede contar

conmigo

pero hagamos un trato

yo quisiera contar

con usted

es tan lindo

saber que usted existe

uno se siente vivo

y cuando digo esto

quiero decir contar

aunque sea hasta dos

aunque sea hasta cinco

no ya para que acuda

presurosa en mi auxilio

sino para saber

a ciencia cierta

que usted sabe que puede

contar conmigo.

Luego correspondió el turno a Los nadies de Eduardo Galeano:

«Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los

nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto

la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la

buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en

lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los

nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se

levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la

Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica

Roja de la prensa local.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.

La despedida fue con Amanecí de bala, de Víctor Valera Mora:

Amanecí de bala

amanecí bien magníficamente bien todo arisco

hoy no cambio un segundo de mi vida por una bandera roja

mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer

alta y rubia cuando vaya a la Facultad de Farmacia se lo diré

seguro que se lo diré asunto mío amanecer así

esta mañana cuando abrí las puertas con la primera ráfaga

alborotando tumbando todo entraron a mis pulmones

los otros poetas de la Pandilla de Lautréamont

grandes señores tolerados a duras penas por sus mujeres

al más frenético le pregunto por su libro vagancia city

como me gusta complicar a mis amigos los vivo nombrando

el diablo no me llevará a mí solo

ella antiguamente se llamaba Frida y estaba residenciada en Baviera

en una casa de grandes rocas levantadas por su amante vikingo

sus locuras en el mar de los sargazos

hay sol hasta la madrugada y creo que jamás moriré

sin embargo deseo que este día me sobreviva

soy desmesurado o excesivo y no doy consejos a nadie

pero hoy veo más claro que nunca y quiero que los demás participen

hermoso día me enalteces desenfrenada alegría

no tengo comercio con la muerte no le temo

llevo en la sangre la vida de cada día soy de este mundo

bueno como un niño implacable como un niño

guardo una fidelidad de hierro a los sueños de mi infancia

en este punto soy socrático él y yo elevamos volantines

restituimos la edad de oro el “qué habrá” al final del arco suspendido

ahora mismo se está mudando un río

hoy una morena de belleza agresiva me dijo pero si estás lindo

entonces yo le dije acaso no sucede cada dos mil años pierdo el hilo

día de advenimiento de locos combates de amor a altas temperaturas

desnudos nos hundimos en las agua del mismo río.

(LaIguana.TV)