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Raquel Oliva tiene solo 22 años pero su alma lleva el peso inmenso y doloroso de un pasado marcado por la violencia de género. La culpa de tan amarga experiencia la tuvo un joven del que se enamoró y con el que comenzó en verano de 2014 una historia que creyó era de amor pero resultó ser una auténtica pesadilla. “Estaba en manos de un psicópata”, relata. Su expareja -de quien prefiere no revelar su verdadera identidad ni lugar de residencia exacta, que en la actualidad para más inri estudia psiquiatría y a quien llamaremos Rubén- fue con ella un maltratador nato.

 

Lo que Raquel cuenta en exclusiva para EL ESPAÑOL, supera el guión de cualquier película. Ahora tras una terapia de casi dos años en la asociación ilicitana contra la Violencia de Género AIVIG a la que acudió en busca de auxilio y que dirige otra gran superviviente de esta lacra como Marina Marroqui, le ha servido para rehacerse como mujer y sacar una artillería de fuerzas y ganas que no piensa vaciar nunca más. Para ella ha llegado la hora de dejar de callar y avergonzarse por lo padecido.

 

Como muestra sirva la vejación y los innumerables delitos que Rubén cometió contra ella cuando la llevó a la casa que su familia tenía en medio del campo. Allí la hizo prometer no decir a nadie de su ubicación (ni siquiera a su madre) ni que estaba con él, y con la mejor de sus caras y una buena sonrisa le presentó un contrato y un bolígrafo.

 

En varias hojas escritas a mano por él, Raquel tenía que aprobar con su firma que no le denunciaría por los daños psicológicos y físicos que sufriera durante 48 horas. Cuando ella vio ese contrato empezó a temblar, a sentir miedo y a notar como su corazón palpitaba con fuerza. “No sabía qué tipo de pruebas me haría hacer. No lo sabía, y no quería saberlo”. Pero aun así, firmó.

 

Le bastó poner su rúbrica para comprobar de qué se trataba. La hizo quedarse en ropa interior, la puso orejas de gato y una cola y lo primero que su maltratador le dijo es que al estar en ese estado es que dejaría de tener derechos de humana. La espetó que ahora “sería un animal”, y por lo tanto, tendría derechos de animal. “Me obligó a caminar a cuatro patas, a maullar, a comer comida de gato, a ir al baño delante de él. Tenía que comportarme como una mascota obediente, si no él se cabreaba y me pegaba con una cuerda. Me obligó a ser su esclava en todos los sentidos posibles”, recuerda.

 

Durante aquellos dos días Raquel fue su sirvienta, le hacía la comida, la cena, y le limpiaba. “Yo no tenía derecho a comer comida normal. Esos días no comí prácticamente nada ya que la comida de gato me daba angustia. Al día siguiente, me preparó una mezcla asquerosa de comida hecha a base de leche, sal, limón, olivas, pimienta, me sentó en una silla y me puso un cubo delante de mí. Me ató las manos a la silla y me hizo beberme ese líquido asqueroso. Me hizo vomitar y después de eso, me hizo tragarme el vómito repetidas veces. Yo pensaba que me iba a morir. Lo que más recuerdo de ese momento es su risa sádica, sus ojos brillantes, su cara de máxima felicidad”, recuerda muy triste.

 

Después de eso Rubén la llevó a la ducha, la duchó con agua fría y al terminar le tiró el cubo de vómito por encima y la llamó guarra. “Yo solo podía llorar, pensar en que todo aquello terminase de una vez. No podía asimilar todo lo que me estaba pasando. No paraba de recordar a mi madre, y me preguntaba qué diría si me viese así”, cuenta.

 

-También te decía que en esos dos días sería todo un “cabrón” contigo.

 

-Así es. Me decía que me haría estar al borde de mis límites físicos y psicológicos, y que todo eso lo haría como terapia, para que no volviera a hablar con mi exnovio nunca más y para que aprendiese a no desobedecerle. Me prometió que si superaba todas las pruebas, todo sería como antes, como si no hubiera pasado nada (Raquel le fue infiel con su anterior pareja y se lo contó). También me dijo que si no las superaba, nunca más volvería a estar conmigo.

 

«Sólo podía preguntarme por qué me hacía tanto daño»

Esta superviviente de violencia de género creyó que con aquello había tocado fondo y que la crueldad de Rubén no podía ir a más. Pero se equivocó. “Lo peor fue cuando me preguntó por qué me estaba castigando y yo le contesté: porque te he sido infiel con mi exnovio y sin siquiera poder reaccionar, me pegó una bofetada en la cara que me tiró hacia atrás… En ese momento empecé a respirar más rápido que nunca y se me revolvió el estómago. Sentí mucho dolor físico, pero lo peor fue sentir que ese dolor fue producido por la persona a la que amaba”, comenta.

 

Para su desgracia el episodio de violencia continuó. Después de ese primer golpe, le siguieron muchos más. Cada vez que ella pronunciaba el nombre de su ex, él le pegaba. “Me obligaba a decir su nombre. Me pegó muchas veces seguidas, yo estaba muy mareada, pensaba que iba a perder el conocimiento y solo podía preguntarme por qué me hacía tanto daño. Después de eso, lo veía todo borroso y desenfocado, y cada vez que él me levantaba la mano, me cubría el rostro con los brazos, temblando de miedo. Me costaba respirar, sentía que el aire no entraba en mis pulmones”, rememora. Así fue como Raquel se enteró que ya había terminado la primera prueba.

 

-¿Por qué quieres dar el paso ahora de sacar todo lo que tienes dentro y mostrarlo públicamente?

 

-Porque ahora ya estoy preparada y no quiero que ninguna chica tenga que pasar por la tortura que yo sufrí y padecí. Quiero evitarles que la vida les duela como me dolió a mí y enseñarles a salir corriendo de una relación tan dañina como la mía a la primera señal que vean. Quiero que vivan en lugar de sentir que están muertas. Yo me sentí así demasiado tiempo. Quiero que aprendan que el amor de verdad nada tiene que ver con sufrir. Que el amor verdadero te hace crecer en lugar de empequeñecerte y anularte.

 

VIOLADA Y ALIMENTADA CON COMIDA DE GATO Y VÓMITOS

A Raquel aun le cuesta recordar con exactitud cómo fue el transcurso de las cosas durante esos dos días. “Está todo demasiado borroso, solo recuerdo el continuo miedo clavado en mi corazón, la presión en el pecho que me impedía respirar, y mis ojos rojos e hinchados de llorar durante tantas horas seguidas. Al levantarme del suelo, no pude evitar mirarme al espejo y no me reconocí cuando me miré. Nunca había tenido los ojos morados. Durante ese día me violó varias veces, y me fotografió con la cara manchada de semen, sangre y lágrimas. Él se reía de mí. Me decía: ¡mira que aspecto de muerta tienes!

 

Por la noche Rubén le exigió hacerle la cena, y a ella le obligó a comer comida de gato. “La vomité”. También le hacía beber agua del grifo mientras él bebía Nestea. “Esa noche me hizo dormir en el suelo, porque decía que así dormían los animales. Aunque no podía dormir, tenía muchas taquicardias. Todo me daba vueltas. Aun así me alegraron esas horas de sueño en los que él se mantenía ausente y lejos de mí”.

 

Otras pruebas consistieron en atarla a la cama, morderla, hacerla moratones, realizar prácticas sexuales dolorosas y mucho maltrato psicológico. “En ese transcurso de días me llamó de puta para arriba. Y me dijo que para compensar el daño que le había hecho, se merecía el poder acostarse con 10 mujeres. Me causó un ataque de ansiedad y me encerró en un armario durante horas. Yo tengo miedo a los espacios cerrados y oscuros. Al volver a abrir el armario me dijo que había superado todas las pruebas. Cambió totalmente su cara, su personalidad. Volvió a ser una persona normal. Me dio la enhorabuena por haber mostrado tanta capacidad de esfuerzo. Me abrazó, yo me sentía agotada y no podía verle con los mismos ojos, pero aun así no me separé de su abrazo. Por alguna razón me sentía protegida, aunque fuera por la persona que me había hecho sufrir más que nadie”, resume la joven.

 

LAS ALARGADAS Y DOLOROSAS SOMBRAS DE GREY

Raquel encontró su salvación una noche de domingo al ver la televisión. Encendió la televisión y en La Sexta estaba Marina Marroquí, otra joven -que también vivía en Elche- y ex víctima de violencia de género. Jordi Évole la estaba entrevistando en su programa Salvados dedicado al machismo. “Al verla a ella me di cuenta que yo también estaba siendo maltratada. Y entonces se me cayó el mundo encima. Acudía a ella de inmediato”, recuerda.

 

Marroquí, quien nada más conocer su caso le abrió de par en par sus brazos y las puertas de su asociación, recuerda que el caso de Raquel fue muy doloroso, no solo por lo vejatorio de todo su proceso, si no por las formas maquiavélicas de Rubén de manipularla y maltratarla. “Yo llevaba muy poco tiempo con la asociación y ayudarla a ella también suponía una prueba para mí sobre todo por la forma en la que Rubén había actuado con ella a través de un contrato horrible”, rememora la presidenta de AIVIG.

 

Contratos y comportamientos que tal y como recalca esta educadora empiezan a ser más normales de los que pueda parecer entre los jóvenes. Y la causa se debe al efecto de películas como 50 sombras de Grey, en las que el protagonista hace firmar un contrato a la chica que se enamora de él y con ello la somete a todo tipo de pruebas sexuales y de sometimiento. “Esta sociedad machista que nos bombardea con productos como 50 sombras de Grey y está educando a toda una generación a normalizar conductas vejatorias y actitudes de control dentro de una pareja en las que se relacione un contrato de frecuencia sexual o de castigo con amor. Estos productos que consumimos aunque aparentemente sean solo entretenimiento van mucho más allá. Construyen un tipo de relación en el que las chicas ni siquiera ven que es amor romántico y se convierte en maltrato romántico”, explica.

 

-¿Qué está pasando para que se den casos tan vejatorios e inhumanos como este?

 

Es cierto que un caso como este es extremadamente vejatorio cuando lo ves y me encantaría decirte que son casos aislados que no suele pasar dentro del maltrato pero desgraciadamente no es cierto son prácticas cada vez más frecuentes y donde castigar porque desobedezca su maltratador conlleva pruebas cada vez más parecidas a esto. Contratos de Grey por desgracia los he visto en más de una ocasión. Ahora mismo en la asociación seis adolescentes han tenido a seis maltratadores que ha utilizado este tipo de estrategia para o castigarlas, controlarlas o amenazarlas. A esto se suma que las relaciones de maltrato llevan mucho de este contenido vejatorio lo que pasa es que las mujeres muy pocas veces lo contamos ya que nos sentimos en la mayoría de casos profundamente avergonzada de haber cedido o no revelado ante este tipo de actitudes.

 

-¡Pero esto es una burrada!

 

Sí, pero todo tiene que ver con que se normaliza y se vende como romántico el control y hacer un contrato con normas dentro de una relación erotiza el control y la violación hasta puntos que el maltratador utiliza todas esas estrategias, esa normalización social para que sus macabras intenciones tenga una lógica extraña que la sociedad machista al final avala con estos mensajes. Este tipo de estos contratos se dan sobre todo en adolescentes de 13 a 20 años. A esto se suman otros mensajes como los que se trasladan en programas de televisión como Hombres, mujeres y viceversa, o en La que se avecina donde se educa a ser una sociedad machista en donde la cultura de la violación y el maltrato que reflejan nos está costando un precio muy caro del que creo que todos somos en parte responsables.

 

-¿Cómo estaba Raquel cuando llegó a ti?

 

Su caso es uno de los casos más duros que he tenido por el momento. Ella llegó con la indefensión aprendida. Era brutal solo temblaba era incapaz de mirarte a los ojos. Tenía no solo un síndrome de estrés postraumático brutal sino unas secuelas gravísimas con un hándicap muy importante: se sentía culpable absolutamente de todo por haber estado con otra persona durante ese maltrato. Se sentía responsable y no podía identificar el maltrato como tal sino como un castigo que se merecía.

 

-¿Y ahora como ha superado todo eso?

 

Con mucha valentía por su parte, mucha fuerza de voluntad y muchas ganas de entender que había pasado y como había pasado entro en el programa de superación de AIVIG. Hoy en día es una mujer increíble, con una valentía brutal, una sonrisa que eclipsa. Desde aquí también quiero señalar que hay mucho que trabajar para que nadie viva un infierno tan brutal y tenga que recuperarse en un par de años. La sociedad necesita tener herramientas reales y programas de superación estructurados institucionalizados para asegurar que esa mujer vuelva a ser plena en el menor tiempo posible.

 

EMPEZAR DE CERO

Poner el contador de la vida a cero después de una experiencia tan traumática como la vivida por Raquel y que marca de por vida no es nada fácil. Es más, cada mujer maltratada tiene tanto miedo a su maltratador y sufre el síndrome de la indefensión aprendida, que en primer lugar en muchas ocasiones no se reconoce como maltratada y en segundo lugar cuando es consciente que lo es, es ella quien da el paso de salir de ahí. “Yo no era consciente que la mía, lejos de ser una relación de amor, era una relación con un psicópata”, reconoce Raquel.

 

Y es que como siempre recalca Marina Marroquí, el maltrato no llega con la primera bofetada, sino con la manipulación psicológico y el chantaje emocional del maltratador sobre la víctima. En su primer mes de relación (como vivían en ciudades diferentes) y cuando ocurrió su primera pelea ella no detectó al violento del que se había enamorado. “Estábamos poniendo la cámara para hablar por skype y me exigió que hiciese un gesto provocativo. Yo no me sentía capaz y me daba mucha vergüenza así que le dije que no podía. Él cortó la comunicación, apagó la cámara. Estuvo toda la noche sin hablarme. Fue una noche muy larga para mí y por primera vez me sentí mal a su lado”, comenta la joven.

 

Al día siguiente Rubén le explicó a Raquel que fue así de cruel con ella a posta y que lo que hacía era una mera terapia de choque. “Según él me hacía sentir mucha presión para que yo estuviera en mis límites y así superar mis miedos y problemas sociales. Yo me lo creí, pues al fin y al cabo quien sabía de psicología supuestamente era él, y supuse que lo hacía todo por mi bien. A partir de entonces, en los días siguientes me hizo hacer un juramento de sumisión donde yo juraba absoluta lealtad y confianza. Básicamente tenía que hacerle caso en todo. No tenía permitido poner en cuestionamiento nada de lo que él me pidiese que hiciera, ya que obviamente todo lo haría por mi bien, para que yo mejorase como persona. Prometió no hacerme nunca daño en vano. Me dijo que todo el daño que me hiciera estaba justificado y que su único propósito en esta vida era curar mis miedos. Yo le creí”, rememora.

 

El control psicológico de Rubén era tal que en otra ocasión, para celebrar su primer San Valentín juntos cuando cumplían catorce meses de su relación, le entregó a ella un documento en el que le decía las 101 cosas que le gustaban de su novia. Todas y cada una de ellas iban con un dardo envenenado: “Me gustas por ser mía”, “Me gustas porque solo tienes ojos para mí”, “Me gustas por decir que sí a todo lo que quiero”, “Me encantas por aceptar mis disculpas cuando –rara vez- me equivoco”.

 

-Y ahora ¿cómo estás?

 

-Estoy muy bien. Estoy mejor que nunca. Ahora sé que a lo mejor si no me hubiera pasado todo aquello, no sería la persona que soy. Veo como he superado todo y me he hecho fuerte. Ahora con toda la ayuda recibida me dedico a mi pasión que es la ilustración y a cuidar a personas mayores. Ahora por fin sé que el amor es libertad, es ser tu misma, que el amor suma. Nunca resta. Ahora por fin siento que estoy viva.

 

(elespanol.com)

 

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