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Hipótesis optimista: el presidente Maduro decidió derrotar a la quinta columna. Es deprimente ver como el debate político se sigue escenificando (23 años después del 4 de febrero, 16 años después del inicio de la era bolivariana) en los charcos de la corrupción. Cualquiera puede pensar que estamos ante la evidencia de la crisis moral generalizada, que no hay hueso sano, que esto se lo llevó quien lo trajo.

 

Todavía queda, sin embargo, una manera optimista de ver el asunto. Para asumir esta visión hay que tener algo del doctor Pangloss, el personaje de Cándido, la novela de Voltaire, al que le ocurrían las peores desgracias y se consolaba pensando que en esta vida todo lo que pasa, sucede para bien. Corramos el riesgo del panglossianismo y pensemos, aunque sea por unos minutos, que esto que está pasando es lo mejor que podría ocurrir.

 

La hipótesis es la siguiente: el presidente Maduro ha decidido emprender acciones contra el más temible de todos los batallones que hacen la guerra económica: la corrupción roja y rojiverde, es decir, los funcionarios civiles y militares que, bajo el amparo de una declarada condición de chavistas, han jugado para el enemigo. La quinta columna.

 

Después del éxito logrado en el episodio de la orden ejecutiva de Obama y la Cumbre de Panamá, el presidente ganó suficiente de eso que los politólogos estructuralistas llaman “viabilidad política” y ha decidido que es ahora o nunca. Llegó el momento de desatar una ofensiva en el contexto de la guerra económica, pero esta vez no hacia afuera, sino hacia adentro.

 

Mi politóloga Eva Ritz Marcano es una de las propulsoras de esta conjetura de optimismo extremo. Ella sostiene que ponerle freno a los desmanes de los falsos chavistas (los vestidos de rojo y los uniformados de verde) ha sido un objetivo de Maduro desde que tomó las riendas del país, tras el fallecimiento del comandante, pero no ha podido avanzar hacia ese propósito por el asedio constante al que ha estado sometido por las fuerzas de la derecha nacional y mundial. Después de unas primeras acciones, como la que aplicó en Ferrominera del Orinoco, tuvo que bajarle dos al discurso anticorrupción porque para enfrentarse a las mafias internas se necesita estar muy fuerte y, lamentablemente, no era su caso.

 

Robustecido por la digna respuesta del pueblo venezolano y de la comunidad internacional al decreto imperialista del “Tuercebrazos”, acicateado por el clima electoral que ya comienza a caldearse, Maduro –siempre según la hipótesis cándida– ha tomado la ofensiva en tono de se acabó la guachafita y apuntando a lo alto de las estructuras corruptas.

 

Por supuesto que en este tipo de luchas, dar el primer paso es fundamental. Pero ya está comprobado que no basta. Se necesita un esfuerzo sostenido para derrotar a la quinta columna. Se requiere una gran determinación pues posiblemente haya que procesar y sancionar incluso a gente muy cercana. Pero si el presidente Maduro lo consigue, esa podría ser la clave para salir finalmente de los pantanos, ganar la guerra económica y continuar con la Revolución. Ojalá Eva y quienes queremos creer en esta hipótesis no nos estemos pasando de panglossianos.

 

(Por Clodovaldo Hernández/[email protected])