Para Platón, la muerte era la liberación del alma de su cárcel corporal, criterio del que se distanció su discípulo Aristóteles, que veía el alma y el cuerpo como una dualidad. Los pensadores de la religión cristiana se nutrieron mucho del enfoque aristotélico. Para Hegel, si la muerte no existiera, el ser humano no tendría libertad; mientras para Schopenhauer, la muerte es algo reconfortante porque, ya que vivimos en el peor de los mundos posibles, al morir, obviamente, escapamos de él. Nietzsche planteó que la angustia que produce la muerte termina por darle sentido a la vida. Y Heidegger, considerado el gran filósofo de la muerte, estaba convencido de que la idea de una vida perfecta es la muerte. Mientras tanto, Jean Paul Sartre, padre del existencialismo, decía que es absurdo nacer y es inútil morir.

Las respuestas a la pregunta ¿qué es la muerte? han sido muchas en el campo de la filosofía, al punto de ser uno de los temas fundamentales de la historia de este campo del conocimiento. Y ese fue el tema del Viernes de Filosofía que forma parte del programa Desde Donde Sea, de Miguel Ángel Pérez Pirela.

“La muerte es inherente a la vida, le da sentido. Algunos podrán preguntarse por qué hablar de la muerte. En Venezuela decimos que es pavoso. Pero no hay nada más estúpido que no querer hablar de la muerte, que sea un tabú. Hay muchas interrogantes. Por ejemplo, ¿tendría valor la vida si fuésemos inmortales?, ¿por qué le tememos tanto a morir?, ¿tenemos derecho a decidir sobre nuestra propia muerte? También hay muchos temas bioéticos alrededor de la muerte: el aborto, el asesinato, la eutanasia”, señaló el filósofo y comunicador en la introducción de sus reflexiones.

“Para hablar de la muerte podemos comenzar por definir la vida. En filosofía se le define como el movimiento inmanente y autoperfeccionante. Es decir, la cualidad de la que están dotados los seres que pueden moverse por sí solos y que tratan de perfeccionarse. El  gesto fundamental de esa vocación autoperfeccionante es no querer morir. Los seres vivos se empeñan tercamente en seguir viviendo. La planta se mueve por sí misma hacia la luz porque la luz le da la posibilidad de seguir viva. Si hablamos con un niño o con una persona de cien años, ambos ven la muerte como un hecho que ha de pasar, pero no todavía. Heidegger dijo que la muerte siempre llega en su mal momento, nunca hay momento para morir”.

La experiencia del otro

Otro rasgo destacado del tema en filosofía es que la muerte siempre es la muerte del otro, no la propia. “Hablar de muerte es hablar de otredad. Nadie puede contar su propia muerte, porque si puede contarla, está vivo”, dijo.

Citó al pensador español Antonio Escohotado, quien piensa que tenemos derecho a escoger nuestra propia muerte: “El miedo engendrado por la muerte viene de un cierto oscurantismo religioso que promete la vida eterna a cambio de la propia sumisión”.

También tiene un componente temporal. “San Agustín decía que solo existe el presente. La conciencia de la vida es la conciencia del instante y una especie de ser y estar aquí. La muerte propia es una especie de límite personal al cual nunca se llega. No podemos dar fe de nuestra propia muerte. Es decir, que pasamos toda la vida preocupados por un hecho del que no vamos a tener conciencia”.

Señaló que para algunos, la ciencia ha sido un refugio ante las incertidumbres, pues puede dar todas las características fundamentales de la muerte, pero no puede decir lo que va a ocurrir luego de ella.

La trascendencia

En la continuación de su clase, destacó que muchas personas han tratado de vencer a la muerte procurando permanecer en el recuerdo de los otros. “Una corriente filosófica sostiene que somos inmortales porque vivimos en la memoria de aquellos que nos recuerdan. Pero, salvo los grandes personajes, todos los demás estamos destinados al olvido. Somos un pestañar en el universo, un instante. Desgraciadamente, a partir de la modernidad se nos ha vendido la idea de la trascendencia, de que seremos recordados por nuestras obras. Sin embargo, siendo la Tierra un rincón en los suburbios del universo, que ha existido por un tiempo relativamente breve, ¿qué puede ser incluso un genio como Shakesperare en la lógica del espacio-tiempo del universo?”, se preguntó.

A juicio del moderador, ese afán del ser humano por hacerse, de algún modo, inmortal, no resiste una revisión a fondo. “Si  yo  hago un concurso y el premio es el don de la inmortalidad, ¿quién la quiere de verdad? Si la vida fuera infinita, perdería sentido porque la muerte nos da temporalidad a la vida, igual como la noche no hace apreciar  el día y viceversa”.

“Muchos se ríen con esto de un concurso cuyo premio es la inmortalidad. Dirán que ‘este está loco, nos promete la eternidad’. Pero no es eso lo que prometen el Papa o los sacerdotes en la misa o los pastores evangélicos. ¿A partir de qué lo hacen?, es una pregunta que hay que hacerse, pero sobre todo, ¿es un premio en realidad?”.

En interacción con la audiencia exploró el punto del suicidio. “¿El suicida le tiene miedo a la muerte o busca en la muerte una solución a los problemas de la vida? Para los católicos, el suicido es un agravio contra dios, como creador de la vida. Por aquí preguntan si el suicida es un cobarde. Pero también podemos preguntarnos si acaso no tiene derecho al suicidio ¿Quién se lo quita y bajo qué criterios?, porque está claro que el suicida ve el problema en la vida, no en la muerte”.

Otras vertientes del controversial tema tienen que ver más con lo que ocurre luego de la muerte de alguien, pero no con esa persona, sino con sus relacionados. “Por ejemplo, ¿el testamento para qué sirve? Se supone que es para distribuir los bienes del fallecido según su voluntad. Pero en verdad, es letra muerta para quien está muerto. No puede saber si se ejecuta o no. La muerte es una preocupación de quien muere, pero no cuando está muerto, sino cuando todavía está vivo”.

No obstante, el orden social propio de nuestro mundo trata de imponerse en la muerte. “En el Titanic había pasajeros de primera, segunda y tercera clase. Cuando se hundió, la muerte se llevó a unos y otros. ¿El estatus socioeconómico en vida determinará el que tendrás en la muerte? Por supuesto que no, pero en los cementerios vemos una división socioeconómica de los fallecidos. Unos están enterrados en palacetes y otros en tumbas modestas. ¿Esto le cambia algo al que está enterrado en el palacete de lujo? No, porque esos palacetes se construyeron para los vivos”.

La visión de algunos grandes filósofos

Pérez Pirela hizo un rápido vuelo sobre el concepto de muerte que expusieron algunos grandes filósofos.

“Para Platón, espíritu y cuerpo son irreconciliables. Esto va a determinar toda la historia de las religiones monoteístas. Es la cárcel del alma y la muerte es entonces una liberación para regresar al mundo de las ideas, que era donde se encontraba el alma antes –expuso-. Aristóteles se distanció de su maestro diciendo que el cuerpo y el alma son una dualidad, una fusión perfecta y sustancial. Esta postura llegó hasta Santo Tomás de Aquino, quien hablaba del hombre como espíritu encarnado. El cuerpo existe como un acto del alma. Todo organismo está destinado a la muerte. Para él, la muerte también muere y al hacerlo es causa indirecta de la misma muerte del cuerpo. La religión cristiana tomó muchos aspectos de la definición aristotélica”.

“San Agustín decía que tempus est distentio animi, el tiempo es la distensión del alma. Es relativo y subjetivo por lo que la muerte sería la interrupción de esa conciencia del tiempo subjetivo”.

“Hegel planteó que el hombre es un ser espiritual finito. Si el hombre no muriera no existiría la libertad. Esto crea la angustia que nos hace ir más allá de nosotros, nos regala la trascendencia y nos libera de la naturaleza animalizadora. Schopenhauer, el filósofo del pesimismo, consideró que la muerte es algo reconfortante porque si vivimos en el peor de los mundos posibles, entonces ella es una liberación. Si el contacto con el mundo es el sufrimiento y el dolor, la idea de pasar a ser la nada es un descanso absoluto. Morir es volver al estado anterior donde vivíamos, sin conciencia vital. La muerte es un descanso. Nietzsche retoma las ideas de Schopenhauer y adjunta que la muerte añade sentido a la vida y los hombres así escapan a la angustia que produce la muerte. La muerte es el paso de la voluntad de poder a la voluntad de no poder”.

“Heidegger dice que somos seres para la muerte. La idea de una vida perfecta es la muerte. Antes de que el fin nos llegue nos encontramos en una constante indefinición. No se debe sentir angustia porque la muerte es la expresión máxima de la existencia auténtica. Es el punto y fin y nos da todo el sentido. El dasein (ser para sí mismo) sabe muy bien que va a morir, la posibilidad de dejar de ser. La muerte es un problema ontológico. Nadie puede morir por otro, es personalísimo. La muerte nos deja solos. Es el acto solitario por antonomasia. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, pero antes de nacer y después de morir, en el nacimiento y en la muerte, estamos solos. La pregunta es, ¿cuándo el hombre muere, deja de ser? Heidegger dice que no, la muerte solo aniquila mi posibilidad de ser. Se pregunta si el hombre es un ser para la vida o para la muerte. Y puede concluirse que la muerte es la cachetada más grande respecto a nuestra intención de ser todopoderosos. Le coloca los pies en la tierra a quien se crea omnipotente. Es un llamado a la finitud del ser humano”.

Jean Paul Sartre, padre del existencialismo, decía que es absurdo nacer y es inútil morir. Es absurdo nacer porque nadie pidió estar en este mundo. Llegamos, no sabemos por qué. Por el acto carnal, biológico entre nuestra madre y nuestro padre biológicos. Entre millones de espermatozoides, llegamos primero, somos campeones. Algunas veces hay empate o triple empate. No existe eso de eres un looser. Todos los que nacemos somos ganadores. Uno puede pedirle clemencia a alguien que lo va a matar, pero no nadie tiene la oportunidad de pedir no nacer. También dice que es inútil morir porque después de que nos acostumbramos a vivir, cuando no queremos irnos, nos vamos”.

“Una primera diferencia entre Heidegger y Hegel, por un lado, y Sastre, por el otro, es sobre si la muerte da o quita el sentido de la vida. Sartre piensa que la muerte le roba al hombre su libertad. Por ello le tememos, porque nos vuelve a la nada, al estado de preexistencia”.

¿Y la ciencia, qué dice?

Pérez Pirela planteó que la ciencia tiene una postura mucho más pragmática, racional y lógica, aunque vale la pena preguntarse si en verdad podemos pensar racionalmente la muerte.

“Mario Bunge afirma que la muerte no es un misterio para quien sepa algo de biología. La muerte no asusta a un ateo porque sabe que nada podrá ocurrirle después de muerto. Lo único que podrá asustarle es la muerte lenta y dolorosa. Pero una muerte asistida te libera de ese dolor”.

Curiosamente, pese a sus enfoques opuestos, ciencia y religión apuntan a veces a la misma promesa de vida eterna. “Hay que ir a los principios de la termodinámica: la entropía de Erwin Schrödinger: “Un organismo vivo produce entropía positiva y por eso tiende a aproximarse al grado de entropía máxima que es la muerte. Para evitarlo se alimenta”. La religión promete la vida eterna, la inmortalidad. La ciencia tiende a parecérsele en cuanto a que quiere prolongar la vida, la juventud eterna”.

“La modernidad ve la muerte como defecar en la calle, algo que tiene que esconderse, taparse, no hay que hablar de ella. La COVID-19 nos pone frente a una grandísima paradoja: en algunos casos, los ancianos infectados no podían ser despedidos por sus seres queridos, algo casi universal en todas las culturas. La Covid-19 rompió este rito. Vida y muerte es un binomio, si queremos testarudamente escapar de la muerte, estamos escapando de la vida. La muerte siempre demuestra que el ser humano es frágil. Envejecer no quiere decir morir. Puede morir un recién nacido o una persona de cien años. Como dijo Heidegger, nunca es el momento de la muerte”, enfatizó.

Cielo, infierno y otros lugares

Esencial en el asunto de la vida y la muerte es la influencia religiosa. Pérez Pirela cita al propio Jesús crucificado que dice “Mi tiempo se ha consumado”, pero antes de eso clama: ¡Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!”

“Jesucristo, de acuerdo con las Escrituras, se queja de la muerte y ve la muerte como una ausencia de Dios padre, de la divinidad. ¿Es la muerte es un abandono de Dios? –se interroga-. Aquí surgen los conceptos de cielo, infierno y purgatorio. Son las narrativas religiosas que se apoyan en la esperanza para que la gente entregue su libertad y su existencia en pro de algo que no sabemos si existe”.

Comentó sobre la llamada Apuesta de Pascal, quien recomendó creer en dios porque si existe, seremos premiados con el cielo, y si no existe, no pasa nada.

“También podemos decir como Woody Allen, que la promesa de la eternidad es una gran trampa. porque el infinito es muy lejano, sobre todo llegando al final. O podemos creer, como Sartre, que el infierno son los otros”.

Muerte y política

Pérez Pirela analizó brevemente la relación entre la muerte y la política. “Hobbes dice que los individuos en estado de naturaleza se van a matar entre sí. Él y otros contractualistas resuelven ese problema diciendo que debemos entregar una parte de nuestra libertad al Leviatán, al Estado, a cambio de seguridad, es decir, de no morir. La muerte es entonces la estructura fundamental que sostiene el andamiaje del contrato social y del Estado”.

En un muy intenso diálogo con la audiencia, el presentador de Desde Donde Sea expresó su opinión en el sentido de que entendiendo la muerte podemos vivir una vida más feliz y plena. “Tener miedo no tiene sentido porque los únicos que no nos vamos a enterar de nuestra muerte somos nosotros mismos. La muerte es la inconsciencia de la muerte”.

Una participante le inquirió ¿qué le preguntaría a la muerte si tuviera una entrevista con ella? “No le haría una pregunta, sino una petición: que me lleve sin dolor”. Refirió que “el dolor es una categoría fundamental de la muerte, que no pocas veces es más temida por el dolor que conlleva que por ella misma”.

Libro

En estricta concordancia con la discusión apenas abierta, aconsejó leer El ser y la nada. Ensayo de ontología fenomenológica de Jean-Paul Sartre.

(LaIguana.TV)