«Debemos liberarnos de las amarras consumistas que tratan de aplastar nuestra personalidad, inteligencia, humanidad, sensibilidad y bondad, en nombre de lo superficial y lo falso», expresó Miguel Ángel Pérez Pirela, en un nuevo Viernes de Filosofía, al guiar una deliberación colectiva sobre el tema de la belleza, con la audiencia de su programa Desde Donde Sea.

Comenzó haciendo un paralelismo entre la ética, que tiene el valor del bien y la estética, que gira en torno a lo bello.

Tema fundamental en la historia de la filosofía, sobre la belleza han reflexionado y disertado los grandes pensadores en su respectiva época histórica. Y uno de los aspectos medulares de sus discusiones ha sido si se trata de algo subjetivo u objetivo.

«Si la belleza es subjetiva, nada es bello por sí mismo, sino porque el juicio de cada quien le da o no ese valor -explicó-. Ese juicio, además, puede variar de un tiempo a otro. Cuando uno está enamorado ve al objeto de amor como bello o bella. Cuando se desenamora le ve todos los defectos y fealdades que antes no le vio. Lo bello depende de cada uno».

«Por otro lado, si la belleza es objetiva, vea quien vea el objeto va a resultar bello. Estaría entonces en la realidad exterior al sujeto que conoce. Sería bello en sí mismo», completó la idea.

Ahondando en el punto, dijo que si la belleza es objetiva, lo que nos queda como sujetos es contemplarla. Los griegos resolvieron el  asunto considerando que la belleza era medible, una cuestión matemática y de proporciones. Por eso, las estatuas helénicas tienen un canon específico.

Entre lo objetivo y lo subjetivo surge una especie de tercera opción: lo intersubjetivo.  «Si la belleza es subjetiva, está amparada en el gusto de una o más personas. Aparece la subjetividad de un conjunto de personas en un espacio-tiempo, época o cultura, que se ponen de acuerdo en una visión de lo que es bello o les es impuesto tal concepto”.

Esa intersubjetividad ha tenido su expresión en lo que se considera bello o feo en cada época en el campo del arte, desde las pinturas egipcias y las referidas estatuas griegas, pasando por la capilla Sixtina, las obras de Botticelli o Miguel Ángel hasta llegar al arte contemporáneo, en el que puede considerarse bello un inodoro expuesto en un museo como objeto artístico.

Explicó que algunos conceptos de belleza han perdurado en el tiempo y se han convertido en dispositivos de la dominación cultural de los pueblos. «La mujer considerada bella en el Renacimiento, muy blanca, rubia, de ojos verdes o azules, termina definiendo a la virgen María, salvo en excepciones como mi virgen, la Chinita (la virgen de La Chiquinquirá de Maracaibo), que tiene rasgos guajiros. También a Jesucristo nos lo presentan así en las películas se Hollywood: un blanco de ojos azules y cabello rubios rizado. Jesucristo no podía ser rubio ni queriendo, pues era un judío con rasgos árabes, nacido en Palestina. Nada que ver con el ideal de belleza impuesto a partir del Renacimiento».

Otros aspectos de ese ideal de belleza han sido modificados por la sociedad industrial. Ya no se consideran bellas las mujeres más bien regordetas, sino las modelos anoréxicas, que ganan millones de dólares por aparecer en piezas publicitarias.

Vistazo histórico

Pérez Pirela hizo un rápido recorrido por las variaciones del concepto de belleza en la vida de la humanidad. Según las investigaciones antropológicas de la prehistoria, entre 40.000 y 5.000 años antes de Cristo, la mujer ideal era de grandes senos y grandes caderas porque denotaba fertilidad. La Venus de Willendorf es una muestra de ello.

«En Egipto de 2955 a 332 años antes de Cristo, valoraban la armonía y la perfección. Un cuerpo proporcionado era el que tenía 18 puños (unidad de medida de entonces) divididos así: dos para el rostro, diez entre los hombrosy las rodillas y seis desde las rodillas hasta los pies. Era un canon».

En la Antigüedad griega, Platón sostenía que la belleza era orden, entendido como armonía, proporción y medida. En El Fedro dice que está más allá de lo sensible, que es copia de la idea de belleza en cuanto tal y, por tanto, está en el mundo de las ideas.

En el mundo helénico, entre 800  y 200 años antes de Cristo, predominó la idea pitagórica de aplicar cálculos matemáticos para llegar a las proporciones y simetrías de la belleza. «Según Umberto Eco, en La historia de la belleza, con Pitágoras nace concepción estético-matemática del universo. La Venus de Milo es buena representación helénica del modelo de belleza», acotó.

De estos tiempos surgió el canon de Policleto, quien postulaba que para ser perfecto, el cuerpo debía medir siete veces la cabeza. «Luego pasó a ser ocho veces, lo que demuestra la relatividad de los valores estéticos».

«Para el cristianismo y la Edad Media (año 100 DC) la belleza provenía de Dios. Era parte de la dualidad alma-cuerpo y, por tanto, era etérea. Los escolásticos la consideraban con un cierto valor, pero comenzaban a verla como algo que acabaría por marchitarse y por eso lo que tenía que ser tomado en consideración era la pureza del alma. La escolástica la definía como pulchrum, que para Santo Tomás de Aquino era una de las cuatro características de Dios: verum, bonum, unum y pulchrum«.

En el Renacimiento (1500 – 1700), la belleza era proporción y armonía. El David de Miguel Ángel y el Vitruvio de Leonardo Da Vinci son claros ejemplos de esto. «En el barroco (siglo XVII al XIX) hubo un avance hacia los tiempos del narcisismo, tal vez causado por el uso de los espejos. Los gustos victorianos se caracterizaron por el exceso de perfumes y maquillajes, apariencia, coquetería, pelucas y peinados suntuosos», prosiguió con el recuento.

En el Siglo XVII, Montesquieu afirmó que la belleza dependía de cada sujeto, del sentimiento de quien observa y por tanto es individual, subjetiva.  

«Max Scheler (1874-1928) estimaba que la belleza nos llega por la emoción. Es un percibir sentimental y se diferencia de los sentidos y de la inteligencia. Este filósofo advertía que así como el daltónico no puede ver ciertos colores, hay que gente que está incapacitada para percibir la belleza».

Kant decía que la belleza “es la forma de la finalidad de un objeto en cuanto ésta es percibida sin la representación de un fin. El juicio estético es una ‘finalidad sin fin’, entonces, el objeto experimentado desde el placer estético es libre de toda finalidad, de todo concepto”

Belleza y bien

En el programa, como es característico de los Viernes de filosofía, hubo muchas preguntas. Entre esas interrogantes estuvieron estas: ¿si la ética busca el valor del bien y la estética el de la belleza, bien y belleza van juntos? ¿Lo malo puede ser bello?

El moderador y su audiencia dialogaron al respecto y coincidieron en que bien y belleza no siempre van juntos. Puede haber algo malo, visto desde la ética, que sea bello según una persona o de acuerdo al criterio generalizado. «Al masoquista, le parece bello estéticamente lo que acaso es malo moralmente», dijo Pérez Pirela.

Otras dudas se refieren al tema de las relaciones carnales. «¿El sexo depende de la belleza?, ¿La belleza da más placer sexual?, ¿La fealdad quita placer sexual? -interrogó-. Si la respuesta es sí, entonces Barbie y Kent deberían ser protagonistas de toda la pornografía de las redes sociales».

«En los centros comerciales venden la convicción de que sexualmente usted es atraído por un cierto tipo de personas, lo que crea un sinfín de enfermedades psicológicas, gente que se siente mal en su cuerpo. Nos aplastan culturalmente. Nos están estafando, nos canalizan todo el erotismo a través de cánones de belleza impuestos por una sociedad que simplemente quiere vender», advirtió.

La industria publicitaria es una pieza principal en esa operación y es por ello que el cuerpo femenino desnudo, idealizado según los cánones vigentes, es utilizado para promocionar toda clase de productos, incluso los que tienen muy poca relación, como, por ejemplo una batería o un caucho de carro.

«Nos encontramos con que unos señores gordos magnates, que por cierto no se parecen a los estereotipos, mantienen en marcha una máquina de frustración colectiva de niños, adolescentes y adultos que se sienten mal porque no se parecen a las y los modelos de la publicidad o a las figuras del cine», reflexionó.

El  concepto dominante de belleza afecta incluso al mercado laboral. «En ciertos trabajos te exigen buena presencia. ¿Qué significa eso? ¿Hay presencias malas? Por lo general se trata de racismo. Si la persona es considerada fea no puede hacer este trabajo. ¿Acaso la actitud y la aptitud para realizar un trabajo depende de tu presencia física?».

Trajo a colación el tema de los concursos de belleza, de los cuales Venezuela ha sido ícono. “Lo digo con mucha vergüenza porque desde pequeñitas les hemos metido en la cabeza a las niñas que cuando vean una cámara se pongan de lado y con las manos en la cintura. Con Miss Venezuela nos aplastaron culturalmente. El cubano Osmel Souza impuso este estereotipo. Las concursantes son muchachas de casi dos metros, con características más parecidas a las que transitan por Manhattan que a las venezolanas promedio. Creó un modelo que no se parece a las venezolanas, pero se impone para ellas. Vemos a las mujeres latinas tratando de tener el pelo como las de los Campos Eliseos de París, tratando de parecerse a algo que genéticamente no son». 

«¿Será que la belleza tiene que ver con lo que no se es y uno quisiera ser? ¿El ideal de belleza es una especie de horizonte al cual nunca se llega? ¿La belleza tiene que ver con la ficción, con echar un cuento de algo que no es?», siguió dejando preguntas en el aire.

La idea dominante de belleza también tiene que ver con la edad porque si se trata de cumplir con los cánones impuestos, al llegar a la vejez se enfrenta una gran decepción. “Si eres solo tu cuerpo, al envejecer no eres nada ni eres nadie”.

Destacó el concepto de estética que viene del griego aisthētikós que quiere decir susceptible de percibirse por los sentidos, y que surge, a su vez de aisthesis, que es la facultad de percepción por los sentidos. En la Metafísica, Aristóteles, dice que los hombres por naturaleza desean conocer y esto se comprueba en que todos le dan prioridad a la visión, por sobre los otros sentidos.

La moda

Al hablar de belleza en la Edad Contemporánea hay que tocar el tema de la moda, vista como el vehículo que impone el ideal de belleza que las personas deben seguir en cada época.

Reseñó que en los tiempos victorianos nace el maquillaje tal como se le conoce en el mundo actual, pues se trata de algo que ha existido en todas las culturas, incluyendo la de los pueblos originarios de América.

Como detalle significativo dijo que maquillaje en italiano se dice trucco, y gran medida lo es porque se trata de transformarse, de modificar lo que  se es con el propósito de ser más bello. En cierto modo es hacer de uno mismo una obra de arte.

Subrayó que las imposiciones de la moda son una expresión de la sociedad patriarcal. «Se mutila el alma femenina cuando se emite el mensaje de que la mujer solo puede ser válida por ser bella. Se llega al extremo de presionar a la mujer para operar su cuerpo y así  cumplir con los valores que el macho le impone”.

Inteligencia y virtud

En la interacción con  los participantes del programa, surgieron más subtemas. Por ejemplo si el talento hace bella a una persona. 

Pérez Pirela opinó que puede serlo, en particular si se deriva en poyesis, vale decir, en creación. «El artista crea la belleza y, al crearla, él mismo se hace bello porque la creación es un acto divino«, planteó.

En las vecindades del talento está la inteligencia, que también puede resultar un bello atributo. «No hay nada más sensual que la inteligencia», asegura el profesor de filosofía.

Y surgió otra vertiente de la discusión: belleza y virtud. Pérez Pirela recordó anteriores clases en las que se explicó que para los griegos, la areté, la virtud era esencial, y de allí viene la idea de la aristocracia,  que es el poder en manos de los virtuosos. «Pero la virtud es una categoría moral, no estética”, aclaró y aprovechó para lanzar otra pregunta provocadora: ¿cuántas veces nos han hecho perder la cabeza personas no virtuosas?».

La belleza también puede radicar en la personalidad, una palabra cuyo origen se ubica en el griego prosopón, que quiere decir máscara. «¿Acaso el cuerpo, este huracán de células, tan efímero, garantiza la belleza? -se preguntó-. Si nos enamoramos de los cuerpos, durará poco, será la belleza desde una perspectiva banal. Hay algo etéreo, espiritual, metafísico, fantasmático en la belleza. Quien se enamora de los cuerpos, lo hace de las formas, y estas cambian. La forma, ya lo decía Aristóteles, no es sustancia, no es el ser, sino el parecer».

La cultura del narcisimo

Citó al sociólogo Gilles Lipovetsky asegura  que las sociedades occidentales son narcisistas, pues obligan a las personas a cerrarse en un yo que se les impone desde afuera. Esto da lugar a las enfermedades estético-narcisistas como la anorexia, la bulimia y la vigorexia.

«Narciso, el más bello de todos, terminó se conmovió tanto al verse reflejado en el agua de un estanque, que terminó siendo víctima de su belleza. ¿La belleza puede ser un peso muerto, una cruz que tiene que llevar? Recuerdo la palabras de Piedad Córdoba, quien dijo que Venezuela era como la muchacha bella a la que todos quieren conquistar y eso puede convertirse en una grandísima tragedia».

Cerró sus reflexiones señalando que no hay nada más discutible que la belleza y que es necesario hacer una revisión muy concienzuda del concepto que manejamos al respecto. «Nos han metido en la cabeza que para tener una pareja, un trabajo, éxito en la vida, para no ser un loser sino un winner, estar in y no out, tengo que seguir los criterios de belleza que vienen de la publicidad, la propaganda y la cultura consumista. El mensaje es no importa tu ser sino tu parecer, tu apariencia. Resultado: individuos frustrados, tristes, acomplejados que tienen pena de su propio cuerpo«. 

(LaIguana.TV)