Que los procesos electorales en Estados Unidos son fraudulentos, es un hecho ya evidenciado en los informes de observación que, desde hace años, ha presentado la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (Osce). De eso, se aprovecha el presidente Donald Trump para denunciar un supuesto fraude en su contra.
Que las empresas mediáticas pretendan actuar como un supra Estado que impone supuestas “verdades”, es una práctica bastante estudiada. Joe Biden hizo uso de ellas para establecer su triunfo, sin que aún hayan terminado los conteos y reconteos oficiales.
La novedad en las elecciones estadounidenses es cómo se repiten en este imperio prácticas de deslegitimación de resultados electorales oficiales, a través de debates centrados en falsos dilemas y acciones de facto sustitutivas de la realidad, que ya han sido aplicadas por su gobierno en otros países.
En la ejecución de estas maniobras de caos no importa mucho si en realidad el sistema y la organización electoral reflejan fielmente la voluntad expresada en el voto de los ciudadanos. De lo que se trata es de ganar el imaginario colectivo para impulsar una reacción ciudadana que, por la vía de los hechos, acepte o desafíe el resultado y debilite al adversario.
Así se intentó en Venezuela. Y así se está haciendo en Estados Unidos. Veamos algunas similitudes.
Que los medios y redes digan que el triunfo lo tienes tú
Una práctica conocida es la de crear una matriz de triunfo, independientemente de los resultados, que pueda ser sostenida por los grandes medios, difusores eficientes del discurso. Una declaración de los actores políticos, en la que anuncia su éxito antes de los resultados oficiales o la presencia de supuestos vicios, sirve de desencadenante.
Biden se adelantó. El siete de noviembre pasado, cuando aún se contaban votos y se iniciaban nuevos reconteos, las más importantes cadenas noticiosas de Estados Unidos lo declararon como el presidente electo, basados en proyecciones propias.
Con las empresas mediáticas y de redes sociales en contra, Trump optó por denunciar, a través de redes sociales, el ejecución del fraude, cuya posibilidad ya había advertido durante la campaña. Pero todas sus afirmaciones han sido descalificadas, hasta ahora, por las corporaciones comunicacionales.
En Venezuela, la práctica de deslegitimar los resultados electorales por parte de las empresas comunicacionales es una práctica sistemática. La matriz del supuesto fraude que sería cometido el próximo seis de diciembre es mantenida hoy día por las trasnacionales mediáticas, las cuales están acompañando al sector extremista de la oposición, pese a la falta de pruebas concretas y a los resultados públicos de las auditorías realizadas hasta ahora, gracias a las cuales los partidos participantes en la contienda electoral de diciembre próximo han certificado los componentes del sistema de votación.
Inicia tu “gestión”, así sea con organismos paralelos
La experiencia también muestra que quienes pretenden imponer su triunfo, más allá de lo que indiquen los resultados electorales, suelen rodearse de símbolos de poder de Estado para crear la imagen de que ya están en ejercicio del cargo.
Así lo entendió Biden quien, apenas “proclamado” por los medios, inició una “transición” para ocupar la Casa Blanca, que no se corresponde con lo que está establecido en las leyes y tradiciones estadounidenses. El procedimiento de transición previsto en ese país, y que busca facilitar el cambio de gobierno, suele ser activado solo cuando las partes en competencia dan como cierta la proyección de resultados electorales. Trump, presidente en ejercicio, no la ha reconocido.
En Venezuela, la oposición fue poco ortodoxa para seguir el manual y hubo de tardar cuatro años para ponerse de acuerdo y cumplir este paso, hasta el 2019 cuando creó un gobierno y un presidente ficticios al que sumaron, este año, una supuesta Asamblea Nacional. Además, con una presunta “consulta nacional” que no se corresponde con el ordenamiento jurídico venezolano, pretenden mantener estas figuras falsas, después de enero próximo.
La democracia eres tú. Acusa a tu adversario de vulnerarla
Existe la presunción de legitimidad de una elección cuando se realiza de acuerdo con principios democráticos. De allí que entre las maniobras que se usan para deslegitimar un proceso electoral está la de calificar de democráticas todas las acciones que, en esencia, se desarrollan en su contra.
Esto hizo, el jueves pasado, Barak Obama, cuando difundió una declaración, dirigida a la cúpula republicana, en la que advertía que Trump debía aceptar la victoria de Biden y que sus denuncias de fraude “debilitan” la democracia estadounidense. Aun cuando fuese cierto que el todavía presidente pretende desconocer la voluntad popular, lo cierto es que él está haciendo uso, en el lapso legal previsto, de los mecanismos legales y democráticos establecidos para impugnar resultados.
En Venezuela, todas las acciones para derrocar al gobierno han sido calificadas de democráticas por parte de la dirigencia opositora. Desde el golpe de Estado de 2002 hasta el más reciente intento de 2019.
Y en nombre de la democracia, la oposición se ha negado a aceptar los resultados, en todos las elecciones que han perdido. Por ejemplo, en el 2005, al término del revocatorio presidencial que ganó el presidente Chávez, el dirigente opositor Henry Ramos Allup aseguró tener pruebas de “un gigantesco fraude”. Jamás presentó tales evidencias y tampoco recurrió al Tribunal Supremo de Justicia para impugnar los resultados.
Aségurate el apoyo internacional
El reconocimiento de la comunidad internacional, que ha sido una tradición diplomática mundial, parece haberse convertido en una presión en estos años.
Una muestra de ello se habría producido en Estados Unidos, cuando distintos mandatarios se adelantaron a felicitar al demócrata, mucho antes de que las cosas pudieran estar claras. Aunque Biden fue “proclamado” mediáticamente, la realidad es que Trump no parece convencido de abandonar sus reclamos, lo que indica que, independientemente de si sus denuncias están sustentadas o no, las autoridades judiciales y electorales estatales aún tienen trabajo por realizar para que un resultado oficial pueda ser declarado.
Las presiones internacionales también son conocidas en Venezuela. Tras la elección presidencial de 2018, más de 50 presidentes desconocieron los resultados electorales que le dieron el triunfo al Presidente Maduro. Todos ellos liderados por el gobierno de Trump, que ahora le ha tocado tomar un sorbo de su propia medicina.
Culpa a una alianza maléfica del robo de tus votos
Los venezolanos conocemos mejor las prácticas que intentan desconocer los resultados por la vía de la declaración de fraude. Y hemos sido testigos de teorías absurdas como las que ahora se despliegan en Estados Unidos.
Tal es el caso de la supuesta conspiración venezolana para excluir o cambiar votos en varios estados a favor de los demócratas, a través del hackeo de los softwares de las máquinas de votación. En esta trama, contada el jueves por Rudy Giuliani y avalada por Trump, se mezclan empresas enfrentadas por la competencia, y hasta “viajes” de los votos hasta España.
Algo similar se dijo del sistema de votación venezolano. Acusaciones como las que afirmaban que los votos viajaban por un cable submarino hasta Cuba, donde eran cambiados a favor del presidente Chávez. O la existencia de salas situacionales del gobierno desde donde se intervenían las máquinas a través de la conexión a internet. Teorías todas derrumbadas por las auditorías hechas a todos los componentes del sistema, con participación activa de los partidos políticos, y a garantías tales como que la máquina de votación solo se conecta al sistema de transmisión una vez cerrado el acto de votación y hecho el escrutinio.
La irracionalidad de estas suposiciones también deja de lado el hecho de que, de realizarse, esta alteración cibernética sería descubierta en muy poco tiempo, pues los testigos electorales de los partidos reciben copias del acta de escrutinio, cuyos resultados pueden ser contrastados con los que fueron totalizados a nivel central. En 16 años, nadie ha sido capaz de demostrar diferencias entre los resultados anunciados y los que reflejan las actas de escrutinio emitidas por las máquinas de votación.
Convierte en víctimas de la exclusión a tus testigos electorales
Denunciar la imposibilidad de vigilar la pulcritud del acto de votación por la exclusión de los testigos electorales es una de las prácticas más difundidas y que busca revivir experiencias reales que prueban la ejecución de este delito para generar la sensación de que algo oscuro, irregular, pasó durante la elección.
En una demanda presentada por el comando de Trump en Michigan, se aseguró que en centros de votación de Detroit, no se permitió el acceso de sus testigos adicionales al conteo de votos por lo que pudieran haber irregularidades. Pero el canal televisivo Telemundo –enfrentado al mandatario- aseguró que dicho comando contaba con suficientes testigos, de acuerdo con declaraciones de funcionarios electorales. Esta empresa también indicó que el escrito judicial se incluyó el testimonio de un testigo que presenció el escrutinio, quien señaló que “sintió que no podía seguir el conteo porque lo distraían los altavoces donde se hacían anuncios públicos cada tanto tiempo”.
Que la demanda incluya un testimonio tan fútil no es sorpresa. En el 2013, el entonces candidato perdedor, Henrique Capriles, presentó una denuncia de irregularidades en la elección presidencial, cuyo contenido aun hoy se encuentra disponible en el sitio oficial del CNE. Entre los registros de supuestas violaciones se encontró lo siguiente: “La testigo Betsy no se presentó”.
Crea listas ficticias de muertos que votan
La acción de difundir listas falseadas de personas fallecidas, cuyos nombres habrían sido usados para votar no es nueva. Como tampoco lo es que usurpar la identidad de un fallecido ha sido delito probado en países y épocas distintas. Por eso, despertar este fantasma puede tener sus beneficios en el cuestionamiento a la credibilidad de un proceso electoral.
Fanáticos pro Trump difundieron recientemente una lista de 10 mil personas fallecidas, cuyos nombres habrían sido utilizados para votar en Michigan. La lista generó revuelo pero rápidamente quedó al descubierto su falsedad, cuando supuestos fallecidos empezaron a aparecer y a testificar su existencia.
En Venezuela, las historias de muertos que votan proliferan durante los procesos electorales. Sólo que el uso de la identificación biométrica y la auditoría del Registro Electoral, en la que participan representantes de todos los partidos, ha desmontado el mito y establecido la verdad del padrón de votantes, aunque aun persistan sectores extremistas que hagan uso de esta práctica para deslegitimar los resultados.
Presenta testimonios del fraude, aunque sean falsos
El valor del testimonio oral y gráfico es indudable. Genera credibilidad a la historia. De allí que su manipulación sea una práctica común.
Recientemente, circuló en redes sociales una historia según la cual, funcionarios electorales botaron cajas llenas de votos a favor de Trump, para que no pudieran ser contados. La afirmación se acompañó de varias fotografías, una de las cuales no fue tomada en Estados Unidos sino en Venezuela. En la imagen se observan varios guardias nacionales movilizando cajas, identificadas con el logotipo del CNE.
Al desmentir la historia, la corporación mediática BBC aseguró que las imágenes no correspondían a votos eliminados, a excepción de la fotografía venezolana, de la que aseguró estaba relacionada con la destrucción de votos, denunciada por Capriles en el 2013. Se equivocó quien difundió la imagen, pero también la agencia inglesa, pues en Venezuela no existen votos físicos que puedan ser “eliminados”.
El periodista venezolano Nelson Bocaranda tampoco recordó el hecho de que, en nuestro país, las máquinas de votación son las urnas electorales, pues en el 2013, y en medio de su propia campaña de imágenes falseadas y supuestos testimonios, usados para apoyar las denuncias de fraude, llegó a afirmar que en un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de Maracaibo había “urnas electorales escondidas y los cubanos de allí no las dejan sacar”. En los días siguientes, varios de estos centros fueron atacados por manifestantes.
Lo que estas prácticas nos muestran es que, en su estrategia por conquistar o mantener el control de gobiernos y países, la derecha internacional está dispuesta a destruir las conquistas democráticas, como el derecho al sufragio, que son fruto de largas luchas de los pueblos del mundo.
(LaIguana.TV / Taynem Hernández)