La negativa de Trump a reconocer su derrota electoral y su desespero para mantenerse en el poder suscita temores de que está urdiendo un golpe de Estado.

“Por primera vez en la historia de Estados Unidos, un presidente en ejercicio (Donald Trump) se niega a admitir su derrota en una situación en la que ha perdido abierta e inequívocamente una elección presidencial. Esta coyuntura ha elevado una cierta preocupación entre los analistas, los expertos y la opinión pública ante la posibilidad de que Trump, en su desespero para permanecer en el poder, esté pensando, de alguna manera, dar un golpe de Estado, o tal vez piensa a volver a pedir a sus partidarios a que recurran a la violencia para conservar su gobierno a toda costa”, así comienza un artículo periodístico publicado en el portal estadounidense Salon.com.

En la columna escrita por Matthew Rozsa, redactor del medio digital, refiriéndose a las exaltaciones de Trump en sus repetidos argumentos que aluden a una victoria electoral incuestionable de su candidatura para presidir la Casa Blanca en los próximos cuatro años, se señala, “aunque tales acontecimientos son significativos y alarmantes (para EEUU), ciertamente no se trata de un escenario nuevo en la esfera mundial”.

“Estados Unidos a menudo interfiere en el proceso democrático de otros países y muchas veces lo socava por instigar golpes de Estado o incitar a la población a un cierto pesimismo sobre el partido gobernante, tal y como exigieron los intereses estadounidenses en Bolivia el año pasado”, apunta Rozsa.

Lo que parece ser sin precedentes es lo que ha sucedido en Estados Unidos, dice el escritor, para luego añadir que “ciertamente, hemos tenido elecciones presidenciales virolentas y controvertidas, entre ellas los comicios del año 2000”, cuando el entonces candidato demócrata Al Gore perdió su pase a la Casa Blanca frente a su rival republicano George W. Bush en una demanda judicial ante la Corte Suprema de EE.UU.

Además, el columnista agrega que los fundadores de EEUU ya previeron tales situaciones, tal y como advirtió en su día el primer presidente de EEUU George Washington a los estadounidenses de que no eligieran un dirigente que se negara a renunciar a su cargo.

Sin embargo, en el contexto histórico, Trump ha sido el primer mandatario en negarse a admitir la derrota ante su rival, lo que lleva a algunos expertos a creer que esta allanando el camino para un golpe de Estado.

Desde el 7 de noviembre, cuando los resultados del recuento de votos señalaban al candidato demócrata Joe Biden como el ganador de las elecciones presidenciales, Trump comenzó a publicar una ráfaga de mensajes en su cuenta de Twitter insinuando en que hay una forma de invalidar los votos contabilizados de los boletos emitidos con anticipación al 3 de noviembre. Además de no reconocer la derrota electoral, su campaña prometió iniciar una lucha encarnizada para voltear el sentido de los sufragios mediante demandas judiciales presentadas por doquier ante los tribunales competentes, y en la última instancia, si no prosperara su causa procesal, acudiría ante el más alto órgano del Poder Judicial de EEUU, es decir, a la Corte Suprema.

Como escribió el periodista Barton Gellman en la revista The Atlantic antes de que se celebrasen los comicios, la probabilidad de que Trump no admitiera la derrota era un vaticinio que ahora se ha hecho realidad. “Si Biden obtiene suficientes votos de compromisarios electorales en las elecciones pero Trump no cede el poder, no tenemos un proceso para poner fin a esta controversia electoral”, advirtió Gellman, y auguró un sinfín de demandas judiciales en los tribunales federales de EEUU a fin de resolver esta inusual situación que en suma supondría un flujo de ingente dinero para las cuentas bancarias de los más reputados bufetes de abogados del país ávidos por hacer su agosto.

Después de haber pasado dos semanas desde las elecciones, y viendo como Trump no cede en su postura de reconocer la victoria electoral de Biden y, menos aún, permitir de que se inicie el proceso del traspaso de poder al nuevo equipo ganador, existen diferentes puntos de vista sobre las posibles acciones a tomar por el presidente en ejercicio para aferrarse al poder, dado su limitado poder político asignado a su cargo en la Constitución de Estados Unidos.

Si bien un golpe de Estado no es inminente, hay a quienes les preocupa que las infundadas acusaciones de fraude electoral por parte de Trump destruya la confianza en el sistema democrático estadounidense, puntea Rozsa. “Algunos expertos políticos argumentan que, en lugar de un golpe, deberíamos estar más preocupados por las incesantes declaraciones infundadas de Trump que socavan la fe en la democracia”, añade.

Tales acciones son a veces el primer paso de un largo proceso hacia un futuro golpe de Estado; una especie de escalera de la muerte para la democracia. Según una encuesta reciente de Politico-Morning Consult, el 70 por ciento de los republicanos no cree que las elecciones de 2020 hayan sido “libres o justas”, y ese porcentaje es alarmante.

Sin embargo, la periodista Elie Mystal, que cubre los asuntos relacionados con el poder judicial, el sistema de justicia penal y la política para la revista The Nation, sostiene que Trump está tratando de voltear el resultado de las elecciones, no obstante, es poco probable que tenga éxito. “La razón principal de que ninguna de las denuncias de Trump prospere en los tribunales reside en que no aportan evidencia clara de una manipulación de votos”, explica la corresponsal estadounidense.

A la vez agrega que, “los alegatos de Trump de que a sus observadores electorales en Pensilvania no se les permitió el acceso a [los centros de recuento de votos] son completamente falsos, y sus abogados se han visto obligados a reconocer durante la vista realizada en el tribunal [federal del estado, donde interpusieron demandas de fraude electoral para parar el recuento de votos por correo] que sí han estado presentes en las salas de conteo de sufragios. Y ahora resulta que argumentan que han estado a cierta distancia del punto de conteo”.

Al término de sus observaciones, Mystal cuestiona la profesionalidad del equipo legal de la campaña del magnate neoyorquino en el estado clave de Pensilvania por prestarse a seguir con semejante disparatado caso. “Para solventar este problema no habría sido mejor acercarse más a las mesas del conteo de votos en lugar de pedir que se invalide decenas de miles de votos”.

De hecho, lo que Mistal está tratando de colegiar con sus apreciaciones es que la campaña de Trump, en su desespero para voltear el sentido de la voluntad popular de EEUU expresada en las urnas, intenta reconducir a todo el país a vivir durante casi dos meses una especie de ambiente compulso y caldeado, que incluya manifestaciones a raudal, disturbios y altercados con el pretexto de la narrativa de “fraude electoral”.

Sin embargo, la corresponsal de The Nation, advierte que si Trump está maquinando poner en marcha un golpe de estado en toda regla y usar para propósito al Ejército, “es entonces cuando los estadounidenses, [sin más remedio a su alcance] iremos hacia una guerra civil para defender la democracia estadounidense”.

De acuerdo con la bloguera estadounidense Amanda Marie Marcotte, quien también es columnista del sitio web Salon.com, el intento de golpe de Estado por parte de Trump parece estar menos organizado, ya que visiblemente no cuenta con el apoyo generalizado de su partido. Ella califica este bochornoso escenario promovido por el líder republicano como un simple “espectáculo de payasos de circo”.

“El golpe de Estado es una cosa, pero ¿qué pasa con una guerra civil?, es importante señalar que algo más de 73 millones de estadounidenses votaron por Trump y más de 79 millones apoyaron la candidatura de Biden. Nuestro país se ha polarizado más que en [las elecciones de] 2016. Sin embargo, los estudios muestran que tales divisiones no son suficientes para provocar una guerra civil”, recalca Matthew Rozsa en su artículo.

A modo de colofón a su escrito, Rozsa refiriéndose a una columna de The Washington Post, explica que mientras los estadounidenses visualizan sus divergencias sociales, las guerras civiles suelen ocurrir cuando “el país es débil”. En otras palabras, termina diciendo que este tipo de conflicto bélico surge cuando una nación sufre simultáneamente de una alta tasa de pobreza y de falta de capacidad policial y militar para controlar una insurgencia armada.

Otros analistas, sin embargo, son menos optimistas de que no se vise una guerra civil en el horizonte de EE.UU. “Los problemas que llevaron a la primera Guerra Civil estadounidense no se han resuelto en su conjunto”, escribe Richard Crittner en otro artículo para Salon.com.

La solución de estos problemas rara vez se logra de manera pacífica. También hay actores adversarios extranjeros y otras fuerzas que interfieren en las elecciones. Todos los elementos de una guerra civil ahora están visibles en Estados Unidos”, sostiene el columnista.

Algunos expertos políticos también creen que Trump está tratando de mantener involucrada a su base electoral por razones políticas. Sin embargo, advierten que sus acusaciones de fraude sin que aporte prueba alguna continúan socavando la democracia estadounidense

Wendy J. Schiller, jefa del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Brown, en Rhode Island, asegura que todo lo que está haciendo y promoviendo Trump en este momento se enmarca dentro de su campaña para favorecer a las posiciones del Partido Republicano y a sus propios intereses, puesto que, a estas alturas ya es consciente de su derrota electoral.

“Lo que hace y dice Mitch McConnell [el líder de la mayoría republicana en el Senado] para mantener a salvo los votos de Trump, es simplemente para conservar el control total del Senado”, escribe Schiller, refiriéndose a la encarnizada carrera por resolver los dos escaños indecisos de la Cámara Alta en el estado clave de Georgia.

La postura de McConnell contradice a las de muchos de los correligionarios del dirigente republicano que ya reconocen de puertas hacia dentro la victoria de Biden pero no se atreven a desafiar abiertamente el discurso de “fraude electoral” de Trump, en parte porque podrían necesitar su ayuda para retener el control del Senado, cuya composición no se decidirá hasta enero, por una repetición extraordinaria de los comicios legislativos en Georgia, debido a que ninguno de los aspirantes de ambos partidos para la Cámara Alta no ha superado el umbral del 50 % de los votos emitidos en este estado.

De hecho, si Jon Ossoff y Raphael Warnock resultan vencedores en la segunda ronda de las elecciones para el Senado que se celebrará el próximo 5 de enero, los demócratas tendrían el control de ambas cámaras del Capitolio estadounidense, pues, aunque el número de escaños en la Cámara Alta quedara 50-50, Kamala Harris, la vicepresidente electa, tendría el voto del desempate, concediéndole así, la ventaja a los demócratas en los asuntos que se debatirían en un futuro cercano con los republicanos en el Senado.

(HispanTV)