“El 6D no es abstención porque no hay una elección, sino un fraude. Lo que hemos planteado es una no participación activa que es un acto de irreverencia”.

Lo anterior no es una burla. Es la galimatías de 153 caracteres, publicada en su usuario de Twitter, con la que Juan Guaidó intentó, el pasado 25 de octubre, explicar su plan para boicotear las elecciones legislativas y justificar una supuesta “consulta” por internet que le permita sostenerse, más allá de enero próximo.

¿Es una irreverencia no votar? ¿Qué se gana con la abstención? Veamos algunos datos. 

Cómo leer la abstención

De acuerdo con el diccionario de términos jurídicos electorales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos la abstención “consiste simplemente en la no participación en el acto de votar de quienes tienen derecho a ello”, y que “normalmente no produce efecto jurídico alguno”.

En Venezuela, las leyes no prevén la obligatoriedad de un porcentaje de participación en elecciones para hacer válidos sus resultados. La única excepción lo constituye el Referendo Revocatorio. El artículo 72 de la Constitución Nacional establece que al Referendo deberá concurrir al menos 25% de los electores inscritos en el Registro Electoral como uno de los requisitos para que el resultado del acto sea válido. Siendo así, en el caso de los cargos de elección popular, los resultados de su elección serán legítimos, independientemente de cuántos electores hayan dejado de participar en la contienda.

Pero interpretar las cifras de abstención no es fácil, pues las causas por las que un elector o grupo de electores no ejerce su derecho al sufragio son múltiples y concurren simultáneamente.

La falta de motivación por comicios de poco interés es una de ellas. En Venezuela, por ejemplo, la historia muestra que las elecciones presidenciales son las de mayor participación electoral, no así las legislativas que no parecen generar tanta expectativa. Paradójicamente, los comicios municipales, en los que se elijen las autoridades más cercanas al ciudadano, constituyen el evento con mayor abstención en el país.

La literatura sobre temas electorales también identifica como causas de la abstención algunas disposiciones legales. Por ejemplo, se asegura que en aquellos países donde el voto no es obligatorio, la abstención suele incrementarse debido a la ausencia de sanciones.

Ese no parece ser nuestro caso. El que el voto sea un derecho, cuyo ejercicio es de libre decisión del ciudadano, no ha tenido incidencia en la participación electoral. En los últimos 20 años, se han realizado en Venezuela 21 procesos electorales, tres referendos entre ellos. De los otros 18 procesos, para cargos de elección popular, 13 tuvieron una participación promedio de 65%, un porcentaje nada despreciable si se le compara con otros países.

La no participación también se explica por motivos personales. Enfermedades, obstáculos de clima o de transporte y hasta indiferencia individual por los procesos electorales son algunas de las razones por las que un elector no ejerce su derecho.

Otra causa, identificada por los especialistas en temas electorales, son las relacionadas con aspectos técnicos de la organización electoral que terminar por forzar al elector a una ausencia involuntaria al acto de votación.

Pero los motivos que más interesan a los actores políticos son los socio culturales, denominados así por la red de conocimientos electorales Proyecto Ace, auspiciado por Naciones Unidas, aunque en realidad se refiera a causas políticas. En ellas se puede incluir la inexistencia de una oferta atractiva,  la apatía por la utilidad del voto, la pérdida de credibilidad en los actores políticos e institucionales y la abstención como estrategia política.

Incluso, las encuestas electorales, cuya utilización como herramienta de propaganda es cada día más común, pueden afianzar la posibilidad de que un elector desmotivado no acuda a votar.

Asegurar que todas estas motivaciones están presentes en el conjunto de los electores que se abstiene es correcto. Dar preeminencia a cualquier de ellos es arriesgado.

En tal caso, los contextos políticos en los que se realizan las elecciones tienen un rol importante y ello puede observarse en cinco de los 18 procesos realizados en los últimos 20 años y cuya característica principal es que tuvieron porcentajes de abstención mayores a 59%.

La no participación de 76% de los electores en los comicios para concejales lista de finales del año 2000 no fue sorpresa. La participación de los venezolanos había sido intensa en decisiones de grandes cambios que había incluido una nueva Constitución y la renovación anticipada de casi todos los cargos de elección popular, en las mega elecciones realizadas cinco meses antes. Así que escoger, por lista, a legisladores municipales no tuvo mayor interés.

Una situación similar sucedió en agosto de 2005 cuando se escogieron alcaldes, concejales y juntas parroquiales con tan solo 29% de participación. Ya entonces la polarización política jugaba un papel importante en la motivación electoral, que fue determinante en diciembre de ese mismo año, cuando la oposición, en ese entonces fortalecida, se retiró intempestivamente poco días antes de las elecciones legislativas. La abstención en ese proceso fue de 75%.

En el 2017 la abstención en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente alcanzó a 59%. Este evento estuvo signado por la violencia callejera de la oposición que obligó al Consejo Nacional Electoral a tomar medidas de contingencia en más de 150 municipios.

La desmotivación por elecciones locales se repitió en el año 2018, cuando la abstención en los comicios para elegir concejales alcanzó 73%, 18 puntos porcentuales más que el ausentismo registrado un año antes cuando se escogieron los alcaldes de los 335 municipios.

El contexto del 6D

Puede decirse que cuando la oposición se retiró de la competencia electoral democrática del año 2005 pretendía causar una especie de “anulación” política de la Asamblea Nacional que se instalaría hasta el 2010. Contaba para ese momento con un importante sector del electorado que siguió activamente su línea de abstención.

¿Pasará lo mismo en las elecciones del seis de diciembre? La realidad es que existen diversas circunstancias que podrían incidir en la participación electoral, de acuerdo a cómo sean percibidas por los electores.

La severa y prolongada crisis económica que vive el país también se convierte en un factor que incide en la participación electoral. Independientemente de a quién se señale como responsable de esta realidad, el hecho cierto es que la pérdida del poder adquisitivo del salario y, en general, el deterioro extremo de las condiciones de vida influyen significativamente en el estado anímico de la población, lo que podría traducirse en la ausencia de un sector del electorado.

La abstención como castigo, como calificó el intelectual Luis Brito García a este tipo de ausentismo electoral, ya ha afectado antes a las fuerzas políticas del chavismo. En las legislativas del 2015, el Polo Patriótico atribuyó a la falta de participación de sus seguidores, el haber obtenido apenas 55 de los 167 escaños, en unas elecciones en las que 74% de los electores habilitados ejerció su derecho.

La pérdida de las capacidades logísticas de los partidos políticos para operaciones de movilización durante el evento electoral también es una circunstancia a tomar en cuenta durante este proceso. Las operaciones de traslado para garantizar que los seguidores cumplan con el acto de votación forman parte de la cultura de los partidos políticos en Venezuela, pero su ejecución se ve dificultada, en esta ocasión, por temas como la escasez de gasolina, entre otras variables.

¿Y el Covid-19? Aunque sería esperable que el estado de incertidumbre y temor generado por la pandemia afectaran los niveles de participación, la alta movilización actual observada en las calles permite pensar que ésta podría no ser una causa que impida la asistencia al acto electoral. De hecho, las elecciones presidenciales de octubre en Bolivia y las de  noviembre en Estados Unidos, así como las locales de hace una semana en Brasil, muestran altos niveles de participación que han sido calificados de históricos.

Estas situaciones no están relacionadas con el llamado a la abstención del grupo extremista, dirigido a crear las condiciones que les permita continuar con los planes para derrocar al gobierno. Pero los voceros de esta estrategia están desprestigiados como consecuencia de sus fracasos y de los repetidos escándalos de corrupción, por lo que sus seguidores no perciben razones ni tienen oferta electoral por la que participar.

¿Es útil la abstención?

Empecemos por distinguir la abstención individual como resultado de las realidades sociales, de la que tiene como origen las dinámicas políticas.

La no participación como estrategia política tiene repercusiones distintas, en dependencia de cuáles sean los objetivos de quienes la promueven.

Hasta 1998, la abstención forzada fue una estrategia para impedir la participación de los sectores más desposeidos en los procesos electorales, con el fin de garantizar el control del gobierno por parte de los grupos dominantes de entonces. Una infraestructura electoral, en la que los centros de votación estaban ubicados lejos de las zonas populares y un Registro Electoral, del que estaban excluidos más de 20% de los venezolanos en edad de votar fueron el resultado de esta política que provocó, que, por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 1993 solo participara el 48% de los venezolanos en edad de votar.

Fue precisamente contra esto que se enfrentó el Poder Electoral a poco de ser creado en el año 2000, cuando se diseñó y ejecutó el plan estratégico de inclusión que desde entonces ha incrementado los centros de votación en 60%, ubicándolos precisamente en el corazón de los barrios y caseríos más apartados, y habilitó para votar a 98% de los venezolanos en edad de votar.

Distinto fue, en cambio, el llamado a la abstención de 1957, hecho por la mayoría de los partidos políticos para oponerse al plebiscito, una consulta que no estaba prevista en la Constitución, y que fue convocada por la dictadura, ésta sí real, de Marcos Pérez Jiménez, con la que pretendió perpetuarse en el poder.

El carácter justo de esta política abstencionista estuvo determinado por los principios que la inspiraban, entre ellos la construcción de una nación soberana y democrática.

En sentido contrario, no es la justeza lo que acompaña al boicot promovido por la oposición extremista con la que se pretende deslegitimar el proceso electoral para continuar con la entrega del país y ponerlo al servicio del imperio estadounidense.

En el contexto actual, abstenerse no representa ninguna ganancia en un país en el que la situación política y económica no tendrá salidas sin la participación real de todos los sectores nacionales.

No sirve para desconocer los resultados de una elección. De acuerdo con la doctrina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos “el sistema político democrático no pierde legitimidad con el descenso del nivel de participación, pues la abstención es admitida o tolerada como forma de expresión política en la democracia, aun cuando su ideal es el participativo pleno de la totalidad de los ciudadanos”.

Así sucedió tras las elecciones legislativas del 2005, cuando la decisión de la oposición, de retirarse de la contienda, no tuvo ninguna consecuencia en el funcionamiento de la Asamblea Nacional, que fue instalada en enero siguiente y legisló durante cinco años. Tuvo sí un impacto en los partidos políticos opositores que quedaron fuera del foro político durante ese tiempo.

La utilidad de la abstención como castigo es relativa. Debido a la multiplicidad de causas que pueden generarla, el mensaje que puede derivarse de un alto ausentismo no tiene una lectura clara, por lo que podría no generar ninguna modificación positiva en el estado de las cosas sino que, por el contrario, podría profundizar su gravedad.

La conformación de la Asamblea Nacional que resultó de las elecciones de 2015, en una realidad política en la que el objetivo de la derecha internacional es el derrocamiento del gobierno nacional, aceleró una vía que, por momentos, ha puesto al país al borde de una confrontación armada.

Abstenerse es autoexcluirse de la oportunidad de participar en la reconstitución del foro político nacional, con una Asamblea más diversa y plural, a través de la cual podría reconducirse la vida política del país dentro de cauces democráticos y pacíficos. Votar, vale la pena.

(LaIguana.TV / Taynem Hernández)