Siempre que se habla de la cuna de la democracia como sistema político, se menciona a la Grecia antigua. Pero los grandes filósofos de ese tiempo no creían en ella. Sócrates y Platón la veían mal, mientras Aristóteles solo lo admitió bajo el enfoque ideal de la politeia.

Mostrando esta contradicción comenzó Miguel Ángel Pérez Pirela su Viernes de Filosofía dedicado al tema de la democracia en la historia del pensamiento político.

Explicó que democracia siempre ha sido un concepto controversial y para demostrarlo, se remitió a las dudas que deja incluso un acercamiento etimológico, es decir, cuando se le simplifica a sus raíces griegas demos y kratos, que significan poder y pueblo.

«Si revisamos con cuidado, demos quiere decir todo y su contrario. Una cosa es  el peuple de la Revolución Francesa, otra es el volk de Hitler y otra la idea se pueblo que tenían Simón Bolívar o Francisco de Miranda -observó-. En El príncipe, Maquiavelo, en 1512, diferencia tres aristas del mismo concepto: pueblo como clase social, como opuesto a los poderosos; pueblo como identidad, unión en torno a los mismos valores, cultura; y pueblo como antítesis de la ciudad, como grupo más pequeño que la metrópolis».

Indicó que luego la noción de pueblo en la palabra democracia fue derivando hacia la idea de mayoría. Pero eso no resolvió el problema teórico, pues  surgió el temor a que la mayoría impusiera sus puntos de vista,  transformándose en una variante de la tiranía, como tempranamente lo advirtió el francés Alexis de Tocqueville al analizar el proceso político estadounidense del siglo XIX.

El otro componente etimológico del vocablo democracia, kratos, tampoco muestra un camino único. Pérez Pirela opta por entenderlo como poder, que es un verbo. «Se nos olvida que en tanto verbo, como lo señala el gran filósofo descolonial Enrique Dussel, es una posibilidad de acción, es acto y potencia, como precisó Aristóteles en la Metáfisica. Esa posibilidad de pasar de la potencia al acto, ese camino, ese mecanismo, ese accionar, ese pasar de pasivo a activo. Entonces, podemos entender democracia como un conjunto de personas que pasan de ser pasivos a actores activos que pueden tomar decisiones soberanas y autónomas.  Cabe preguntarse si un pueblo se hace democrático cuando pasa de ser pasivo a activo».

Hizo un paréntesis para diferenciar pueblo de masa, señalando que pueblo es una masa organizada bajo la idea de un mismo bien común. El elemento teleológico, la finalidad hacia la que se dirige, que es el bien común, hace que la masa sea pueblo.

Luego de esa revisión inicial del concepto, advirtió que, tal vez, la democracia no sea más que aquello que los latinos llamaron un flatus vocis, puro viento, sin contenido.

Sócrates, Platón y Aristóteles
Luego de la introducción etimológica, entró a la tesis central de su disertación: los principales filósofos griegos no eran favorables a la democracia como sistema de gobierno.

«Si les preguntásemos hoy, Sócrates y Platón dirían que la democracia es uno de los sistemas más imperfectos, e incluso, afirmarían que pocos sistemas son tan imperfectos como la democracia», aseguró.

Indicó que no deja de ser sorprendente esta postura de los grandes pensadores griegos de esa etapa, lo que evidencia que existe una relación dialéctica entre filosofía y la democracia, toda vez que ambas vienen del mundo griego. «Los modelos democráticos se usaron antes de Atenas, pero fue esta ciudad la que colocó los elementos definitorios, conceptuales, metodológicos y prácticos de eso que hoy entendemos como democracia».

«Hay que aclarar que el concepto actual es distinto al que tenían los griegos mismos. Atenas era una ciudad-Estado en la que solo tenían derechos políticos los varones no esclavos y mayores de edad. No votaban las mujeres ni los esclavos. Este es el concepto de democracia griega que luego se convierte en república romana, que se vuelve imperio y somete a Grecia. Por eso se habla de ‘Roma vencedora vencida’, porque derrota militarmente a Grecia, pero Grecia la vence culturalmente al hacerle adoptar su modelo».

En sus Diálogos, Platón muestra a Sócrates muy pesimista sobre la democracia. En el libro VI aparece dialogando con Adimanto, a quien intenta convencer de los aspectos negativos de la democracia. «Platón le hace decir a Sócrates que la democracia es una sociedad dentro de un barco que enfrenta una tempestad y pregunta, ¿a quién escogerías para salir de la situación? Si votan, deberían hacerlo por un comandante que sepa navegar, que tenga conocimiento de causa, educado para saber qué decisiones tomar. Adimanto decide que escogería al más calificado para navegar y Sócrates pregunta por qué pensamos, entonces, que cualquier persona es apta para manejar la polis. Pone el dedo en la llaga porque no solo apunta a quién debe ser escogido, sino también en quiénes van a escoger a esa persona, que también deben tener un cierto grado de educación».

Subrayó que para Sócrates, votar es una habilidad que debe ser enseñada. Dejar votar a la gente sin educación es como darle un barco sin saber navegar. Para él, solo aquellos con capacidad racional tienen derecho a ejercer el voto. «Estamos hablando de un concepto que se manejaba 500 años antes de Cristo y en el 399 antes de Cristo, Sócrates fue llevado a juicio. Se le acusó de pervertir a la juventud griega y una asamblea de 300 ciudadanos, por un margen pequeño, decidió que debía morir y lo obligaron a beber la cicuta».

Platón puso en el papel lo que, según su visión, pensaba Sócrates (quien no dejó ninguna obra escrita).  En cuanto a su opinión particular, para Platón el peligro de la democracia era que se desviase hacia la demagogia.

«Platón busca descubrir el estado ideal y propone que dirigir el Estado debe ser una ciencia. La educación es fundamental sobre el origen y el fin del Estado. Para Platón ese origen es económico, que entonces se entendía como ‘las reglas de la casa’, pero el fin del Estado es la felicidad: la eudaimonia. Divide al pueblo en tres estamentos: la clase baja, integrada por los esclavos, que no pueden votar, los artesanos y los labradores; la clase militar, los guerreros que tienen como responsabilidad cuidar el Estado; y en la punta de la pirámide están los guardianes. Para Platón debían gobernar los filósofos. Decía que las mujeres de estos gobernantes también debían ser educadas y que los artistas y músicos no debían tener nunca responsabilidades de Estado. El único poder del rey-filósofo radica en su educación. Es el más feliz de los hombres porque en él reina la razón. Por eso, cree en un Estado aristocrático, que viene de la areté, la virtud. El déspota, el tirano es esclavo de sus pasiones y por eso es el peor de los gobernantes», puntualizó.

Acotó que ese enfoque ha prevalecido en muchas sociedades. En Francia, por ejemplo, la mayoría de los gobernantes han salido de la École Normale Supérieure o de la École Nationale d’Administration, dos centros educativos  de élite.

Aristóteles, por su lado, en su libro Política, plantea una clasificación de los sistemas de gobierno divididos en buenos y malos; y en de uno, de unos cuantos y de todos. Aristóteles plantea esta taxonomía basado en la idea de que el ser humano es político por naturaleza, un zoon politikon.

«El gobierno bueno de uno es, a su juicio, la monarquía porque el rey gobierna en favor de sus súbditos. El  gobierno malo de uno es la tiranía porque el tirano ejerce el poder en favor de sí mismo. El  gobierno bueno de unos cuantos es la aristocracia y el gobierno malo de unos cuantos es la oligarquía. El gobierno bueno de todos es lo que él llamó la politeia, una democracia buena. El  gobierno malo de todos es la demagogia».

Para explicar lo que se entiende por demagogia, pidió imaginar una elección entre un médico y un vendedor de dulces. «El medico aparece públicamente con una gran inyectadora, mientras el vendedor lo hace con tortas y chocolates.  Es muy posible que la gente vote por el segundo. Personas que no tienen el conocimiento, la episteme, pero sí una apariencia, terminan vendiendo un producto falso».

Acotó Pérez Pirela que Aristóteles era extranjero en Atenas y por eso no podía ejercer responsabilidades políticas. Debido a sus planteamientos, termina exiliado por la democracia ateniense.

El problema de la mayoría
Pérez Pirela explicó que el sistema democrático ateniense fue instaurado por Clístenes,  duró unos 200 años y tenía tres instituciones: el Consejo de los Quinientos, que representaba el gobierno de Atenas y cambiaba cada año; la Asamblea (ágora) en la que podían votar los ciudadanos varones adultos no esclavos; y las Cortes Populares.

«Algo parecido fue aplicado por los romanos, llamándolo República (res publica, la cosa colectiva), con la diferencia de que crearon el Senado, que siempre estaba por encima de la Asamblea -señaló-. En ambos casos, la regla de oro era la mayoría. El problema era y sigue siendo cómo se mide la voluntad del pueblo. Todos los dictadores y todos los demócratas dicen siempre que tienen el apoyo de la mayoría».

Debido a lo pequeña que era la comunidad de ciudadanos atenienses con derecho al voto, era posible la democracia directa: levantando la mano. Pero mientras más grande se hicieron las ciudades, se hizo imposible que los ciudadanos votasen por todos los temas cada vez que se iba a tomar una decisión. Entonces surgieron las formas representativas. Los ciudadanos no votan en cada asunto de interés público, sino que eligen a alguien para que lo haga en su nombre. Esta forma ha permitido que tiranos y oligarcas secuestren la voluntad del pueblo y aseguren que hablan en su nombre.

Anotó el moderador que a partir de la Constitución de 1999, en Venezuela se ha establecido la idea novedosa de la democracia protagónica, uno de cuyos instrumentos es el referendo revocatorio.

Mayoría, conflicto y consenso
Entre las muchas discusiones que surgen alrededor del tema de la democracia está el relativo a las facultades de la mayoría. «¿Todo puede ser decidido por el pueblo en mayoría? -preguntó-. Pues se sabe que no, pues hay principios que no pueden ser sometidos a votación. Por ejemplo, el derecho a la vida, a la salud, a la libertad».

Hizo nuevamente referencia a Tocqueville, quien advirtió que la igualdad en democracia puede aplastar a la libertad. “Hay una revolución en curso que es inevitable. En tiempos democráticos, los individuos escogen ser iguales por encima de ser libres, se vuelve una tiranía con el agravante de que todos quieren ser iguales en lo peor, no en lo mejor.»

También citó por segunda vez a Enrique Dussel, quien ha planteado la tesis de mandar obedeciendo. «La única forma de ejercer el poder es atendiendo a la mayoría. La democracia sería una especie de debate entre puntos de vista diferentes. El conflicto es la esencia de la democracia. Se trata de convertir los conflictos en consenso y de incluir a los excluidos»

Se permitió una digresión para comentar el caso del Partido Comunista de Venezuela, que en las elecciones parlamentarias no concurrió en alianza con el Partido Socialista Unido de Venezuela, lo que algunos han presentado como un drama. «Yo creo, por el contrario, que eso habla del vigor democrático que existe en Venezuela. Es un falso problema, una trampa en la que han caído muchos», aseveró.

Añadió que en este punto la noción de democracia tiene que ver con la de otredad, planteada por Paul Ricoeur. «Si anulo, silencio, descarto, amordazo al otro estoy negando la otredad, y con ello la posibilidad de una polis, de un sistema democrático. Debemos estar muy alertas con quienes se venden como demócratas y no quieren que nadie los contradiga».

En el cierre de esta primera aproximación al concepto, recomendó tener cuidado con convertir la democracia en un dogma indiscutible, como ha ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial. «En nombre de la democracia bombardean Irak, Afganistán, Siria y Libia. Y quien reclama es calificado como aliado de las dictaduras. Se ha convertido en una muletilla para que los poderosos cometan los actos más atroces, vulgares y tiránicos. Por eso creo que, como ya lo planteaba Sócrates en los Diálogos de Platón, no solo necesitamos más políticos educados, sino más ciudadanos educados, capaces de elegir».

En los minutos finales de interacción con la audiencia, dio cuenta de un interesante debate entre los participantes acerca de cómo las tecnologías de comunicación digital  instantánea pueden hacer posible la democracia directa. «Dicen por acá que los chinos desarrollan la generación 6-G lo que podría llevar a un mundo en que todos decidamos todo en tiempo real. Es un tema muy importante. Ya en mis tiempos de la Sorbona se discutía en Francia como ir a una democracia directa no presencial, a través de la tecnología».

Respaldó algunos comentarios del público a favor de participar en las elecciones parlamentarias venezolanas. «La democracia es un acto de amor por el otro. Lo contrario del voto es la bala. En Venezuela el voto es un acto de rebeldía, una cachetada contra lógicas prepotentes, etnocéntricas e imperialistas», sentenció.

Comentó que Aleydys, «la Chiche» Manaure, cultora musical con amplia trayectoria como constituyente y diputada, le hizo la observación de que en la Ley Orgánica de Educación vigente se incluyó la Filosofía como uno de los saberes humanos fundamentales. «Es algo que no sabía y me ha alegrado mucho», dijo.

Libros empleados en la exposición

Jean Jacques Chevallier, Las grandes obras del pensamiento político

Will Kymlicka, Filosofía política contemporánea, una introducción

Yves Zarka, Aspectos del pensamiento medieval dentro de la filosofía política moderna

(LaIguana.TV)