El análisis de unas elecciones siempre tiene un alto componente de matemática: participación, número de votos, cargos ganados, etcétera. Pero las elecciones parlamentarias venezolanas pueden considerarse un gran triunfo por el solo hecho de haberse realizado. 

Los comicios legislativos superaron al menos cinco grandes obstáculos, cada uno de los cuales pudo haber sido suficiente razón para impedir que se llevaran a cabo. 

En primer lugar, el proceso se produce en el escenario de la pandemia que ha azotado al planeta entero durante 2020. Todos los países que han realizado elecciones en este contexto han experimentado severas dificultades.  

Pero si la Covid-19, por sí sola, pudo haber dado al traste con las elecciones, es necesario agregar que en Venezuela las dificultades se agudizaron por el bloqueo económico, las medidas coercitivas unilaterales y la apropiación de empresas y activos estatales por parte de los gobiernos de Estados Unidos, Europa y países latinoamericanos y del Caribe. Las dificultades económicas que estas agresiones han traído consigo, fueron otro reto para las autoridades electorales y el gobierno en lo que respecta a la organización del proceso. 

Pese a todas esas desventajas, los protocolos de bioseguridad del Consejo Nacional Electoral estuvieron a la altura. Y la cultura de prevención que se ha venido en la población a lo largo del año forjando (pese a algunos retrocesos en la etapa final de la campaña electoral) facilitó el trabajo de las autoridades. 

Un tercer obstáculo superado, que bien pudo haber obligado a postergar la cita electoral, fue la destrucción de los equipos de votación ocurrida en el incendio de los galpones de Fila de Mariches, en marzo de este año, presuntamente como consecuencia de un acto terrorista. Contrario a lo que entonces pronosticaron muchos expertos, el Poder Electoral fue capaz de adquirir y poner en funcionamiento las nuevas máquinas, que por lo demás resultaron ser muy amigables para la población. Esta operación de compra tiene ciertos visos de milagro, pues se produjo en medio del ya mencionado bloqueo, que impide la mayoría de las transacciones realizadas por entes públicos o privados venezolanos en el exterior. 

Las elecciones se han llevado a cabo a pesar de las graves dificultades que aún persisten para el suministro de gasolina, las fallas eléctricas y los problemas de conectividad digital, factores que habrían podido causar severas complicaciones a una actividad que requiere de tanto despliegue logístico. 

Asimismo, las elecciones se sobreponen a una de las campañas políticas, diplomáticas y mediáticas más descomunales que se haya realizado alguna vez en contra de un proceso comicial en el mundo. Una maniobra multimillonaria en dólares (pagada, para colmo de infamia, con el dinero que se le ha sustraído al Estado venezolano) se viene desarrollando desde hace meses para boicotear las elecciones y descalificarlas a escala global. 

A pesar de todos esos pesares, el Estado, el gobierno, el pueblo (civil y militar) de Venezuela hizo las elecciones y tomó sus decisiones sobre la composición de la nueva Asamblea Nacional, que entrará en funciones el 5 de enero de la misma manera: contra viento y marea. 

(LaIguana.TV)