El filósofo, comunicador y analista político Miguel Ángel Pérez Pirela dedicó el último Desde Donde Sea de análisis político de 2020, a reflexionar sobre los efectos de la reescritura de la historia sobre los pueblos de América Latina.

Pérez Pirela explicó que esta práctica no es novedosa, puesto que la historia siempre la cuentan los vencedores, si bien desde el siglo pasado cobra nuevos aires, ayudada primero por la industria cinematográfica de Estados Unidos y Europa y después, por las plataformas de difusión de contenidos en Internet.

En su criterio, la comprensión de cómo se escribe y cuenta la historia, es vital para los pueblos del Sur, colonizados y explotados, cuya identidad es permanentemente modelada por aquellos que cuentan la gran Historia, esa que es enseñada en las escuelas bajo la mirada de los dominadores.

Siguiendo al escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, indicó que una primera forma de contar la historia de los pueblos, era narrar la historia de los individuos anónimos que son, justamente, los que la tejen.

De eso se trata, acotó, el esfuerzo que se hace en Desde Donde Sea y en el portal de LaIguana.TV: hacer propia la máxima de Galeano: «no importa de dónde venga la historia, la escribo si me pica la mano» y desmontar la historia oficial, la de las marquesinas y grandes titulares, con la que se pretende presentar una realidad sin memoria, funcional a los intereses de los países del Norte del mundo.

En América Latina se añade, además, un proceso sistemático de invsibilización, puesto que si bien Hollywood –y ahora, plataformas de ‘streaming’ como Netflix– ha reescrito procesos como la Segunda Guerra Mundial, hay un velo de silencio en lo que al genocidio cometido por España en el continente.

Del lado de la industria del libro, las cosas no son mejores, detalló, puesto que las librerías están abarrotadas con títulos publicados por los grandes monopolios editoriales en los que se cuentan apenas porciones de la historia nuestroamericana, siempre desde la mirada hegemónica.

A su parecer, la consecuencia de esto es que existen pugnas hermenéuticas en el seno de la sociedad capitalista, pero el dominio de esos discursos recae en aquellos que le arrebatan la soberanía, los recursos naturales y el talento humano a las naciones de América Latina y además les presentan su propia historia como un relato presuntamente objetivo y carente de ideología, cuando en realidad se trata de lo opuesto.

Así las cosas, el analista venezolano concluyó que es una responsabilidad de los latinoamericanos rescatar nuestra historia y resguardar nuestra memoria, porque de otra manera, nuestra historia será contada solamente desde lo que a los poderes fácticos les interese.

Las derechas reescriben la historia en América Latina: algunos ejemplos

Miguel Ángel Pérez Pirela señaló que en la región existe una suerte de movimiento conservador regional, que pretende arrebatarnos nuestra historia y nuestras raíces, con el propósito de fortalecer la despolitización de los pueblos.

Para ello, se enfocan en posicionar un imaginario colectivo basado en sus intereses, en los que se convence a los pueblos del Sur del mundo que los problemas y triunfos del Norte, también les son propios y que la historia cambia, según convenga a estas potencias.

Para ilustrar este modus operandi de reescritura de la historia, se valió de algunos ejemplos recientes, en los que gobernantes o funcionarios de determinados Estados, han presentado nuevas versiones de hechos aparentemente muy conocidos, para favorecer los intereses de Estados Unidos.

-Macri: en Argentina no hubo una dictadura sino «dos demonios»

Tras su llegada a la presidencia de Argentina en 2015, Mauricio Macri se encargó de negar los efectos de la última dictadura en ese país (1976-1983), conocida con el nombre de «Proceso de Reorganización Nacional» y en su lugar, se adscribió a una tesis largamente defendida por la derecha del país austral, la de «los dos demonios», según la cual la violencia de los grupos antigubernamentales ocasionó la respuesta violenta del Estado.

Bajo este punto de vista, se equiparan dos presuntas violencias, con lo que los represores se libran de la responsabilidad política y penal. Además, al negar que el Estado efectivamente puso en marcha un plan sistemático de torturas y que planificó el exterminio de una parte de la población, se niegan el genocidio, la persecución, las desapariciones y la muerte que la dictadura sembró.

Para articular el nuevo relato oficial sobre la dictadura, Macri rompió prácticamente todos los vínculos con las distintas organizaciones de derechos humanos en Argentina, desestimó la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo y puso en entredicho la cifra oficial de desaparecidos, que se estima en 30.000.

-A Colombia la liberaron los «padres fundadores» de los Estados Unidos y no Simón Bolívar

En 2019, a contrapelo de toda registro histórico, Iván Duque, presidente de Colombia, aseguró en un encuentro con el secretario de Estado, Mike Pompeo, que los «padres fundadores» de los Estados Unidos habían ayudado a la independencia de su país, 200 años atrás.

Con esa declaración, Duque no solamente niega que la gesta independentista de su país estuvo encabezada por el Libertador Simón Bolívar, sino que, como consta en la documentación de la época, tanto bolivariana como de los Estados Unidos, esta nación no colaboró en nada para poner fin al yugo español en el continente, sino que ya en 1812 anunciaba que no tomaría partido en la disputa entre España y sus colonias.

De su lado, Bolívar lamentó en la Carta de Jamaica (1815) que el país del Norte asumiera una posición «neutra» en el conflicto, si bien en la práctica, corsarios estadounidense la violaban permanentemente, al traficar armas que luego entregaban al ejército realista.

En referencia a estas prácticas, el 25 de mayo de 1820, ya independizado el actual territorio colombiano, el Libertador escribió: «jamás conducta más infame ha sido la de los norteamericanos con nosotros y el 21 de octubre de 1825 advirtió a Santander que no quería que hubiera presencia estadounidense en el Congreso de Panamá, pues ya era consciente de la amenaza que ese país representaba para las recién nacidas repúblicas.

Tras sus declaraciones, el actual gobernante colombiano fue ampliamente criticado por, cuando menos, exhibir una ignorancia supina sobre el tema y en el peor caso, por pretender construir una narrativa falaz de la independencia, a objeto de congraciarse con Washington.

-Panamá: no lo llame invasión, llámelo «cooperación para proteger los derechos humanos»

En mayo de 2019, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, calificó la invasión de Estados Unidos a Panamá como una acción de cooperación para proteger los derechos humanos de los panameños.

Lo que en realidad sucedió, como incluso puede comprobarse a través de documentos desclasificados del Servicio de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, es que el 20 de diciembre de 1984, el entonces presidente de ese país, George H. Bush, puso en marcha la llamada «Operación Causa Justa», enviando 26.000 soldados al país suramericano.

No se trató, ni por mucho, de una acción improvisada, porque como consta en un memorándum secreto de 1986, el objetivo era desestabilizar el país, capturar al gobernante de turno, Manuel Antonio Noriega, y tener una «base legítima» para deshacer los tratados Torrijos-Carter, con los cuales se le garantizaba a Panamá el control del canal interoceánico.

Durante la operación militar, el ejército estadounidense bombardeó el barrio El Chorrillo, un enclave popular de la capital, ocasionando al menos 4.000 víctimas fatales, según datos recabados por familiares de las víctimas, pues no existen estadísticas oficiales.

Estados Unidos presentó su intervención armada como una acción necesaria para capturar a Noriega, un antiguo aliado, a quien posteriormente Washington acusó de narcotraficante.

En todo caso, la invasión a Panamá no trajo nada bueno para ese país, por mucho que Almagro haya intentado presentarla como un acto de «cooperación» entre Estados para defender los derechos humanos de un pueblo oprimido por un dictador.

-Brasil: no hubo golpe de Estado ni dictadura, se frenó al comunismo

El actual mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, también se sumó a la ola de reescritura de la historia en la región y el pasado año aseguró que el derrocamiento del presidente João Goulart, ocurrido en 1964, no fue un golpe de Estado.

Vocero de la derecha más conspicua, desde su arribo al Palacio de Panalto, instituyó la celebración del golpe contra Goulart como una fiesta nacional y autorizó a las Fuerzas Armadas a realizar actos públicos conmemorativos.

Por si ello no bastara, durante el juicio político que se le siguió a la expresidenta Dilma Rousseff, Bolsonaro homenajeó a Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los pilares del aparato represivo de la dictadura y que fuera identificado por Rousseff como uno de sus torturadores.

Decidido a cambiar el relato oficial del régimen represivo, que dejó unos 250 desaparecidos y miles de casos de tortura documentados, suspendió un grupo de antropólogos forenses que desde 2014 analizaba 1047 cajas con restos óseos enterrados como desconocidos en fosas comunes de São Paulo.

El gobernante ha reivindicado públicamente a dictadores como Alfredo Stroessner (Paraguay) o Augusto Pinochet (Chile), aduciendo que estas dictaduras militaristas sirvieron para frenar un presunto avance del comunismo en la región.

-Venezuela: el Comando Sur «a disposición» de Juan Guaidó, en nombre de la democracia

El 9 de mayo de 2019, el entonces jefe del Comando Sur, Craig Faller, anunció que estaba «a disposición» del diputado Juan Guaidó –a quien se refirió como «presidente interino»– para una restauración del orden constitucional en Venezuela y el todavía parlamentario le respondió que esperaba que ese organismo cooperara en la salida a la crisis que atraviesa su país.

Sin embargo, la historia pone en entredicho el supuesto altruismo del Comando Sur, puesto que entre 1898 y 1994, Estados Unidos intervino en 41 ocasiones para forzar un cambio de gobierno en América Latina y la mayoría de las veces contó con el respaldo militar del Comando Sur.

Este estamento tiene su sede oficial en la ciudad de Miami, aunque históricamente operó desde Panamá, país desde donde se ejecutaron acciones para asentar en el poder a dictaduras y gobiernos títere en todo el continente y es, además, el artífice del Plan Colombia.

Una década atrás, el entonces presidente de Bolivia, Evo Morales, lo responsabilizó del derrocamiento del presidente hondureño Manuel Zelaya.

Pese a estos antecedentes –o quizá por eso mismo–, Guaidó se aprestó a solicitar la colaboración del Comando Sur y desde entonces, otras agencias estadounidenses como la DEA «cooperan» con él para derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro.

Una muestra de esta cooperación es, sin duda, la llamada Operación Gedeón, en la que un grupo de mercenarios estadounidenses que firmó un contrato con el «presidente interino» para asesinar a Maduro y a otros altos personeros del gobierno e instalar un gobierno teleguiado desde la Casa Blanca, ejecutó en mayo una incursión marítima fallida, todo ello en nombre de la libertad, la paz y los derechos humanos del pueblo venezolano.

Con base en esto mismo y tras siete años de asedio y bloqueo estadounidense en contra de Venezuela, un senador republicano admitió que a los Estados Unidos le interesaba hacer en Venezuela lo que el entonces presidente Ronald Regan hizo en Grenada en 1983: invadirla.

Los ejemplos antes compartidos, estimó Pérez Pirela, dan cuenta de cómo Estados Unidos tiene 100 años humillando a América Latina y contando la historia de su dominación desde una perspectiva sesgada y conveniente a sus fines, en las que en lugar de victimarios son los héroes y en la que pueblos latinoamericanos son los únicos responsables de las desgracias que les los Estados Unidos les ha causado.

«América Latina solo ha de ser libre cuando comience a caminar con sus propias piernas, cuando comience a pensar con su propia cabeza, cuando comience a escribir su historia con su propia memoria y cuando comience a cambiar su devenir con sus propias manos», concluyó.

Libro del día

Lectura crítica de la Literatura Americana: la formación de las culturas nacionales, publicado por la Biblioteca Ayacucho en dos volúmenes.

(LaIguana.TV)