“Tenemos que centrarnos en el debate con el gobierno, salirnos del pantano del debate interno de la oposición”, afirma Enrique Ochoa Antich, encargado del voluntariado de la campaña electoral del candidato opositor Henri Falcón.

 

Antiguo dirigente del Movimiento al Socialismo, Ochoa forma parte ahora del liderazgo del recién nacido movimiento Somos.

 

Ochoa Antich (Caracas, 1954) habló con LaIguana.TV sobre diversos aspectos de la contienda que está en desarrollo. Entre otras cosas, planteó que la propuesta de dolarizar la economía, oferta básica de Falcón, sea sometida a un referendo nacional para que sea el pueblo quien decida al respecto.

 

A continuación, una versión del diálogo que sostuvo con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

-¿Cómo ha sido el proceso de integración del comando de campaña del candidato Henri Falcón?

 

-Si tuviese que hacer alguna crítica sobre la integración del comando de Henri es que nos demoramos mucho por el proceso de esperar a ver si la oposición terminaba de presentar una fórmula unitaria. Recién lo hemos constituido y es un comando muy plural, integrado por gente de izquierda, gente que viene de Acción Democrática, de Copei e independientes. Es un comando con mucho talento político. Personalmente estoy encargado del voluntariado, pero también estoy en la Comisión de Estrategia Política. Están personas como Rafael Simón Jiménez,  Carlos Raúl Hernández y Ricardo Ríos, todos muy talentosos. Confío en que tengamos decisiones acertadas porque la campaña es muy corta. Pensamos que la Comisión de Estrategia no tendrá más de una o dos reuniones: decidiremos cuál es la estrategia y apostaremos por ella… si nos equivocamos, nos equivocamos, porque rectificar en dos meses es prácticamente imposible. Luego seremos una comisión de respuesta rápida para analizar la coyuntura e ir tomando decisiones. Pero sí confío en que lograremos llevar el discurso general a ese gran país que está en el centro, en medio de los dos extremos, al país que quiere reconciliación, que quiere ver al futuro con optimismo, dejar atrás el pleito del chavismo versus el antichavismo. Creemos que es necesario terminar esta especie de guerra en la que hemos estado, que ha convertido al país en un campo de batalla y que, por tanto, lo tiene devastado. En el comando existe ese espíritu de corresponder con ese gran país que está en el centro y por ahí se va a ir la campaña.

 

-¿Qué tipo de estrategia se puede desarrollar, tomando en cuenta que ustedes están enfrentando, por un lado, al candidato Nicolás Maduro, que aspira a la reelección, y por el otro al sector de la oposición que postula la abstención y señala la candidatura como un error?

 

-Lo que hemos conversado hasta ahora es que tenemos que salirnos del pantano del debate intraoposición. Para nosotros, ese debate se resuelve en el otro debate, en el que debemos enfocarnos, que es el debate con el gobierno, con Maduro y con un proyecto político autoritario que tiene prácticas dictatoriales y una vocación totalitaria, un modelo que en el campo económico y social es centralista, estatista y controlador. Los resultados de ese modelo han sido la pobreza, el hambre, el caos de los servicios públicos. Confrontados con el gobierno se resolverá el otro debate. La oposición se va a ir dando cuenta de que su candidato es Henri Falcón. El abstencionismo es un fenómeno de clase media, sobre todo de alta clase media. Un problema que ha tenido la oposición es que ha estado aristocráticamente muy sesgada por la alta clase media. Los grandes sectores populares son participacionistas, quieren votar, no van a perder la oportunidad de salir de este agobio y saben que la salida inmediata es la electoral. A esos sectores populares, Falcón les llega muchísimo más que cualquiera de los otros candidatos que estaban señalados en la oposición, incluso los inhabilitados.

 

Como Aylwin o López Contreras

 

Ochoa Antich, quien fue diputado del MAS en los años 80, refuta la tesis de algunos opositores, según la cual “Falcón no es confiable porque fue chavista”. Al respecto, apela a la historia latinoamericana y venezolana para argumentar que esa es su principal virtud. “Para que sea exitosa una transición entre el gobierno madurista y la nueva democracia que debemos construir, debe ser una transición pacífica, ¿y quién puede hacerlo mejor que alguien que tiene vínculos, que comprende, que estuvo allí, que conoce al chavismo desde adentro? Así como (Patricio) Aylwin fue un fenómeno de transición en Chile porque era de derecha y estaba vinculado a Pinochet, tengo la impresión de que ese papel lo puede jugar Falcón aquí porque es un hombre de izquierda vinculado históricamente al chavismo”.

 

El entrevistado pone otro ejemplo, esta vez de la historia contemporánea de Venezuela. “Cuando se designó a López Contreras, quien venía de ser ministro de Guerra y Marina de Gómez, mucha gente lo veía con muchísima desconfianza, pero resultó que, justamente, por ser gomecista, por haber sido forjado en el gomecismo, por tener las relaciones y la autoridad que tenía dentro del gomecismo, por su capacidad de interlocución con los factores de poder del gomecismo, logro desmontarlo”.

 

-¿Existe entonces la posibilidad de derrotar el discurso abstencionista a pesar de que lo encabezan quienes ha sido hasta ahora las grandes figuras opositoras? ¿Puede ocurrir que la gente desobedezca a sus líderes?

 

-Suelo colocar mucho el ejemplo de 1952. En aquellas elecciones convocadas por una dictadura militar, AD llamó a la abstención. Era un partido que venía de sacar 70% de los votos en los procesos anteriores, al que le acababan de matar a (su secretario general) Leonardo Ruiz Pineda. Era de suponer que la gente iba a seguir la línea política de AD, considerando esa hegemonía popular por parte de un partido que les había dado el voto a las mujeres, que había hecho el gran gobierno popular de mediados del siglo XX. Sin embargo, no ocurrió así. La gente dijo “No, yo voy a votar por Jóvito” y los adecos, por abajo, fueron a votar por Jóvito (Villalba). Eso puede pasar ahora. La señora que me plancha las camisas me dijo en estos días que ella es adeca, pero que irá a votar por Falcón porque, aunque no le tiene mucha confianza, “ese es el que hay”. Entonces, tengo confianza en que ese fenómeno ocurra. No quiero cometer infidencias, pero ya se está sintiendo. Ha habido muchas reuniones del candidato con líderes opositores. Sabemos que hay una discusión muy fuerte a lo interno de AD que plantea la necesidad de participar porque saben que, independientemente de que no tengan la tarjeta, la militancia sabe que lo que está en juego no es AD o no AD, sino democracia o dictadura, civilización o barbarie, el caos o preservar a la nación. También sabemos de dirigentes y militantes de Primero Justicia e, inclusive, de Voluntad Popular en el este de Caracas que están diciendo que quieren votar por Falcón. Tengo la impresión de que en la medida en que la campaña vaya desenvolviéndose, se producirá una especie de deslave progresivo del abstencionismo porque esa postura no tiene destino, son puros pajaritos preñaos. Cuando me dicen abstencionismo, yo pregunto ¿y eso para dónde va?, ¿dónde están los militares que van a dar el golpe? Nuestra propuesta es concreta: hay unas mesas electorales, una fecha para las elecciones, hay que buscar los testigos, hay que hacer campaña, buscar los votos. Es algo concreto, tangible.

 

Ochoa Antich se permite una acotación sobre el tema del calificativo “dictadura” que le endilga al gobierno. Al respecto dijo: “Los que más acusan de dictadura sangrienta al gobierno de Maduro, son los que le piden más democracia. No participan hasta que hayan todas las condiciones democráticas y eso se le dice a lo que ellos pretenden que es una dictadura. Es una contradicción en los términos”.

 

Sobre golpes

 

El entrevistado viene de una familia militar. Su padre fue el mayor Santiago Ochoa Briceño  (con notable figuración durante el gobierno de Isaías Medina Angarita) y uno de sus hermanos es el general Fernando Ochoa Antich, quien era ministro de la Defensa el 4 de febrero de 1992, cuando se produjo la insurrección militar encabezada por Hugo Chávez. Con ese bagaje y su propia experiencia política, expresa sus temores acerca de cómo podría ser un alzamiento militar en las actuales circunstancias. “Un golpe de Estado ahora abriría la posibilidad de una pequeña guerra civil con miles de muertos entre los venezolanos. No es como algunos se imaginan, que unos generales, institucionalmente, le van a dar un golpe a Maduro y lo van a sacar del poder. No. Sería una guerra entre militares chavistas y antichavistas que se podría prolongar quién sabe por cuánto tiempo. Acá no tenemos ninguna garantía de que no se vaya a generar una situación de violencia como la que ha padecido Colombia. Sería una situación que, además, podría implicar una vergonzosa y penosa intervención militar extranjera, también al costo de miles de muertos”.

 

-¿Cuáles son los movimientos sociales reales con los que cuenta una candidatura como la de Henri Falcón?

 

-En el organigrama están varios grupos: las mujeres, los jóvenes… No voy a decir que en una campaña de dos meses vamos a construir un movimiento social alrededor de Falcón. En el caso del voluntariado, nuestra misión es ser la voz de los que no tienen voz, el canal de comunicación de la sociedad civil popular, de los barrios, de los sindicatos, de los gremios, para hacerle llegar al candidato, a través de la Comisión de Programa, ideas y propuestas, aspiraciones o demandas.

 

-A su juicio, en un gobierno de Falcón ¿qué debería preservar de estos 19 años de Revolución? ¿O no hay nada rescatable?

 

-Claro que sí: la sensibilidad social. No comparto con la oposición esa visión de que todos los programas sociales de Chávez eran solo el cálculo maquiavélico, casi mefistofélico, de un tipo cuyo único objetivo era preservar el poder. No creo que Chávez diseñara los programas sociales solo para engatusar a la gente y tenerla a su disposición. No digo que eso no existía. Chávez, igual que (Carlos Andrés) Pérez, son de esos personajes de la historia con dos almas: grandes y miserables al mismo tiempo, quieren la gloria y son capaces de matar por el poder, personajes polarizados. Creo que en Chávez había una sensibilidad real, un deseo de ayudar al pueblo, lo que pasa es que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Si un gobernante quiere ayudar al pueblo y agarra todo el dinero del petróleo y lo transfiere a los más pobres, con el barril a 100 dólares, eso tiene que mejorar al pueblo. Pero eso no era sostenible en el tiempo. Esa es una de las tragedias: que la V República, en buena medida, reprodujo lo que pasó en la IV. Lo vivimos con Luis Herrera Campíns y Jaime Lusinchi, cuando pequeños parpadeos en el mercado petrolero derrumbaron una economía frágil y ficticia, como ha sido la venezolana. En fin, esos programas sociales, esa sensibilidad social debe mantenerse. Hay que rediseñarlos, redefinirlos, tratar de que sean productivos, que no sean un dispendio d dinero.

 

Ochoa Antich se declara beneficiario del CLAP, pero dice que este programa es la demostración del fracaso del gobierno porque todos los productos son importados. “Es la prueba fehaciente de un modelo que hizo que la sociedad venezolana no produzca nada, y esa precisamente es la causa de esta hiperinflación que nos tiene agobiados a todos y tiene a muchos pasando hambre”.

 

A su juicio, los gobiernos desde 1999 no han entendido que se le debe dar espacio a la iniciativa privada y al mercado, como lo han hecho exitosamente otros izquierdistas de América Latina, como Rafael Correa, Evo Morales y hasta los sandinistas de Nicaragua. “Han comprendido que los programas sociales tienen que hacerse sobre la base de una sociedad que crea riqueza. Nosotros, como tenemos la golilla del petróleo, hemos despreciado la economía de mercado, que requiere producción y requiere crear riqueza antes de repartirla”.

 

-¿En los personal, suscribe la tesis de la dolarización que ha sido planteada por Falcón como oferta electoral básica?

 

-En Juntos, que se considera un movimiento de movimientos, no hemos tomado una decisión definitiva sobre ese punto. En lo personal tengo dudas porque sé que, de entrada, implica una cesión de una parte de nuestra soberanía porque desaparecería el Banco Central, ya que no produciríamos dinero. El Banco Central termina siendo la Reserva Federal de Estados Unidos. Ahora, cuando escucho a Francisco Rodríguez (el principal asesor económico de Falcón) entiendo que aunque hay otras posibles soluciones para la hiperinflación, esta es la más segura porque en las otras existe el imponderable humano de que el presidente, por conveniencias políticas, decida prender la maquinita de imprimir billetes. En todo caso, a final de cuentas, la economía ya está dolarizada. Todo el mundo sabe que cuando se va a comprar un carro o alquilar una vivienda, la operación se hace en dólares. Lo único que falta por dolarizar es el salario. Lo que sí creo es que para dolarizar la economía se requiere una reforma de la Constitución y eso significará realizar un referendo. Tendrá que haber un debate nacional, lo más breve posible, en tiempo relativamente rápido, y luego un referendo para que sea el pueblo, el soberano, el que tome la decisión. Estoy seguro de que el propio Falcón considerara necesaria la consulta.

 

Sobre estallidos sociales

 

-Usted tuvo un rol clave en la investigación de los sucesos del 27 de febrero de 1989. ¿Cree posible que haya un nuevo estallido social en Venezuela? ¿Por qué cree que no ha ocurrido aún?

 

-El 27 de febrero fue un hecho muy espontáneo, muy lejos de esas versiones alucinantes de que Fidel Castro, cuando vino a la toma de posesión de Pérez y dejó unos agentes que produjeron los disturbios. Los que vivimos esa época sabemos que la izquierda radical solo estaba en capacidad de movilizar gente para pequeños actos. El MAS y La Causa R no estaban en esa idea. Ahora, si lo revisamos bien, este gobierno ha tenido varios mini 27 de febrero. Sumando saqueos y muertos aquí y allá podría alcanzarse una cifra similar. Yo nunca acepté la responsabilidad de hablar de 3 mil muertos, pero 500 muertos en tres días me parece suficientemente grande como para tener que exagerar, es la mayor masacre de América Latina. Así que si sumamos todos los muertos de los pequeños 27 de febrero de este gobierno, la cifra es parecida. La diferencia es que las Fuerzas Armadas aprendieron la lección. En 1989 salieron tardíamente, y con una orden inaceptable. Una vez (el ministro de la Defensa de la época, Italo del Valle) Alliegro, con las manos en la cabeza, me dijo que esas habían sido las órdenes de Pérez: entrar a los barrios a rescatar lo saqueado, y allí fue donde se produjo la mayor cantidad de muertes. Si hubiesen salido de manera disuasiva, colocándose en la salida de los barrios, con la orden de no disparar, quizá se hubiese podido aplacar la situación. Este gobierno tiene la línea de Chávez: “candelita que se prenda, candelita que se apaga”, apenas se presenta una situación, llegan las Fuerzas Armadas, reprimen lo que haya que reprimir pero apagan la posibilidad de que se pueda expandir. Tengo la confianza de que no ocurrirá, pero el caldo de cultivo es enorme y en cualquier momento hay un pequeño chispazo que incendie la pradera.

 

-A título personal: luego de haber participado en esa investigación, de haberle visto la parte más oscura y tenebrosa al sistema político, ¿cómo hizo para sentarse luego en la misma mesa con la gente de AD y Copei, es decir, con quienes habían llevado a cabo esa masacre?

 

-Lo pensé muchísimo, pero al final llegamos a la conclusión de que, lamentablemente Chávez colocó las cosas en términos tales que el asunto era o asumir el proyecto chavista, que uno sabía que iba a conducir a esta situación trágica, o la necesidad de unirse todos los que teníamos una visión diferente para intentar detener ese rumbo. Cuando arrancó el gobierno de Chávez tuve una conversación larga con José Vicente (Rangel) en la Cancillería, y le escribí a Chávez una carta en la que le decía que ayudara a que naciera una oposición, como dicen los ingleses, una leal oposición de su majestad, una nueva oposición formada por los que no estamos de acuerdo con el chavismo, pero tampoco con AD y Copei. Les sugerimos que nosotros tuviéramos un pequeño espacio. Recuerdo que estaba planteado mi nombre para la Defensoría del Pueblo. Les recordamos que cuando (Rómulo) Betancourt dio el golpe del 18 de octubre, a los pocos días llamó a (Rafael) Caldera, que era su alter ego, y y lo nombró procurador general de la República. Pero Chávez tomó la decisión de dividir al país en dos y por eso no nos quedó otra opción sino mezclarnos todos. En esa época, yo decía que “quienes estuvimos en desacuerdo en el pasado y estaremos en desacuerdo en el futuro, tenemos que estar unidos ahorita”.

 

Ochoa Antich celebra que en los últimos tiempos se haya producido naturalmente un deslinde que coloca la candidatura de Falcón en un universo un poco diferente, el de una nueva oposición que está naciendo. “No soy de los que opinan que éramos felices y no lo sabíamos. Todo lo contrario: éramos infelices  y vivimos el 27 de febrero y los hechos de corrupción y el casos en los servicios públicos. Lo que está claro es que ahora somos más infelices. Estábamos mal, pero ahora estamos muchísimo peor. Hay que reconocer históricamente que por malos que eran los regímenes que combatimos, contra los que arriesgamos la vida, la libertad y estuvimos en las calles, todo eso se quedó en pañales ante lo que tenemos ahora. Por ejemplo, los 24 jeeps de Blanca Ibáñez que tanto denunciamos como un escándalo, son un cuento de niños comparado con los hechos de corrupción que se están observando”.

 

(Clodovaldo Hernández / Twitter: @clodoher)

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