La designación de Jorge Rodríguez como presidente de la Asamblea Nacional ha trastornado -más de lo habitual- a los dirigentes políticos y analistas opositores. Es curioso, pero siendo él psiquiatra, tiene siempre ese efecto desquiciante en las filas del antichavismo. 
 
Si se revisa con cuidado, esa actitud es comprensible porque a la oposición en general le gusta creer que cualquiera que pertenezca a su bando político será siempre más inteligente, más formado y más hábil que cualquier chavista. Y Rodríguez es uno de los que deja en escombros esa creencia. 
 
Un viejo amigo se afinca en la personalidad y facundia de Rodríguez para fastidiar a sus conocidos opositores. Ayer, por ejemplo, se dedicó a preguntarles a quién «montarían en un ring» para fajarse con Rodríguez, y les dio a escoger entre los cinco presidentes que tuvo la AN de 2016 a 2020, a quienes definió lacónicamente como «el carcamal Ramos Allup, los vendepatria Julio Borges y Juan Guaidó, el soporífero Omar Barboza y el poco memorable Luis Parra». 
 
Para aumentar el grado de provocación, propuso conceder una ventaja en el hipotético match: «Pueden ser dos contra uno y, aun así, yo sigo yendo al mío», dijo este amigo. 
 
Es muy difícil ver esto con objetividad, pero en materia de estatura política, profundidad y calidad del discurso es claro que hay una gran distancia entre estos cinco opositores, por un lado, y el nuevo líder parlamentario, por el otro. Si solo se revisa el currículum reciente, la diferencia se hace evidente, pues Rodríguez en los últimos tres lustros y tanto ha sido ministro, alcalde, vicepresidente ejecutivo, presidente del Consejo Nacional Electoral, jefe de varias campañas electorales y negociador por parte del gobierno en las iniciativas de diálogo político. Solo Ramos Allup podría presentarle combate, pero con la desventaja de que su estilo político desluciría por «obsoleto y periclitado», como dijo una vez su ídolo, Rómulo Betancourt. 
 
Cuentos que se confirman

Como es difícil menospreciar a Rodríguez en el plano de la inteligencia y la trayectoria política, los opositores perturbados (en especial los de la derecha exquisita, incluyendo allí analistas, periodistas e influencers) tratan de  descalificarlo moralmente, tildándolo de mentiroso contumaz y cínico. 
 
Uno de los argumentos para señalarlo con esos epítetos es que, según los oponentes, Rodríguez ha inventado toda clase de historias y fábulas acerca de las actividades conspirativas y las corruptelas de la dirigencia opositora. Aseguran que para ello utiliza una de las pocas dotes que le reconocen: sus inclinaciones por la narrativa corta, que le llevaron una vez a ganar el entonces reputado Concurso de Cuentos de El Nacional (también por entonces un muy prestigioso periódico). 
 
Los enemigos del ahora presidente de la AN sostienen que sus denuncias eran falsas, a pesar de que, una por una, han sido luego confirmadas por los testimonios y confesiones de los involucrados o por el trabajo de investigadores y medios de comunicación que están lejos de ser catalogables como prochavistas. 
 
Por ejemplo, Rodríguez denunció que la quema de los camiones de la falsa ayuda humanitaria, en febrero de 2019 había sido obra de los grupos violentos opositores que estaban apertrechados del lado colombiano del puente internacional, y no de las fuerzas de defensa venezolanas, como lo dijo en su momento la oposición local e internacional y como lo vociferaron los medios globales. Entonces, los anti-Jorge dijeron y repitieron que era una narración falsa, fruto de la imaginación del cuentista-ministro.  Unas semanas más tarde, el diario estadounidense The New York Times confirmó todo lo dicho por el vocero gubernamental. 
 
Algo similar ha ocurrido con las acusaciones formuladas hace meses por Rodríguez sobre las retorcidas tramas de corrupción de la pandilla que encabeza nominalmente Juan Guaidó, que han significado el despojo de cuantiosos activos, empresas y depósitos bancarios y de oro de Venezuela. Los detractores del psiquiatra siempre reaccionaron diciendo que, como de costumbre, mentía, que usaba sus facultades literarias para montar relatos descaradamente falsos.  
 
Ahora, justo cuando Rodríguez hace la transición al ámbito parlamentario, grandes medios del mainstream, como The Washington Post, han publicado reportajes en los que «revelan» que Guaidó y sus compinches son unos pillos de siete suelas. Los medios locales, que hacen parte de la misma maquinaria global, han replicado tales «revelaciones», sin decir que en su momento, cuando Rodríguez hizo las denuncias, ellos las desestimaron o se adelantaron a tacharlas de falsas, parte de la cosecha cuentística del personaje.  
 
Lo curioso es que a pesar de esas confirmaciones de todas sus documentadas denuncias, los oponentes siguen diciendo que «Jorge Rodríguez siempre miente». Un caso de psicosis colectiva, digno de estudio, qué duda cabe. 
 
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)