Siguiendo los desarrollos del filósofo francés Michel Foucault, Miguel Ángel Pérez Pirela utilizó el paradigmático caso del pintor venezolano Armando Reverón para ilustrar cómo operan las coerciones de la «normalidad» social sobre los individuos.

Estos procedimientos, refirió, iniciaron en París durante el siglo XVIII y en su apogeo, implicaron el encerramiento de uno de cada cien parisinos por «loco», «borracho» o «anormal», como relata Foucault en un libro que escribió sobre el tema Historia de la locura en la Época Clásica.

Reverón, también llamado «el pintor de la luz», abandonó la urbe caraqueña a inicios del siglo XX para adentrarse en las costas del estado La Guaira y desarrolló su original propuesta estética con base en prácticas poco convencionales, como la observación directa de la luz solar mientras estaba atado a palmas cocoteras.

Este peculiar procedimiento le permitió crear una obra pictórica original, en la que, aunque a simple vista sus cuadros parecen lienzos blancos, cuando el observador se aproxima, «hay decenas –si no centenas– de tonalidades de blanco» con las que se representan elementos propios de los paisajes caribeños, como las palmeras o las nubes.

La burocracia normalizadora de la capital, homenajeó su genio concediéndole el Premio Nacional de Pintura y tras otorgarle un diploma y acaso algún aporte en metálico, procedió a encerrarlo en un manicomio, asegurando que su arte era la fuente de su locura.

Dicho de otro modo, apuntó Pérez Pirela, el premio consistió en quitarle «los elementos originales que le permitieron ser quien era: un gran pintor venezolano» y, lamentablemente, en esta ocasión, «los normales» consiguieron su cometido.

«Lo encerraron en un manicomio aquí en Caracas, lo alejaron de su mulata, lo alejaron de sus muñecas de trapo, lo alejaron de su Caribe, lo alejaron de sus palmeras, lo alejaron de sus cuadros y lo encerraron en un manicomio. Decían que la pintura le hacía daño, porque era un loco. Terminó con piedras haciendo figuras sobre las paredes del manicomio», comentó el experto, pues estas personas «se sentían en la potestad, en el poder de determinar la vida de Reverón».

Si bien el caso del artista venezolano luce extremo, el también director de LaIguana.TV insistió en que «los normales», apelando a procedimientos propios del biopoder, nos imponen al resto «cómo debemos vivir cotidianamente: qué horarios debemos cumplir, a qué hora nos debemos acostar, a qué hora nos debemos levantar, qué tipo de familia feliz tenemos que crear, cuántos hijos tenemos que tener, qué tipo de vivienda hemos de tener y un largo etcétera», justamente como lo describiera Michel Foucault en sus elaboraciones sobre estos asuntos.

(LaIguana.TV)