En una edición de Desde Donde Sea destinada a discutir la constitución del concepto de normalidad y sus efectos sobre la sociedad a partir de la obra del filósofo francés Michel Foucault, Miguel Ángel Pérez Pirela explicó la relación entre el saber y el poder, condición necesaria para que la verdad se use como instrumento de normalización del cuerpo social.

Pérez Pirela comentó que «para Foucault, la normalidad implica una relación de poder, porque ordena, porque clasifica, porque controla y decide lo que es correcto», por lo que «quien sale de la corrección, es un extraño».

En medio de esto, el individuo siente la presión de su rareza y cae en las redes del biopoder, imponiéndose una autocensura que le permita restituir la normalidad perdida, aunque esta le resulte ajena e incluso, imposible.

De su lado, los hogares y escuelas, en tanto instrumentos de la superestructura social, «son utilizados para reafirmar el poder constituido», añadió el también director de LaIguana.TV.

Empero, para Michel Foucault, estas disposiciones, antes que físicas, son mentales y se cimientan en la relación entre el saber y el poder, por lo que bien cabría preguntarse «cómo actúa el saber para articular el poder».

En opinión del experto venezolano, «somos controlados a partir del conocimiento y el saber, porque todo termina con la idea de verdad». Por lo tanto, las modificaciones que hacemos sobre nuestra conducta, parten del principio de que tal cambio es necesario porque lo que se hace no es verdadero.

Sin embargo, apuntó, para que pueda establecer si algo es o no verdadero, debe existir una teoría del conocimiento.

De allí que resulte indispensable precisar que en este contexto, «el saber es lo que un grupo de gente comparte y decide que es la verdad, que define, a su vez, qué es lo correcto y lo incorrecto, qué es lo bueno, qué es lo malo, qué es lo anormal».

Dada la relación existente entre el saber y el poder, el «poder disciplinario» que definiera Foucault, es capaz de controlar «la voluntad y el pensamiento de los individuos» a través de un proceso denominado «normalización».

De forma sencilla, este consiste ejercer el poder disciplinario sobre los individuos, a fin de garantizar que estos cumplan el rol que se estime útil para ellos, sin posibilidad de que cuestionen el por qué de tal determinación o se subleven contra ella, pues si lo hacen, serán calificados como «anormales».

(LaIguana.TV)