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Este martes se cumplen 197 años del nacimiento del filósofo alemán Carlos Marx, de cuyo pensamiento se ha dicho que cambió la historia de la humanidad. En efecto, fue un pensador que le confirió a la filosofía el carácter de un arma política para cambiar la realidad. Y conforme con ello, alentó la organización de las fuerzas progresistas y de la clase obrera para rebelarse contra el orden político-económico de la sociedad industrial.

 

Marx no era el único que abogaba por un cambio social, pero en sus escritos reveló algo que hasta entonces nadie había mostrado: el origen de la riqueza de los poderosos. Nadie había explicado por qué el la enorme capacidad de aumentar la producción de riqueza alcanzada por la revolución industrial, era inversamente proporcional a la posibilidad de acceder a ella.

 

La explicación, señaló el filósofo alemán, era que había un gran diferencial entre el precio que un capitalista le pagaban a un obrero por su fuerza de trabajo y el precio al que se comercializaban los productos que fabricaba ese mismo trabajador. Esa diferencia, señalaba, se quedaba siempre en manos del dueño de la fábrica.

 

De esa manera, Marx atizó poderosas fuerzas sociales que estremecieron al mundo. Su planteamiento ponía de relieve que el origen de la riqueza de los capitalistas y el de la miseria de las mayorías, era el mismo: el trabajo asalariado, que se revelaba así como un medio de explotación. Y como lo único con lo que contaban las masas obreras para obtener su sustento era su fuerza de trabajo, entonces había que sacudir toda la estructura económica desde sus cimientos.

 

La gente que trabajaba, decía, no podía hacer dinero, pero hacía ganar mucho dinero a sus explotadores. En el primer volumen de El Capital, llegó a expresarlo de esta manera: “…La leyenda del pecado original teológico nos dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su frente, pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesita sudar para comer”.

 

AGITADOR INCANSABLE

Desde antes de 1848 –año en que publicó, junto con Federico Engels, el Manifiesto Comunista– su influencia entre importantes pensadores y movimientos revolucionarios se hizo sentir. Entre 1842 y 1843, como editor del periódico Gaceta Renana, fue pasando de la crítica a la gestión de la dieta que gobernada a su nación, a la denuncia de graves problemas sociales.

 

Ejemplo de ello es su célebre escrito sobre el castigo contra los campesinos que robaban leña para no morir de frío. Una legislación prohibía acopiar madera seca de los bosques y convertía en delito lo que Marx describía como una “simple contravención”.

 

El Estado, afirmaba Marx, prefiere convertir en delincuentes a los campesinos y perseguirlos antes que modificar una norma inhumana. “Se impone la necesidad de que una masa de seres humanos sin intenciones delictivas sean talados por el árbol verde de la moralidad y entregados como leña seca al infierno del crimen, la infamia y la miseria”, escribió.

 

Llegó un momento en que ya el periódico era un abierto desafío al régimen prusiano. Fue censurado y sus redactores proscritos. Marx terminaría desterrado y despojado de su nacionalidad. Pero ese fue solo el comienzo de su lucha.

 

(CO)