Finalizó eso que el lugar común del periodismo deportivo llama “una temporada para el olvido” de los Leones del Caracas, y uno, como fanático, está obligado a echar una lloradita, aunque sea para drenar la frustración y para atizar las ascuas del chalequeo de todos los especímenes antileones (entre quienes destacan los magallaneros y los tigreros).

No diré nada original: un juego se puede ganar o perder por virtudes o fallas de jugadores individuales; una temporada se puede ganar o perder por virtudes o fallas de los jugadores, los técnicos y la oficina; una larga sucesión de temporadas exitosas o fracasadas ya tienen causas más profundas, relacionadas con los propietarios del equipo y con sus manejadores fuera del terreno de juego, eso que llaman la gerencia deportiva. Este último es el caso de los Leones.

Cuando el clan Cisneros compró Leones del Caracas, algunos ingenuos pensaron que vendrían tiempos de hegemonía en la liga. La gorda billetera de esa gente los hizo pensar en que pagarían a las superestrellas venezolanas para que vinieran al país a jugar, y que contratarían peloteros importados de primera línea.

Pero los Cisneros llegaron al equipo  con una idea muy distinta. Lo que han hecho es aplicar el modelo de negocios que los había convertido en magnates en campos como las bebidas gaseosas, tiendas por departamentos, automercados y la televisión: invertir poco o nada y ganar mucho; comprar barato y vender caro.

Además, cuando decidieron entrar al “negocio beisbolero” ya la familia venía en retirada de su rol protagónico en la burguesía caraqueña. Luego de la incursión frontal en la política como una de las cabezas del golpe de Estado y el paro empresarial de 2002-2003, el capo Gustavo decidió replegarse estratégicamente y fue moviendo sus asuntos hacia otros países.

Veinte años sí son algo

El próximo mes de abril se cumplirán veinte años de la compra de los Leones del Caracas por la familia Cisneros y en ese lapso solo dos veces el equipo ha obtenido la corona. En los veinte años previos, entre 1981 y 2001, lograron seis campeonatos; entre 1960 y 1980, otros seis; y entre la fundación, en 1946, y 1959, se alzaron con el título cinco veces, incluyendo tres como Cervecería Caracas.

El tiempo más largo sin obtener un título había sido de diez años, entre las temporada 1994-95 y 2004-2005, período que incluye la temporada (2002-2003) interrumpida por el paro-sabotaje petrolero y empresarial del que participó la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, es decir que fueron en realidad nueve años. Cuando se inicie la próxima zafra (2021-2022), ya los capitalinos tendrán doce años sin coronarse.

Según el análisis que hizo el periodista Efraín Zavarce en los comentarios finales del último juego de la ronda eliminatoria, la diferencia más notable es que en esa sequía entre 1995 y 2005, el Caracas siempre fue un equipo competitivo, al punto de haber acopiado cuatro subcampeonatos. En cambio, desde que se tituló ante Magallanes, en la 2009-2010, solo ha logrado llegar a una final, la 2018-2019, que perdió ante Cardenales de Lara en cinco juegos.

En el lapso referido, el team ha sido eliminado cuatro veces.

Para Zavarce y otros expertos, lo que acaba de pasar con los Leones debería ser un toque de fondo: el equipo terminó con el peor récord de la liga (no solo de su división), no ganó ninguna serie particular y en los últimos diez partidos les anotaron 90 carreras (70 de ellas en los siete encuentros finales), para un total en el campeonato de 250 permitidas. De allí que su pitcheo colectivo haya cerrado con una efectividad de 5,92, el peor de toda su historia de casi 75 años.

Los lanzadores estaban claramente por debajo del nivel de la liga, al punto de que sus abridores solo lograron ganar 4 partidos y perdieron 18, dejando una efectividad de 7,1 carreras por cada nueve innings lanzados, algo verdaderamente patético.

Los relevistas, por su parte, ganaron 11 juegos  y perdieron 7, y su efectividad estuvo un poco mejor (pero, igualmente, demasiado alta) al cerrar en 5,16 carreras limpias aceptadas.

El problema del mal pitcheo se agravó con una pésima defensa que tuvo 49 errores (más de uno por juego) para configurar el peor porcentaje de fildeo de los ocho equipos (.967).

Es un detalle significativo que el peor de todos fue un importado: el infielder dominicano Andretty Cordero, quien cometió diez errores cubriendo la tercera base. Esto lleva a otro de los componentes del desastre: ninguno de los peloteros importados rindió al nivel esperado. Peor que Cordero (que al menos bateó bastante) estuvieron los lanzadores Eduard Martínez y Alsis Herrera, también dominicanos; y Jaime Lugo, mexicano.

Síndrome de gallina vieja

La catastrófica actuación en el actual certamen y la acumulación de fracasos en los últimos once años, ha potenciado las críticas que siempre ha levantado el gerente general, Luis Ávila y, por extensión, los dueños de la empresa. Ya es prácticamente un clamor que el equipo sea vendido a alguien que pueda reivindicar su fructífera tradición como la divisa más ganadora de la liga. El año pasado se rumoró intensamente que esta persona sería el exjugador Bob Abreu, ícono de mejores tiempos y ya probado como empresario deportivo con Panteras de Miranda, de la Liga Profesional de Baloncesto.

En las redes sociales, la fanaticada caraquista prácticamente le está rogando a Abreu que compre el equipo, y exigiéndole al clan Cisneros que se lo venda.  Un viejo amigo, sufrido hincha león (igual que quien escribe),  duda que eso ocurra y resumió su sentir parafraseando la canción Abrebrecha, de Alí Primera: “Los Cisneros son como la gallina vieja: no ponen ni dejan la culequera”.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)