La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) acaba de emitir un comunicado en el que avala el uso alimentario de los gusanos de la harina. Ahora deberá pasar por la mesa de Estados miembros para autorizar o no su comercialización.

En algunos países asiáticos comer insectos es una práctica más que habitual, pero rara vez encontramos comercios que vendan este tipo de invertebrados para disfrute humano en el continente europeo. Aunque en los últimos años se han empezado a comercializar algunas bolsas de snacks con este tipo de gusanos, todavía no había dictámenes oficiales europeos que estudiaran este asunto hasta ahora, pues la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) acaba de emitir un informe en el que concluye que el consumo del insecto comestible no plantea problemas de seguridad, aunque puede provocar reacciones alérgicas.

Se trata de la primera vez que esta entidad evalúa el consumo de este tipo de alimentos desde que entrara en vigor en enero de 2018 el Reglamento sobre nuevos alimentos en la Unión Europea. «Desde entonces, la EFSA ha recibido un gran volumen de solicitudes que cubren una amplia variedad de nuevas y tradicionales fuentes de alimentos, entre las que se incluyen productos derivados de plantas y algas, frutas no autóctonas, además de una serie de insectos aptos para el consumo humano”, informa el comunicado.

«Las aplicaciones de los alimentos nuevos son tan variadas que necesitamos muchos tipos de experiencias científicas para evaluarlas, por ejemplo, en los ámbitos de la nutrición, la toxicología, la química y la microbiología», explica Helle Knutsen, bióloga molecular y toxicóloga y miembro del panel de expertos en nutrición de la EFSA.

El gusano de la harina se deshidrata para presentarlo en forma de harina o gusano. Muchos dueños se los dan a comer a sus mascotas. Sus principales componentes son proteínas, grasa y fibra. Por ello, los alimentos derivados de insectos se suele afirmar que son una fuente ideal de proteínas para la dieta. «Las fórmulas a partir de insectos pueden ser ricas en proteínas, aunque los niveles reales de estas pueden sobrestimarse cuando está presente una sustancia llamada quitina, un componente importante del exoesqueleto de los insectos», cita el informe.

Aunque este estudio podría suponer un antes y un después en los hábitos alimenticios de los europeos, por el momento es solo una recomendación, pues aún no se ha aprobado su consumo en la Unión Europea. El procedimiento para aprobarlo debe pasar primero por la mesa de Estados miembros para autorizar su comercialización en un plazo de siete meses.

Asimismo, el comunicado añade opiniones de diversos expertos que otorgan beneficios a los alimentos provenientes este tipo de fuentes alimentarias. «Existen claros beneficios ambientales y económicos en la sustitución de las fuentes tradicionales de proteínas animales por otras que requieren menos alimento, generan menos residuos y producen menos emisiones de gases de efecto invernadero. Unos costes y precios más bajos podrían mejorar la seguridad alimentaria, y la nueva demanda también abrirá oportunidades económicas, aunque estas también podrían afectar a los sectores existentes». Este informe nos lleva a preguntarnos si en el futuro podría verse alterada la rutina alimentaria de los europeos y modificar la idea repulsiva por una idea más apetecible.

(Sputnik)