No podía ser de otra manera. Tanto dinero en juego; tanto poder real sobre bienes, empresas y oro; tantos egos en disputa tenían que derivar en una despiadada lucha entre compinches. 
 
Cuando las organizaciones delictivas llegan este punto, entran en la fase de las delaciones para salvar el pellejo y de los ajustes de cuentas.  
 
Acabamos de ver una de las expresiones más claras de que los miembros de la banda se van a echar al pajón y a dispararse a matar entre sí por el control del botín: Julio Borges, el seudocanciller del ficticio gobierno encargado ha pedido que se investiguen los negocios (que no son para nada ficticios) del seudopresidente, es decir, de su seudojefe, Juan Guaidó. 
 
Ya otros emblemáticos capos de esta mafia habían hecho algo parecido. Desde su vacacional exilio ibérico, Antonio Ledezma viene reclamando transparencia. Su clamor tiene todo el tufo del quejido de un participante de la movida al que dejaron por fuera en la rebatiña. Eso de pretender ser Catón el Viejo (funcionario y militar romano con fama de incorruptible) mientras se disfruta de la buena comida y bebida de España, en una de las mejores urbanizaciones de Madrid es algo que dibuja muy bien a este antiguo imitador de Carlos Andrés Pérez 
 
Algunos dirigentes pueden decir, en su descargo, que se retiraron a tiempo. Humberto Calderón Berti, el primer seudoembajador del seudogobierno en Colombia dio el paso en 2019, como respuesta a unos pillajes que ahora parecen menores, como los de la «ayuda humanitaria» y el concierto de Cúcuta. Pero también alertó sobre el reparto de un botín grande (G-4: uno para ti, uno para ti, uno para ti, dos para mí), el que se hizo con la empresa Monómeros, filial de Pdvsa allá en tierras neogranadinas, un punto del que no habla el seudocanciller Borges por razones obvias, ya que su partido, Primero Justicia, y él, fueron favorecidos. 
 
En diciembre de 2019, al seudopresidente se le alzó un gentío bajo el alegato de la corrupción galopante. Con aires hollywoodenses, a eso lo llamaron «la rebelión de las regiones», pero hay indicios de que fue la rebelión de los que no fueron invitados al banquete. Por lo que haya sido, quedó en evidencia que el cogollo de los cuatro se estaba tragando todo, con una glotonería ramplona, y no quería repartir ni siquiera migajas a los secuaces de menor rango. 
 
Ahora, consumado el despido de Donald Trump, y consumado (unas horas antes) el robo de Citgo, Borges ha decidido pasar al modo de doncella ofendida y salir al ruedo a pedir averiguaciones sobre cuestiones que están más que claras.  
 
De inmediato empezó el tiroteo entre bandas rivales. Desde el lado de Voluntad Popular le preguntaron, muy razonablemente, si acaso no se ha dado cuenta de que él no es cualquier parroquiano opositor de los que escriben en Facebook, sino que es el ministro de Relaciones Exteriores de ese gobierno al que pide investigar. En otras palabras, lo que le dijeron fue: «¡Caramba, Borges, ahora te vas a hacer el inocente!». 
 
En rigor, todos los desaguisados que el seudocanciller quiere que se investiguen fueron denunciados con pelos y señales por el gobierno desde un principio. Por ejemplo, en cuanto a Citgo estuvo claro desde el primer día que era una operación política, jurídica y de astucia financiera para despojar a Venezuela de unos 40 mil millones de dólares. El solo hecho de que el seudoprocurador del seudogobierno, Juan Ignacio Hernández, alias «el Nacho», fuese alguien que antes fungió como abogado de Crystallex, la empresa demandante, ya hablaba a las claras de los turbios propósitos de la jugada.  

Borges, obviamente, estaba involucrado en esa operación y, como todos los otros «convives» confiaba en que ese enorme robo quedaría envuelto en el olvido, en medio de la euforia que produciría el temprano derrocamiento de Nicolás Maduro. Además, una vez en el gobierno verdadero, ya encontrarían la manera de tapar todo y de echarle la culpa a la «dictadura» por la pérdida de la empresa. Para ello iban a tener a sus órdenes, además, toda la maquinaria mediática, incluyendo a la modernísima freedom press, tanto la made in USA como la made in United Kingdom. 
 
Como el guion no se cumplió, Borges opta ahora por asumirse como voz de alerta ante presuntas irregularidades y, deja entrever que podría incluso cantar como Lady Gaga en Washington para incriminar a Guaidó y al resto de su combo. 
 
Aparte del caso Citgo, propiamente dicho, Borges también mencionó el de la Fundación Simón Bolívar, dependiente de esta empresa, que fue tomada por el seudogobierno, tras lo cual dejó de brindar ayuda a niños y niñas con enfermedades catastróficas para convertirse en caja chica de conspiraciones y hasta de caprichos de opositores del subgénero bon vivant. Pero, de nuevo, esa inhumana irregularidad (que ya le ha costado la vida y grandes sufrimientos a muchos pequeños pacientes y sus familias) se conoce desde 2019 y se ha denunciado reiteradamente, sin que los ruegos hayan logrado conmover a ninguno de los involucrados. Ahora, muy convenientemente, el seudocanciller ha caído en cuenta de la gran canallada. 
 
También menciona Borges al caso de la condonación, previo pago de generosa comisión, de la deuda paraguaya con Pdvsa. Ahora, dígame usted, señor lector o señora lectora, ¿quién mejor que un canciller (aunque sea seudo) para tener pleno conocimiento de estos manejos que corresponden a la esfera internacional de un gobierno (aunque sea seudo)? 
 
Finalmente, Borges habla de las irregularidades en la Comisión de Contraloría de la ya fenecida Asamblea Nacional del período 2016-2021, y, una vez más, lo hace en el tono de quien acaba de enterarse de una cosa fea. De nuevo se trata de un caso denunciado en 2019 y que tuvo uno de sus epicentros en Colombia (país adoptivo del susodicho), donde los diputados iban cobrándoles vacuna a los empresarios de allá para no abrirles investigaciones si entablaban negocios con Venezuela, a pesar del bloqueo estadounidense. Los parlamentarios (todos opositores) emitían cartas de buena conducta y las cobraban entre 500 mil y un millón de dólares.  Borges ahora actúa como que no sabía nada. ¡Sí, Luis! 
 
Hasta ahora, el fuego cruzado ha sido digital, tuits que van y tuits que vienen. No obstante, si el seudojefe no reparte mejor el botín lo más probable es que hasta sus propios seudoministros terminen siendo testigos en su contra (el viejo recurso de la delación) o que el asunto se resuelva como en todas la mafias, con un gangsteril ajuste de cuentas. 
 
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)