Las circunstancias y reacciones que rodearon la difusión del primer boletín de proyecciones de resultados que hizo anoche el Consejo Nacional de Ecuador sembraron dudas sobre la transparencia de la información preliminar del resultados de los comicios presidenciales en ese país.

Las reacciones, anoche mismo, de los candidatos Andrés Arauz, Yaku Pérez y Guillermo Lasso contra lo informado en este primer boletín no fueron gratuitas y todas apuntaron al uso del conteo rápido realizado por el CNE ecuatoriano, por el que  se hizo una proyección de resultados a partir de la recolección manual de los datos de escrutinio de un grupo de mesas de votación.

Datos incompletos, discrepancias entre lo anunciado y lo difundido virtualmente y el desconocimiento del principio de la irreversibilidad para evitar desconcierto se sumaron a un sistema estadístico altamente vulnerable, que ya generó conflictos en las elecciones regionales del 2019 en ese país.

¿Presionados?

Para estas elecciones presidencial y legislativas, el CNE de Ecuador activó dos vías –en su página oficial y por aplicación de telefonía celular- de difusión pública en tiempo real de los registros del conteo rápido, cuya muestra estaba integrada por las actas de escrutinio de 2.425 mesas de votación de las 39.915 instaladas en todos el país.

Pasadas las diez de la noche, cuando ambas vías mostraban los datos de 750 mesas de votación, la presidenta del organismo electoral, Diana Atamaint, leyó el primer boletín de proyecciones. El informe presentaba claras discrepancias con lo que se mostraba virtualmente, pues ya tenía contabilizado 90% de la muestra, mientras en la red este registro apenas llegaba a 30%. Quedó claro entonces que el “tiempo real”  no lo era tanto.

A juzgar por lo que afirmaron el ex presidente Rafael Correa y el candidato Pérez, las cifras de Atamaint tampoco coincidieron con la data de totalización de votos a la que los representantes de los partidos políticos tienen acceso, a través de un sistema dispuesto por el CNE. Para Correa, “el engaño es evidente”. Pérez prefirió apostarse a las puertas del organismo hasta que terminen de totalizarse todos los votos.

Lo que despertó la suspicacia fue, en realidad, la poco ortodoxa decisión de romper la integridad de la muestra y utilizar solo 90% de ella para anunciar proyecciones. Entonces, las 2.425 actas de escrutinio que debían ser representativas de todas las actas levantadas en el país ya no lo eran. “Esta es una muestra de la muestra”, dijo el candidato Arauz, al alertar que tal práctica desvaneció el carácter estadístico del conteo.

Pero el boletín, que se supone sirve para dar certidumbre y tranquilidad a la ciudadanía, contenía otra sorpresa. La diferencia porcentual entre el segundo y el tercer candidato, Pérez y Lasso respectivamente, representaba, en realidad, un empate técnico. De esta manera se rompió una regla de oro de la práctica electoral, la del resultado irreversible, por la que debe evitarse ofrecer resultados fluctuantes que fácilmente pueden conducir a la confusión y al conflicto.

De hecho, inmediatamente después de que Atamaint terminó su lectura, el vicepresidente del CNE ecuatoriano, Enrique Pita, aseguró que ya la tendencia entre los dos candidatos había cambiado, con lo que Lasso desplazaba a Pérez del segundo lugar.

Curiosamente a la una de la mañana, tres horas después de haberse leído el boletín con el 90% del conteo rápido, el sistema virtual de difusión todavía iba por el registro de 78% de las 2.425 actas de escrutinio.

La desconfianza mostrada anoche por los tres principales candidatos tiene un contexto. Y es que el comportamiento, cuando menos irregular, de las autoridades electorales se da en torno a un sistema de conteo rápido que genera más dudas que certezas. Veamos.

Un sistema frágil

Al contrario de lo que sucede en Venezuela, en Ecuador el primer boletín que anuncia el organismo electoral no refleja los resultados del escrutinio oficial y final, pues este proceso suele tardarse porque el proceso de votación es manual.

A cambio, el Consejo Nacional Electoral de Ecuador ofrece un reporte de tendencias estadísticas que se construye a partir de los datos recabados en un número de mesas de votación, cuya selección se realiza previamente. Esto quiere decir que lo anunciado por las autoridades comiciales no son votos sumados y certificados, sino una proyección de cual debería el resultado, una vez hecho el conteo final.

La fragilidad de este primer boletín está, precisamente, en cómo se construyen estas tendencias. La determinación de la muestra y la forma en que se recaban los datos lo evidencian.

Lo primero que hay que anotar es que, de acuerdo con lo informado en su oportunidad por el CNE ecuatoriano, los datos que debieron ser utilizados para este reporte eran los recabados manualmente en 2.425 juntas receptoras de voto (mesas electorales) en las que está representado 6% de los más de 13 millones de electores. Vale la pena recordar que en Venezuela, el primer boletín se ofrece con por lo menos 90% de los votos escrutados y totalizados.

Sin embargo, el organismo electoral de Ecuador no hizo público cómo se realizó la selección de esas 2.425 mesas que constituyen la muestra sobre la cual se hace la proyección de resultados. No es una información menor, pues, como se sabe, la selección de una muestra con un determinado sesgo socio geográfico puede originar tendencias que, aunque pequeñas, generen matrices de opinión contrarias a la realidad.

La difusión de tendencias con este tipo de sesgo puede ser un gran tema en Ecuador, donde, desde antes de ayer, el promedio de las encuestas le daban por lo menos 34% de intención de voto al candidato Andrés Arauz, a quien ubicaban a 10 puntos porcentuales de ventaja de Guillermo Lasso. Esto significaba que estaba a solo seis puntos porcentuales de lograr el 40% necesario que, según las reglas electorales de Ecuador, podría darle el triunfo en primer vuelta. Si se toma como fiel un margen de error de, más o menor, 4%, esto significaba que el candidato del Movimiento Unión por la Esperanza habría tenido 38% de las intenciones de voto, para el momento de la elección.

Pero si la muestra es un enigma, la forma en que se recolectan los datos no lo es y descansa, básicamente, en la precisión con la que hicieron su trabajo los operadores que estaban en cada una de las 2.425 mesas seleccionadas.

De acuerdo con una nota publicada el sábado por el diario ecuatoriano El Expreso, estos operadores realizarían su labor a través de una aplicación instalada en sus teléfonos celulares. Una vez cerrado el escrutinio y levantada el acta en una mesa electoral, el operador debió dirigirse a un lugar del centro de votación destinado solo al procesamiento de los datos. Allí, el operador escaneó y transmitió, con su teléfono, una copia del acta de escrutinio. Luego debió ingresar manualmente, en la aplicación, los datos con los resultados del acta de escrutinio.

Es decir, un procedimiento en el que la destreza y concentración del operador lo fueron todo, tanto para digitalizar en condiciones óptimas y leíbles el acta, como para la transcripción del escrutinio. Una circunstancia agravada por la premura con la que debió hacerse este trabajo y que aumentaron, seguramente, las posibilidades de un error humano.

Ciertamente, este trabajo contó con un nivel de control. Pues los datos y el acta escaneada fueron transmitidas a la base de datos de la Dirección de Estadísticas del órgano comicial, donde se hicieron los cálculos de proyección. Una labor sobre la que se habrían cargado estos errores.

Estos mecanismos no hacen falta en Venezuela. Al ser un proceso automatizado, la suma de los votos es realizada directamente por la máquina de votación, cuya totalidad de componentes ha sido auditada por los partidos políticos antes del evento electoral. También, desde la máquina se transmiten los resultados directamente a una sala de totalización en la que un software, también auditado, hace el conteo final. No hay muestras, ni proyecciones. El primer boletín refleja fielmente la suma de las voluntades de los electores.

(Taynem Hernández / LaIguana.TV)