Las especies y subespecies de la fauna opositora han mostrado sus diferencias y matices ante recientes acontecimientos relacionados con el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos y otros países. También han dejado al desnudo sus contradicciones entre sí y dentro de sí.  

De entrada, es conveniente aclarar que parecen estar ocurriendo ciertos cambios no digamos en la determinación de Washington de darnos palo hasta que hagamos lo que las élites de allá y de acá exigen, sino más bien en el agarre del garrote: si es a mano pelada (y peluda) o con guante de seda. 

En este sentido, una de los eventos más significativos ha sido la divulgación de un informe de un hasta ahora poco publicitado organismo estadounidense, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO, por sus siglas en inglés) que ha declarado lo que ya se sabía: que las restricciones al comercio y a las transacciones financieras, así como el robo de empresas y depósitos bancarios perpetrados contra la República Bolivariana de Venezuela han causado gravísimos daños a la economía nacional, con todo lo que ello significa para la población en general. 

Por su lado, la relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas, Alena Douhan, certificó los graves perjuicios sufridos por la gente, en especial por los más pobres y vulnerables. 

Ante el inesperado mea culpa gringo y la confirmación de la relatora de la ONU, los diversos tipos de opositor tienen también diversidad de reacciones. Veamos. 

Los negacionistas

Una porción de los opositores ha asumido desde el principio la postura de negar que las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo hayan causado y estén causando muertes, enfermedades, ruina de empresas y particulares y otros “daños colaterales”. Lo han negado siempre, pero ahora se ven en el trance de negarlo incluso frente a la confesión de los perpetradores directos y a la constatación de la ONU. Algo surrealista, sin duda. 

Es como si un violento doméstico confiesa públicamente que golpea a su esposa, hijos y hasta a su señora madre y a su abuelita de 95 años. La policía lo captura in fraganti y un juez lo condena. Pero en el seno de la familia, alguien dice que no le crean ni al criminal ni a la policía ni al juez, que todo es una calumnia.  

Los que no se resignan

Una variante de los negacionistas son los que no se resignan a que la mano peluda de EEUU tenga ahora guante de seda. Con los ojos en blanco (síntoma de la indignación) dicen que jamás van a aceptar que el bloqueo y las sanciones han hecho daño al país. No lo van a admitir ni que baje del cielo la Madre Santa Teresa de Calcuta y se los declare en exclusiva a The Washington Post. 

Aseguran que era natural que, tras el fraude electoral que le aplicaron al pobre Trump, el usurpador Biden se dedique a echar atrás las justas medidas tomadas por el anterior gobierno en contra de las dictaduras castrochavistas-comunista-terroristas-islámicas. “Pero eso no se va a quedar así”, dicen, con una cara muy parecida a la del tipo de los cachos (el del Capitolio, no el otro). 

Los neocríticos

Una de las subespecies más interesantes y dignas de estudio es la que ha leído los informes de la tal GAO y de la relatora Douhan y, por fin, se ha convencido de que las llamadas sanciones y el bloqueo son dañinos.  

Hasta ahora, los integrantes de este segmento podían jurar por su madre que toda esa panoplia de armas de guerra económica solo iba dirigida contra los capitostes del rrrégimen. También aseguraban que todos los malestares económicos y sociales del país son culpa de Nicolás Maduro y que EEUU era inocente. Más que eso, siempre tuvo la actitud de un amigo tratando de ayudar al pobre pueblo oprimido por el socialismo. 

El veredicto autoflagelante de la GAO les ha servido a los neocríticos para, como lo dice su nombre, volverse cuestionadores de la canallada gringa, aunque claro, haciendo ver que fue cosa del patán ya expulsado de la Casa Blanca y su pandilla de degenerados criminales, no de EEUU como tal, que es el país más serio y democrático del universo. 

En los neocríticos se observa, sin embargo, un detalle muy significativo desde el punto de vista antropológico: su cuestionamiento va dirigido contra quienes en EEUU decidieron estrangular al pueblo de Venezuela para forzarlo a “cambiar de rrrégimen”. Pero ni en broma se autocritican por haber apoyado hasta ahora esas desgraciadas gestiones. 

Uno –ingenuo a edad avanzada- se pone a esperar que digan algo como: “Y nosotros, también somos responsables porque respaldamos a EEUU en ese ataque despiadado contra la población toda, razón por la cual aceptamos nuestra parte de culpa y pedimos perdón”. Pero no, nada de eso ha pasado ni pasará. Para que algo así ocurriera, muchos de estos opositores neocríticos del bloqueo tendrían que nacer de nuevo y de otros padres, ya que la tendencia a no asumir jamás sus propias responsabilidades (personales y grupales) es una característica genética, una cuestión de pedigrí. 

Los neutrales

En esta división destacan los analistas especializados que suelen opinar en los medios y redes, y los periodistas, comentaristas, figuras ancla e influencers (toda una fauna dentro de la fauna opositora). Estos señores y estas señoras se han pasado los últimos años clamando por medidas más coercitivas y más unilaterales, por bloqueos más duros y por magnicidios, golpes de Estado e invasiones de marines. Pero ahora, cuando los burócratas estadounidenses incluyen la variante de los golpes de pecho, se ponen el sombrero de la neutralidad y saltan a escena, muy modosos, tratando de presentar los dos lados de la moneda, la parte y la contraparte, la opinión y el contraste. Bajo el paraguas de la pretendida objetividad, intentan seguir defendiendo su postura, pero sin embarrarse los zapatos. Muy difícil.  

Si usted escuchó o leyó algunas de las preguntas que le hicieron en la rueda de prensa a la relatora especial de la ONU, Alena Douhan, podrá identificar a algunos de estos “neutrales” y su depurado estilo.  

Como suele decirse, esto podría verse como una escena humorística, de no ser porque el bloqueo y las represalias de EEUU y sus aliados han costado vidas, sufrimientos y angustias a muchísima gente en Venezuela y fuera de ella. 

Igual que los neocríticos, los pretendidamente neutrales intentan escabullirse de sus propias culpas, en este caso usando el salvavidas de la supuesta consideración imparcial de los hechos. 

Los desentendidos

Ahora está de moda decir que “fulano fingió demencia”. Antes se decía que “se hizo el loco”. Bueno, es lo mismo. Se trata de esa gente que ante el peso de la evidencia optan por poner cara de quien no tiene una plena percepción de la realidad, como si acabara de pasarse dieciséis horas tongoneándose frenéticamente en una fiesta rave. 

En esto andan muchos opositores que apoyaron las medidas coercitivas y el bloqueo, incluyendo el robo de los activos de Venezuela en el exterior (empresas, oro, dinero en cuentas bancarias, etcétera) y ahora, tras conocerse que hasta los mismos funcionarios estadounidenses declaran que fue un acto de guerra económica, han asumido la táctica de no decir ni siquiera esta boca es mía, de hacerse los desentendidos.  

Se les ve pasar como si nada estuviera ocurriendo o se les oye balbucear generalidades sobre otros temas, y se nota que lo que quieren es borrar su afirmaciones pasadas para (volvemos a lo mismo) no tener que admitir su complicidad con unas acciones que -con justicia- pueden calificarse como delitos de lesa humanidad. 

Los eufemísticos

Otra subespecie que merece mención es la de los eufemísticos. Son los que procuran suavizar un poco la declaratoria de culpabilidad de la GAO mediante el viejo truco de encontrar palabras descafeinadas, light, sin alcohol, bajas en calorías. Entonces dicen que el informe lo que reconoce es que las sanciones “catalizaron la crisis económica” o que “enconaron las dificultades presupuestarias de Venezuela”. 

Algunos de los giros lingüísticos utilizados por esta gente son tan exquisitos que cualquiera puede terminar creyendo que las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo son cosas bonitas, simpáticas, deseables. Otros malabares retóricos, en cambio, son tan tristemente serviles que provoca ponerse en la misma onda y escribir: “Usted exhibe un conducta vermicular”, manera eufemística de llamar a alguien gusano. 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)