A propósito del 32º aniversario de los sucesos del 27 de febrero de 1989, el periodista Clodovaldo Hernández entrevistó al sociólogo y exministro de Cultura y de Comunas, Reinaldo Iturriza, quien ofreció un balance histórico-político sobre el acontecimiento que dejó, entre otros saldos, una herida de muerte sobre la democracia representativa venezolana, amén de un número aún no precisado de asesinados por las fuerzas de seguridad del Estado.   

«El Caracazo»: ¿rebelión popular o hecho delictivo? 

En opinión de Reinaldo Iturriza, el acontecimiento admite actualmente «dos polos» de interpretación: de una parte, la idea de una rebelión popular; de otra, la narrativa, que acabó por imponerse en los años subsiguientes, «que lo que había ocurrido era un hecho fundamentalmente delictivo, criminal y luctuoso», hecho aceptado, con sus matices, por actores pertenecientes a todo el espectro político, si bien algunos factores de la militancia de izquierda formaron parte activa de los hechos del llamado «Sacudón».  

El también investigador relató que testimonios y análisis derivados del estudio del evento, apuntan hacia el reconocimiento del 27 de febrero como «una rebelión popular» que marcó «el comienzo del fin de la partidocracia, de la democracia representativa venezolana».  

Así, a su parecer, después de ese acontecimiento fue evidente que había una «profunda ruptura de lo que se podría llamar el bloque hegemónico dominante», que en el tiempo habría de derivar en la entrada en escena del chavismo.  

«Es muy importante también reivindicar la rebelión popular del 27 como un hecho que fue ampliamente celebrado por las clases populares», apuntó, puesto que aunque ese mismo día «ocurrieron cosas terribles» e incluso gente fue asesinada por la policía, la represión se desató después. 

En este sentido, sugiere distinguir dos momentos: el primero, el de la rebelión popular, que tuvo su punto más alto durante la noche del 27 de febrero, en la que se produjo «una gran celebración popular» y el segundo, «que es la masacre que perpetra el Estado», acaecida principalmente el 28 de febrero y los primeros días de marzo de 1989.  

De otra parte, frente a los sectores que pretendieron en su día calificar los sucesos como una «rebelión frustrada», acotó que si bien desde un cierto punto de vista eso es cierto, también es verdad que la gente ese día no se planteó tomar el Estado ni derrocar al gobierno.  

Hay que reivindicar la rebelión en sí, «el hecho de apoderarse de la calle y de haber ‘ganado una’, como se lee en los testimonios de la época, (…), fue algo muy celebrado por las clases populares», al menos en Caracas, dijo para concluir este punto. 

El 27 de febrero visto bajo el lente de la espontaneidad positiva 

En su conversación con Clodovaldo Hernández, Iturriza destacó que tras los sucesos, circularon hipótesis muy interesadas con las que se pretendió poner bajo sospecha el carácter espontáneo de «El Caracazo». 

Sin embargo, un informe firmado por el director de la policía política de entonces, la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP) que se podía conseguir en internet en los años 90 –algo realmente destacable para la época– aseguraba que si bien algunas organizaciones de izquierda habían participado en los hechos, no tenían la capacidad de organizar un evento de semejante magnitud. 

«Él decía en ese informe (…), dejaba registro de los 23 estados para la época en el país, en 20 había habido manifestaciones muy fuertes, especialmente en Caracas y sus ciudades dormitorio», detalló el sociólogo.  

Desde su punto de vista, en los eventos del 27 de febrero hubo «un fuerte componente de espontaneidad», porque nadie convocó, ni había un objetivo político predeterminado», la gente salió a las calles a manifestarse, pero eso ni le quita méritos ni le resta importancia al acontecimiento. 

Otra rumor que circuló en la época es que «una parte de la militancia de AD había participado activamente en los disturbios». Sobre esto, opinó que «es probable que haya sido así (…), porque había un fuerte conflicto interno» en ese partido, al punto que un ala estaba en contra de las políticas neoliberales que aplicó el gobierno de Carlos Andrés Pérez. 

A la par de estas versiones, comentó que circularon otras «mucho menos serias», especialmente una en la que se responsabilizaba al líder cubano Fidel Castro, quien había asistido a la toma de posesión de Pérez el 2 de febrero de ese año, de organizar «El Caracazo» con agentes dejados en el terreno.  

Lo cierto, explicó, es que antes del 27 de febrero «hubo un ciclo de protestas bastante fuerte». A ello le siguió «una especie de reflujo que tuvo que ver con la brutal represión a partir del 28 de febrero, sobre todo y los primeros días de marzo, y luego el ciclo de protestas, sobre todo estudiantil, pero también social, retoma muchísima fuerza durante los primeros años 90».  

En estas manifestaciones «participó más o menos la misma gente» antes y después del 27 de febrero, aunque sin duda alguna, «nadie era capaz de organizar algo de tal magnitud». 

Por otra parte, Reinaldo Iturriza fue enfático al asegurar que los sucesos de El Caracazo catalizaron la rebelión del 4 de febrero de 1992. «El mismo comandante Chávez en diversas oportunidades explicó o relató cómo el 27 de febrero, en parte (…) aceleró los preparativos para el 4 de febrero», arguyó. 

Esta rebelión cívico-militar, además, fue la manera que encontraron los sectores bolivarianos de la Fuerza Armada «de reivindicarse, de mostrar la otra cara del pueblo en armas, del pueblo uniformado, luego de la terrible masacre de 27 de febrero». 

La historia no se repite, pero siempre deja lecciones 

El extitular de las carteras de Cultura y Comunas estima que a pesar de las cada vez más frecuentes invocaciones del antichavismo más extremo al 27 de febrero, de sus esfuerzos por «crear las condiciones de una rebelión popular» y pretender posicionar que las guarimbas de 2014 y 2017 eran algo similar, «se trata de un remedo bastante malo de una rebelión popular». 

A ese respecto, opinó que resulta «irónico» que el antichavismo eche baza de «un evento que ha sido tan vilipendiado y sobre el que se construyó la leyenda negra que se construyó», en aras de delegar en el pueblo venezolano el trabajo, que en tanto clase política, no ha sido capaz de llevar a término durante la Revolución Bolivariana: desplazar al chavismo del poder.  

Por otra parte, afirmó que en la actualidad, las condiciones históricas del país son «radicalmente distintas» a las presentes el 27 de febrero de 1989. Entonces, detalló, «no había ninguna fuerza política capaz de canalizar la rabia popular, la energía popular. Lo que se vivía era el colapso del sistema de partidos tradicionales». 

A más de tres lustros de aquellos eventos pese a la crisis que atraviesa a la clase política venezolana como un todo, «hay una parte de la energía política popular que sigue siendo canalizada por estas dos grandes identidades políticas: chavismo y antichavismo» y en la medida que eso siga siendo así, «es muy difícil que ocurra algo similar». 

Empero, alertó que un porcentaje cada vez mayor de venezolanos prefiere mantenerse «al margen de la política» y pasar a ocupar «el no lugar de la política», puesto que no se reconoce en la clase política.  

Para finalizar, Iturriza advirtió que «cuando se bloquean esos canales de participación, cuando se ven muy desacreditadas esas instancias que canalizan la energía política, esa energía rompe los cauces, que fue un poco lo que ocurrió el 27 de febrero de 1989». 

(LaIguana.TV)