“A los 26 años se me despertó el instinto maternal, y recuerdo que fue a esa edad porque estaba haciendo ‘Las Cómplices’ y Raquel Lares era la que menos ganas tenía de embarazarse y fue la primera en tener un hijo con Gilberto Correa. Después siguió Maite, mientras yo tuve que esperar.
Yo pienso que la realización de una mujer realmente se da cuando se convierte en madre y yo no decidí tener hijos después de los 40 años. Creo que la vida me fue llevando a eso. Uno posterga la maternidad por varios motivos: o no encontramos a la persona que es, o le damos paso al trabajo o quizás preferimos esperar un poco más.
El hecho es que nos toca ser mamá en el momento preciso, y a mí me tocó en el 2009, a los 43 años, cuando tuve a mi primogénita, Aranza. Recurrí a la fertilización in vitro porque ya no estaba en edad para esperar o intentarlo varias veces. Estaba muy emocionada, imagínate que me hacía ecos hasta semanales porque tenía una gran necesidad de verla. Me compré unos aparatos para escuchar los latidos del corazón y todo. Cuando nació experimenté el momento más glorioso que puede tener una persona en la vida. Nada de lo que yo te pueda decir describe esa escena.
Y aunque me hizo muy feliz, yo quería otro hijo, por eso me embaracé de Sebastián, quien llegó al mundo en septiembre del 2010, para terminar de convertirme en una persona plena.
Cuando hay mujeres que me dicen: ‘No he podido ser madre’, siempre les recomiendo no tirar la toalla. La maternidad llegó a un momento en mi vida muy especial y nunca entendí la trascendencia que eso iba a tener en otras mujeres, o cómo iba a repercutir en muchos matrimonios. Las mujeres llegaban al consultorio y le decían a mi doctor: ‘Si Viviana pudo, yo también’. Me di cuenta cómo el hecho de tener hijos después de los 40 años motivó a otras a que también los tuvieran, esa era quizás mi misión.
El hecho de no ser madre me generaba una tristeza, sentía que me faltaba algo en la vida. Uno puede tener pareja, puede tener una profesión, maravillosa como la mía, que adoro, pero siempre va a faltar un hijo. Yo tenía un vacío y desde que llegaron mis pequeños soy un mejor ser humano, y no es que no lo era antes, sino que ahora entiendo más las cosas, soy más comprensiva.
Siempre supe que iba a ser mamá, siempre tuve la certeza y no perdí las esperanzas. Aunque pensaba que primero iba a tener al varón. Después entendí por qué Dios me mandó primero a Aranza, pero eso es algo muy personal”.
(Panorama)